El mercado es una institución cultural centenaria que, con distintos grados de vitalidad,
persiste en todos los países de la región. Si bien estamos cada vez más acostumbrados a
suplirnos vía “el súper”, no deberíamos olvidar ni soslayar este valioso espacio de
encuentro humano, de provisión de alimentos y de servicios diversos… ¡Ah, los mercados
públicos de Latinoamérica!, desde Luna Llena nuestro saludo y homenaje a cada uno de
ellos, donde estén.
Coqui: Un recuerdo entrañable y antiguo: ir con mi madre, provista de su enorme petaca
de junco, a hacer compras en el mercado de Barranco, en Lima. De regreso y, si la petaca
pesaba mucho, presto a darnos una mano por un Sol estaba “el Cucaracha” –así llamaban
a un hombre de mi barrio que vivía fuera de las reglas–. ¡Vaya chapa que le habían
puesto!
En ese mercado fui testigo de la amistad de mis padres con sus “caseros y caseras” –
como se llaman entre sí quienes habitualmente venden y compran en los mercados
peruanos–. Y también con la señora que cocía, hacia bastas y parchaba ropa; y con el
señor que me parecía un mago porque arreglaba licuadoras, juguetes, planchas y
cualquier artefacto moribundo. Mis padres y sus “caseritos” se trataban por el nombre:
Delia sabía quién solía tener las mejores frutas de estación; Eleodoro bromeaba en
quechua con las caseras que lo entendían y ellas le daban vuelto aumentado con muchas
sonrisas.
Siempre, en todos mis viajes, he visitado mercados. Y lo sigo haciendo –casi como una
búsqueda– sin esperar que sean como aquellos de los años ´60. Me es indistinto si son
pequeños y de barrio; o enormes y renombrados. Agradezco para mis adentros cada vez
que pongo el pie en uno que no conocía. Y si mis hijos me cuentan que viajaron y visitaron
un mercado –o mejor, si vamos juntos–, siento como que logré pasarles un conocimiento
particularmente valioso.
En estos tiempos cuando en Panamá hay a la venta agua embotellada que proviene de
Estados Unidos, España o de otros lejanos países. Y en los súper del Perú se consiguen
papas congeladas para freír, ¡que vienen de Bélgica! ¹ … sigo apostando a los mercados
públicos, a pesar de los pesares; apreciando su persistencia; conversando con la señora
del puesto de frutas, preguntándole por la más rara que tiene y de dónde viene; buscando
si hay un puesto que vende verduras orgánicas y huevos de gallinas contentas –vale
siempre localizar uno así, de alguien que cultiva sin tanto agroquímico y que, a contra-
corriente, cría aves con los nutrientes adecuados–.
Y si tengo hambre, me tomo un prodigioso jugo de frutas que licuan frente a mí en la
sección de comidas, escogido de un listado que tiene más de quince opciones;
acompañándolo con un pan con palta (aguacate), u otro sánguche quizá más complejo. Y
no es raro que suba al segundo piso del mercado, adonde el zapatero o la costurera, para
que me arreglen algo… O donde los artesanos, donde siempre se consiguen regalos útiles.
¡Benditos los mercados públicos latinoamericanos y quienes hacen posible su existencia!
Mallki: Es que los mercados todavía asombran… enseñan… conmueven… Comprendo y
comparto tus emociones al visitarlos: es un conectar con costumbres centenarias que se
repiten una y otra vez; corroborar un modelo “otro” de vivir y de convivir con la
naturaleza; percibir interacciones e interrelaciones en las que prevalecen la solidaridad y
la sinergia. ¡Una bella y persistente forma de sanar la vida! Tengo muy presente que,
cuando hace ya unos años, viajé por actividades educativas a Iquitos, en la Amazonía, mis
anfitriones, Bertha Carranza, Manuel Grandez y la pequeña Marjorie –que me estaban
esperando en el aeropuerto–, minutos después del calor de los abrazos, me dijeron: –“lo
primero, siempre es la inmersión” y, antes de ir a su casa, ¡me llevaron al mercado! De
repente, todo un paisaje entretejido con voces y colores; olores y hedores se presentó
ante mí. En ese momento, la rica diversidad de productos del bosque tropical y del río más
largo y caudaloso del mundo junto a la belleza de las artesanías que dan identidad a la
región, me estaban dando la bienvenida.
En los pueblos altoandinos –tanto en el norte como en el sur del Perú– lo que más me ha
llamado la atención es la cortesía de los comuneros que fían, prestan, cobran, pagan y
trocan, sin que la sonrisa se les desdibuje un segundo del rostro, incluso cuando la ley del
regateo favorece a algún hábil comprador. En donde más lo he percibido es en el mercado
de Huambos, en Cajamarca porque, obviamente, es el que más conozco. A propósito, hay
un detalle a destacar sobre este lugar que, poco se conoce fuera del pueblo: sus
instalaciones albergan un preciado vestigio arqueológico del período incaico que –vale
señalarlo– urge ser preservado y puesto en valor como bien del patrimonio cultural local.
Pero los mercados públicos en general, además de su dimensión social y cultural,
despiertan en mí la conciencia de un consumo sano, sostenible, justo y digno. Creo que es
importante preguntarnos con más frecuencia ¿de dónde vienen y qué itinerario
recorrieron los alimentos que llegan a nuestra mesa? ¿No te parece?
Coqui: Por supuesto que sí. Justamente, hace un año tuvimos la oportunidad de ir a
México y visitamos varios mercados del Distrito Federal. Uno en particular, en la Colonia
Condesa, ofrecía, plasmado en una pared, este mensaje que fotografié y que transcribo
a continuación, como síntesis de todo lo que, honrando, hay que reconocer en los
mercados:
¿POR QUÉ COMPRAR EN TU MERCADO LOCAL?
Al comprar en tu mercado local te alimentas mejor,
con nutrientes naturales, no industrializados.
Sus productos recorren cadenas de distribución
más cortas y están más frescos, sin conservantes.
Tu marchante [vendedor] te conoce y sabe que tú lo conoces.
Hay más reciprocidad en la economía de los mercados
locales que en las cadenas comerciales.
Defiendes la economía cooperativa o familiar
de los pequeños productores agrícolas.
Fortaleces los procesos agroecológicos y la soberanía alimentaria.
Los marchantes locales están más abiertos a gestos
de solidaridad y de cuidado.
Te permite comparar calidad, precios y ofertas entre marchantes.
Lo que llega a tus manos proviene de una persona y no de una marca corporativa.
Comes más productos regionales de temporada. Los productos
foráneos implican cargos por traslados y requieren conservantes.
Fortaleces tu poder político como ciudadano en tu decisión
de qué consumes y a quién le compras.
Te mantiene más informado sobre la situación del campo mexicano.
Al comprar a granel produces menos basura y cuidas el medio
ambiente al no elegir productos empacados industrialmente.
Tienes información directa de la procedencia del producto que consumes.
Puedes comprar solo la cantidad que necesitas sin generar
desperdicios y sin preocuparte por su caducidad.
Dignificas el intercambio directo y los servicios vecinales.
¡MEJORA TU VIDA, HACIENDO BARRIO!
¹ …no se distraiga de la lectura, pero luego de terminar podría ser de su interés este corto video sobre papas importadas para freír: https://www.youtube.com/watch?v=Iw3P56XKGr0
Por: Jorge L. Ventocilla e Isabel M. Álvarez
Abril del 2024
Foto: Micaela Cedrón. Mercado Cooperativa Santa Rosa. Chorrillos, Lima – Perú.
Last modified: 25/04/2024