“No serías el mismo sin los libros que has leído”

Written by | Panamá

(Cebaldo) Me acuerdo Jorge, que una de las primeras preguntas que me hiciste cuando comenzamos con nuestro blog en julio del 2018, fue sobre los libros y las lecturas del día. No son muchos los que hacen esta pregunta. Después, en varias “lunas”, hemos vuelto a hablar de ellos, de los libros, porque siempre nos han “encantado”. De seguro que nunca los abandonaremos ni nos abandonarán: ¡Benditos libros!

(Jorge) Siempre ha sido así Cebaldín: los textos, sus aportes, dándonos vueltas, condicionando el matiz de nuestras conversaciones, puliéndonos un poquito el alma cada vez. Sí es resultado de decisiones propias, pero mucho influyen otras personas, mayores casi siempre.

(Cebaldo) Crecí en un hogar rodeado de libros. Mis padres eran maestros en la aldea y a mi papá le encantaba leernos, al caer la tarde, “una última historia”. Pero también tuve el placer de tener en casa a mi abuela materna y a mi tío Fred, ambos grandes contadores de historias, de historias del pueblo guna. Así que crecí en medio de esos dos mundos de la palabra: la escrita y la hablada, Con la alegría además de escuchar dos lenguas, el dulegaya y el castellano. Y encima, gocé del placer de leer desde muy temprano.

Nuestra casa tenía dos plantas. La primera era territorio del tío Fred, el poeta/pescador. La segunda, donde dormíamos los niños y mis padres, contaba en la sala con una linda biblioteca. Al lado estaba otra casa, la clásica casa dule, la mística, la de mi abuela Clementina, hecha de pencas y palmas. Es decir, si toda fuente de saber es a su manera una biblioteca, yo tenía alrededor mío tres maravillosas bibliotecas.

Ilustración de Ani Ventocilla King

Toda la aldea era una enorme casa común llena de historias y de palabras. En cada vivienda habitaba algún contador de cuentos o famosas reidoras  (apreciar el reír fue una de las cosas geniales que aprendí de niño, en especial con mis tías). Siento que de allí viene mi cariño por los libros, el encanto de tenerlos en las manos, de leerlos, de disfrutar su magia. Y también el de escuchar historias.

Sabes que uno de las primeras acciones del gobierno revolucionario guna, tras la rebelión de 1925, fue la construcción de bibliotecas y el crear escuelas nuevas fundamentadas en la cultura dule. Muy bien cuenta esto nuestro querido poeta Ernesto Cardenal, en su poema dedicado a los guna, en especial a Nele Kantule [1].

(Jorge) Poder leer y hacerlo con placer; crecer con acceso a la magia de los libros: debería ser, formalmente, un derecho humano. En el mundo que compartimos Cebaldo — y seguro que en cualquiera de los muchísimos que deben haber por ahí habitados — leer es una necesidad vital. Porque solo a través de los libros se abren ciertas puertas. Hay una sentencia que lo resume cabalmente: “No serías el mismo sin los libros que has leído”.

(Cebaldo) Llevo también en la memoria el día que tu padre, don Eleodoro Ventocilla, como muestra de afecto y simpatía por nuestro pueblo, donó en Ustupu al recién creado Centro de Investigaciones Kunas, una gran colección de obras de Mariátegui, de Cesar Vallejo y libros de historias andinas. Y eso marcó mucho a nuestra generación, justo cuando empezábamos estudios universitarios y nos embarcábamos en nuevos descubrimientos.

(Jorge) Qué elegante detalle del viejo — gracias por rememorarlo medio siglo después. Solo esa colección de Mariátegui, que la recuerdo bien porque teníamos una en casa, era de diez o quizás doce libros compactos. Y sí: quien te presenta libros, te quiere bien.

(Cebaldo) ¿Y qué andas leyendo, querido amigo?

(Jorge) Varios temas a la vez — lo cual a veces me gusta y otras no tanto porque me deja una sensación como de desorden… Hay un libro que acapara casi toda mi atención ahora; está escrito por Cintio Vitier, el poeta y ensayista cubano. “Ese Sol del mundo moral”, se llama ¡y sí que está bueno! Es un recuento histórico de la eticidad en su patria.

(Cebaldo) Yo ando entre poemas de Ernesto Cardenal y de Diana Morán. Y un libro que me está seduciendo, “El Evangelio de las Anguilas”, de Patrik Svensson — a ver si me da fuerzas para la historia que quiero contar sobre los sábalos del mar guna, que un día emigraron a otros lares.

Para terminar diré que llevo siempre conmigo aquel sueño de la juventud: el de un día ser ayudante en una biblioteca marina que navegue por el mar guna, de isla en isla. Que vaya leyendo a otros y también recopilando historias locales. Para que — como un volver al inicio — no falte nunca cada día, para ser contada, “una última historia”.

[1] Ernesto Cardenal


Junio de 2022


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Last modified: 15/06/2022

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