La agenda de EEUU para Panamá ha sido consistente durante los últimos 25 años. Desde la invasión militar norteamericana en 1989, los gobiernos se han sucedido sin mayores alteraciones bajo la cuidadosa supervisión de EEUU. En este período, Washington ha privilegiado tres aspectos: El Canal de Panamá, el tratado de libre comercio y la ‘guerra’ contra las drogas. (Banco Mundial, FMI, BID) También ha dedicado esfuerzos para evitar la creciente presencia en el horizonte regional de las firmas forenses en el negocio del movimiento financiero nor-atlántico (off-shore).
En el último cuarto de siglo, EEUU le entregó la administración del Canal de Panamá al gobierno panameño. También observó como Panamá amplió la vía interoceánica con un nuevo juego de esclusas. Los ingresos anuales de Panamá en materia de transporte interoceánico se dispararon a más de US$2,500 millones. Las entradas directas al fisco superan desde 2015 los mil millones de dólares anuales. Los puertos en ambos lados del Canal se convirtieron en los más importantes en América latina en materia de movimiento de carga.
El tratado de libre comercio entre Panamá y EEUU significó la ruina del sector agrario así como también de la manufacturera nacional. La economía del país concentra el 90 por ciento de su actividad en el sector servicios. A su vez, EEUU ha militarizado el país con su política dual de ‘guerra’ contra las drogas y la supuesta protección de la frontera colombiana contra ‘bandas irregulares’ armadas.
El gobierno del presidente Trump, si es coherente con su política exterior, puede alterar la relación entre ambos países, mantenida desde la invasión militar de 1989. Por un lado, la política en torno al Canal puede cambiar. Trump le está pidiendo a sus aliados alrededor del mundo que hagan contribuciones más significativas a los acuerdos mutuos (sobre todo militares). Panamá tiene ingresos que provienen de la administración de la vía acuática (construida por EEUU hace 100 años, mantenida por ese país durante el siglo XX y traspasada al gobierno panameño sin costo alguno).
Trump también ha manifestado su rechazo a los pactos de libre comercio. Puede denunciar el acuerdo con Panamá y regresar a un arreglo que ponga fin a los privilegios del sector financiero que desplazó a los productores nacionales. En otras palabras, a los capitalistas agrarios e industriales. Con relación a la militarización del país, Panamá invierte alrededor de mil millones de dólares anuales en el renglón correspondiente al armamentismo. Trump puede considerar insuficiente esta suma y exigir un incremento del mismo para beneficiar la industria militar de EEUU.
Panamá ha descuidado el sector social para atender las exigencias norteamericanas en torno a los gastos militares. En la década de 1990 EEUU modernizó el sistema de comunicaciones y creó una Policía con oficiales provenientes de academias militares extranjeras. Una década después de la invasión, en 1998, Washington pretendió instalar una base militar nueva en lo que había sido la Zona del Canal (el ‘Centro Multilateral Antidrogas’). La iniciativa fue rechazada en un plebiscito nacional. En la primera década del siglo XXI el Comando Sur de EEUU creó dos batallones militares: el Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT) y el Servicio Nacional Naval (SENAN). La última iniciativa fue este año con la creación del grupo Aguila, cuerpo militarizado que tiene su homólogo en casi todos los países de la región latinoamericana.
En una fecha próxima, el presidente Varela será recibido por Trump en la Casa Blanca. Es probable que los acuerdos y memoranda sobre la cuestión militar (seguridad), el Canal de Panamá y los acuerdos comerciales ocupen un lugar destacado en la agenda. Incluso, ya deben estar redactados esperando el encuentro.
En las conversaciones asimétricas entre Varela y Trump es necesario que el primero tenga presente las proyecciones geopolíticas de Kissinger – el teórico del equilibrio – que estarán rondando en la Oficina Ovalada de la Casa Blanca. También no debe olvidar la máxima de Brzezinski: EEUU no tiene amigos, sólo intereses. Por último, como lo señala Wallerstein, EEUU es la potencia hegemónica del siglo XX que se encuentra actualmente en decadencia. Cualquier negociación tiene que centrarse en esos parámetros sentados por los propios especialistas norteamericanos.
La historia panameña enseña que no es fácil negociar acuerdos de cualquier tipo con EEUU. Las futuras generaciones, sin embargo, tienen un antecedente histórico que sirve de escuela: Las negociaciones del Tratado del Canal que culminaron en 1977.
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA.
Gráfico: Emad Hajjaj
Last modified: 06/04/2017