Agradezco la invitación a compartir algunos conceptos, experiencias y propuestas en este foro “Desarrollo y concentración de riqueza en Panamá” , para el cual se me ha solicitado que hable sobre la sostenibilidad del modelo de desarrollo panameño frente a las consecuencias del extractivismo.
Partiendo del análisis de los conceptos y su aplicación, siendo central el concepto de desarrollo, podemos recordar al economista brasileño Celso Furtado, que hace casi 4 décadas expresaba la siguiente inquietud:
“¿Cómo negar que esa idea ha sido de gran utilidad para movilizar a los pueblos y llevarlos a aceptar enormes sacrificios, para legitimar la destrucción de formas de cultura, para explicar y hacer comprender la necesidad de destruir el mundo físico, para justificar formas de dependencia que refuerzan el carácter predatorio del sistema productivo? … Gracias a ella ha sido posible desviar la atención de la tarea básica de identificación de las necesidades fundamentales de la colectividad”
~ Celso Furtado. El mito del desarrollo económico.
El autor cuestiona el concepto tradicional de desarrollo, surgido en la segunda mitad del siglo pasado, asociado a niveles de consumo europeo-norteamericano, ligado a la idea de progreso y al crecimiento económico como indicador por excelencia. Para tal concepto de desarrollo la naturaleza es únicamente un depósito de materiales a ser usados por la humanidad.
Ese es el concepto de desarrollo sobre el cual se construye en Panamá. Al hablar de modelo de desarrollo panameño reconocemos que está basado en el papel del istmo como ruta interoceánica para el intercambio global, es decir, el sector terciario de la economía, no primario ni secundario, en resumen, no es un modelo extractivista.
Por extractivismo se identifica un patrón de acumulación basado en la extracción en gran volumen y orientada esencialmente a la exportación, que se concreta en proyectos de megaminería, hidroeléctricas, petróleo, entre otras actividades. El modelo implica la expansión, aceleración e insostenibilidad de la explotación de la naturaleza entendida como “recursos naturales”. Para hablar de un modelo extractivista, el extractivismo debe ocupar un lugar central en la economía, lo cual no es el modelo histórico en Panamá.
Sin embargo, en el 2011 el oro se convirtió en el primer producto de exportación del país, con un monto en millones de dólares 33 veces superior al exportado en el año 2007. Esa centralidad no respondió a una necesidad de país.
Desde Voces Ecológicas, durante el período 2010-2014, que abarca desde el intento de reforma al Código de Recursos Minerales hasta la realización de una Mesa de Diálogo por el Desarrollo Responsable de los Recursos Minerales en Panamá y la discusión en el legislativo de proyectos de moratoria a la minería metálica a cielo abierto, el modelo extractivo minero, que busca imponerse y comprende la transferencia casi total de las ganancias producto de la actividad minera hacia las empresas mineras y la generación de costos sociales y ambientales que sí deben ser asumidos por las personas, las comunidades y el Estado en el territorio, ha sido caracterizado como un problema político y de derechos humanos, no reducible a un problema económico, técnico, ni siquiera exclusivamente un problema ambiental.
Hemos argumentado reiteradamente que el modelo extractivo minero es un problema de derechos humanos:
– desde el escenario condicionado en el cual se pretenden ejecutar o ejecutan los proyectos, ya que aprovechan la desatención de las obligaciones del Estado en materia de derechos económicos, sociales y culturales, además de la desigualdad en las condiciones de ejercicio de los derechos civiles y políticos entre distintos grupos sociales.
– en cuanto a las formas o procedimientos, al incumplirse los derechos a la información, participación y consulta en la elaboración de políticas y legislaciones, así como en la imposición directa de proyectos.
– en cuanto el fondo de la materia, implica afectaciones a los derechos a la propiedad privada, integridad personal, salud, vida y ambiente sano, con especial afectación a los derechos de grupos en condición de vulnerabilidad.
Además, aun reduciendo el problema del modelo extractivo minero un lenguaje de valoración economicista, también es falso que el modelo extractivo minero sea un factor de crecimiento económico dirigido al desarrollo social, ya que:
“si bien es cierto que los Estados reciben impuestos por la exportación minera, estos son pocos en relación a las ganancias que obtienen las empresas mineras, los recursos que le quitan a las poblaciones y las inversiones multimillonarias que el Estado tendrá que hacer para regenerar las condiciones deterioradas que la explotación minera dejara una vez que decida irse del país”.
~ Informe sobre Derechos Humanos y Conflictividad en Centroamérica 2011-2012
Estos argumentos podrían ser fácilmente incorporados al debate sobre acaparamiento privado de las fuentes de agua para el desarrollo de proyectos hidroeléctricos como una manifestación de extractivismo, considerando sus procedimientos, consecuencias y la cuestionabilidad de sus objetivos.
Por ejemplo, que entre 2008 y 2012, el 98% del volumen de agua concesionada en todo el país, fue otorgada a sociedades anónimas creadas entre 2006-2008, para la generación de energía hidroeléctrica, desconociendo otros usos del agua, como el consumo humano y la producción de alimentos.
La pregunta sobre la sostenibilidad del modelo de “desarrollo” panameño es interesante porque este se ha realizado en condiciones de no resolución de la cuestión nacional, a pesar de la reversión de la administración del Canal y las tierras alrededor, la no resolución de la cuestión social, añadiendo ahora la cuestión ecológica.
El modelo puede ser sostenible en una situación de dependencia y subordinación en la relación nación-imperialismo, sostenible mediante la explotación en el conflicto por capital-trabajo implicando violaciones a derechos humanos, pero hay que preguntarse por la sostenibilidad del modelo al expandir su forma de relación capital-naturaleza hasta llevarlo a nivel de otro conflicto.
Hasta ahora, el dominio de la ruta interoeánica como modelo de desarrollo, la baja presión demográfica y la existencia de un equilibrio oferta/demanda de energía y metales fuera del territorio, entre otros factores, significó durante el siglo 20 unas condiciones ambientales relativamente estables.
La expansión del modelo, la necesidad de acumulación del capitalismo, la sobreexplotación a nivel global y el aumento de la demanda de energía y minerales provoca otras condiciones.
Ahora la pregunta es en qué condiciones estamos para disputar políticamente por otro “modelo de desarrollo”, en lo que podríamos citar a Eduardo Gudynas porque describe nuestra situación:
“A pesar de la crisis, persiste el énfasis en estilos de desarrollo convencionales y no sustentables desde el punto de vista ecológico… se aceptan algunas cuestiones ambientales, pero se las maneja manteniendo la fe en el crecimiento económico y la apropiación de la naturaleza… una postura antropocéntrica, enfocada en la idea de progreso…
La protección del ambiente pierde frente a esa racionalida económica, convirtiéndose en una variable de ajuste y flexibilizándola para mejorar la competitividad en el capitalismo global
Ninguna de ellas plantea cambios sustanciales en la lógica de apropiación de los recursos naturales, ni en la meta del desarrollo como crecimiento económico.”
~ Gudynas, 2010. La ecología política de la crisis global y los límites del capitalismo benévolo
Ahí se ubica la contradicción entre “crecimiento macroeconómico y agudización de problemas asociados a un modelo de desarrollo excluyente que dan cuenta de un fracaso en la distribución de la riqueza en Panamá”, señalado en la ppresentación de este foro. Al respecto lo que debemos recordar es que un modelo de desarrollo capitalista va a producir y sustentarse sobre la idea de desarrollo, sobre la desigualdad y la concentración de riquezas que la apliación de esa idea de desarrollo promueve. Rescato de la primera exposición de la mañana, que se trata de 3 décadas de política económica neoliberal. Pero añado, antes de esas 3 décadas, desde 1968 una actualización del modelo de desarrollo capitalista, desde 1903, un país naciendo al servicio del capitalismo.
Y es eso lo que tenemos en el imaginario político del país: el plan de gobierno de la actual administración señala en el eje 3 sobre “Desarrollo Económico Sostenible” el objetivo de reforrzar el “modelo económico de alto crecimiento que, junto con las políticas sociales y educativas adecuadas, logrará que sea también un modelo de alto desarrollo humano”.
El eje 6 sobre “Respeto, defensa y protección del Ambiente” declara en el objetivo 6.2 el desarrollo de “políticas públicas de desarrollo económico en armonía con el ambiente”. Igualmente habla de desarrollo en el eje 1, básicamente sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales; y en el eje 5 sobre “Política exterior al servicio del Desarrollo”.
Es necesario aclarar que las propuestas que no ganaron en mayo de 2014, todas las propuestas de las elecciones del 2009, estaban igualmente articuladas sobre el concepto de desarrollo.
Más preocupante es que la la Agenda Ambiental 2014-2019, formulada por organizaciones de sociedad civil, aunque contiene propuestas técnicamente necesarias no alcanza el fondo del problema al sostener que “el mayor reto -sin lugar a dudas- que enfrentamos en nuestro país es el de lograr la convergencia entre el crecimiento económico, la equidad y la sostenibilidad ambiental”, hablando de integraciónsiendo dirigida a “ integrar la protección ambiental y el uso sostenible de los recursos naturales en las políticas públicas y en los sectores económicos” para lo cual llama a fortalecer y descentralizar la gestión ambiental, con participación ciudadana.
El llamado a la convergencia de objetivos, la integración de políticas públicas y agendas de actores económicos o la creación de agendas comunes, no comprende el problema ambiental como político, no identifica el conflicto entre actores.
Para finalizar la intervención, pienso que necesitamos mayor debate, mayor investigación, mayor desarrollo teórico, mayor interrelación entre teoría y práctica:
1. Es necesario atender el debate sobre el concepto mismo de desarrollo, alternativas al modelo y al desarrollo: todo la segunda mitad del siglo 20 hasta la fecha se viene hablando de un mito e imponiendo un modelo económico que no conduce ni conducirá a los fines que proclama.
2. La búsqueda de alternativas plantea una necesidad de ruptura con las ideas dominantes. El desarrollo no debe ser el objetivo y el crecimiento no debe ser el indicador. Se debe desmontar el aparato ideológico detrás de estos conceptos y para eso se necesitan nuevas teorías, nuevas fuentes de conocimiento, una nueva actitud hacia el conocimiento y sobre el papel del trabajador de las ideas en los movimientos sociales, reconocer nuevas identidades y nuevos protagonistas.
3. Es necesario politizar el tema ambiental. El sector ecologista no puede reducirse a declarar el nivel tolerable de adaptación y mitigación de la variable ambental respecto a la racionalidad económca y la dinámica del capitalismo, hablando el mismo lenguaje y sosteniendo los mismos objetivos que los defensores declarados del modelo: crecimiento, economía verde, responsabilidad empresarial, negocios ambientales e instrumentos de valoración económica de la naturaleza.
Toda pretensión de no politizar o despolitizar un tema cruzado por relaciones de poder en toda su extensión, empezando por la posición del Estado, los intereses privados de empresas y grupos de poder económico, de comunidades y organizaciones ambientalistas, es un intento de desarticular, debilitar o anular las posiciones en contra del modelo y en defensa de la vida.
No tienen que ser los ecologistas quienes veamos la crisis ecológica como una oportunidad para actualizar el capitalismo que la provoca. La respuesta no puede ser el mercado, no puede ser el Estado, no puede ser el ideario siglo 20, por sus errores e insuficiencias, porque no va a provocar la base popular necesaria, porque no es necesario limitarse.
4. Las propuestas deben estar basadas en integralidad e interdependencia de derechos humanos, desde un enfoque crítico. En la base de estas propuestas tiene que ubicarse la garantía de las condiciones ambientales para la vida en general y por tanto para las actuales y futuras generaciones
5. Respecto al extractivismo, se tiene que declarar el país libre de minería metálica a cielo abierto y establecer una moratoria a la explotación de ríos para generación hidroeléctrica. No hay nada que nos beneficie como sociedad en la minería metálica a cielo abierto y una politica publica para atender la energía como problema colectivo debe atender la energía como derecho, la demanda de energía y para satisfacer necesidades humanas, no la energía para la reproduccion del capital a cualquier costo social y ambiental.
6. Hay que construir poder social desde la diversidad, articulando luchas a partir de sus vínculos, considerando una nueva relación campo-ciudad y el enfoque regional, ya que no es posible plantear alternativas sin ver la cuestión global y tener conciencia del peso global de lo local. Hay que construir desde el diálogo en un entorno de ecología de saberes, desde el respeto, la creación y la acción colectiva de distintas iniciativas anticapitalistas, no desde la imposición, el caudillismo y el mesianismo.
Hay que estar consciente, que sin justicia ambiental no puede realizarse el objetivo histórico de la justicia social, que la justicia ambiental y justicia social no son lo mismo, y que la injusticia ambiental es causa de mayor injusticia social.
Ramón H. Benjamín M.
15 de noviembre de 2014
Last modified: 27/11/2014