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” A continuación discuto algunos mitos que son importantes aclarar para lograr una mayor comprensión de los problemas inherentes a la modificación genética de los alimentos y el impacto que esta ley puede tener en su objetivo de mantener al pueblo ignorante de lo que contienen los productos que compran. Algunos conceptos ya han sido discutidos en previos artículos sobre este tema por lo que servirá de repaso para algunos lectores. Para otros, será información desconocida junto a la discusión de recientes eventos y nuevos ángulos sobre los alimentos modificados genéticamente.”
Por Vilma G. Calderón | 25 de Septiembre de 2015
“Any scientist who tells you they know that GMOs are safe and not to worry about it, is either ignorant of the history of science or is deliberately lying. Nobody knows what the long-term effect will be.” David Suzuki, geneticisista.
El 23 de julio del presente año, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó la ley HR 1599 curiosamente nombrada: “The Safe and Accurate Food Labeling Act”. Esta ley, conocida entre el público como la ley DARK, “Deny Americans the Right to Know”, aunque habla de seguridad y etiquetado en su nombre, irónicamente lo que busca precisamente es prohibir en los estados toda iniciativa a favor de la rotulación de los productos que sean producidos o que contengan alimentos modificados genéticamente, conocidos también por sus siglas en inglés como “GMO”.
De acuerdo a Enviromental Working Group (EWG), las compañías de alimentos y biotecnología gastaron $63.6 millones en el 2014 para presionar y lograr la aprobación de este tipo de legislación anti etiquetado, tres veces más que el año anterior. En el 2013 invirtieron alrededor de $25.4 millones, y de esos, $13.3 millones fueron aportados por las empresas Coca Cola y Pepsi Co. De aprobarse esta ley, Puerto Rico también se vería afectado. Proyectos legislativos como el 524 de la senadora María De Lourdes Santiago, que busca el etiquetado de los productos con ingredientes transgénicos, y el del representante Ricardo Llerandi Cruz, serían igualmente detenidos.
Para denunciar y orientar sobre esta peligrosa acción, los días 16 y 17 de octubre de este año habrá una manifestación frente al Capitolio en Washington. “#Food Justice March” tiene como objetivo detener esta ley y reclama que se tome en consideración el deseo mayoritario de los estadounidenses de que se etiqueten estos productos para que así los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas a la hora de comprar sus alimentos. De hecho, el mismo Presidente Obama como promesa de campaña aseguró que bajo su mandato se establecería el etiquetado compulsorio de estos productos. Sin embargo, una vez más, dicha promesa es incumplida y el Congreso busca aprobar una ley que precisamente haga ilegal este etiquetado.
Esta ley también tiene los objetivos de que los estados no puedan limitar los cultivos GMO y que la industria de alimentos pueda poner el reclamo en su etiqueta de que un producto es “Natural” aunque contenga ingredientes modificados genéticamente. La protesta contra esta ley contará con la presencia de reconocidas figuras que denuncian el daño de los alimentos modificados genéticamente como Vandana Shiva y el abogado Steven Druker, autor del libro Altered Genes, Twisted Truth. Los alimentos modificados genéticamente están prohibidos en muchos países y otros están legislando en esa dirección (Rusia, Francia, Alemania, Escocia, Hungría, Perú, Austria, Noruega, Irlanda, Polonia y otros). La etiquetación de estos productos es requerida en 64 países en el mundo. La aprobación de esta ley es evidentemente una acción dirigida a proteger las ventas y ganancias de la industria de la biotecnología transgénica exponiendo a riesgos a la salud a los consumidores, violentando también su derecho a conocer qué contienen los productos que consumen.
A continuación discuto algunos mitos que son importantes aclarar para lograr una mayor comprensión de los problemas inherentes a la modificación genética de los alimentos y el impacto que esta ley puede tener en su objetivo de mantener al pueblo ignorante de lo que contienen los productos que compran. Algunos conceptos ya han sido discutidos en previos artículos sobre este tema por lo que servirá de repaso para algunos lectores. Para otros, será información desconocida junto a la discusión de recientes eventos y nuevos ángulos sobre los alimentos modificados genéticamente.
Mitos y verdades
1. La tecnología utilizada en la modificación genética de los alimentos es igual al cruce natural entre semillas que ha ocurrido en la agricultura durante miles de años. Falso
La industria de la biotecnología transgénica afirma que la modificación genética de los alimentos que ellos desarrollan en un laboratorio es igual al cruce normal que ha ocurrido durante miles de años entre distintas semillas. Ciertamente, existe un cruce entre variedades de maíz, trigo y otros alimentos que ha ocurrido con el paso de los años y que ha generado nuevas variedades en la agricultura. Sin embargo, este cruce se da entre especies similares. Por ejemplo, entre maíz con maíz, trigo y trigo, y otras variedades similares. Este cruce es muy distinto a la modificación genética que produce la biotecnología transgénica. La modificación genética de los alimentos trata sobre la inserción (o el silenciamiento) de un gen extraño al genoma de otro organismo que lo recibe con el propósito de lograr ciertas características inexistentes. Es por eso, que luego de esta inserción, se necesita experimentar con miles de células hasta lograr que unas pocas logren la forzosa incorporación de forma satisfactoria. Estas células requieren de un largo proceso con el uso de hormonas, antibióticos y otras sustancias para ayudar a que se puedan reproducir de forma exitosa. De ningún modo, esta tecnología es igual al cruce natural que ha ocurrido con el paso del tiempo entre las variedades de algunos alimentos. Y para poder comprender estas diferencias entre el cruce natural de semillas y la modificación genética en los laboratorios, vamos ahora a conocer en detalle en qué consisten las dos tecnologías principales que se utilizan para producir estos alimentos genéticamente alterados.
Las dos tecnologías principales en la modificación genética actualmente son: la Roundup Ready y la Bt. La tecnología Roundup Ready se refiere a la modificación genética en la semilla para que pueda resistir cantidades indiscriminadas del herbicida Roundup sin que la misma muera. Estas semillas se modifican para que los cultivos se puedan asperjar con grandes cantidades de este herbicida y así se pueda matar la hierba sin que mueran las cosechas. Como discutiremos más adelante, esta tecnología que es la que produce la mayor parte de los alimentos modificados genéticamente, presenta serias consecuencias ya que estos alimentos producidos tienen elevados niveles residuales del glifosato, el ingrediente activo del herbicida Roundup que es el que se utiliza en los cultivos Roundup Ready. La compañía que produce este herbicida es Monsanto y a pesar de que lleva décadas afirmando que es seguro, estudios científicos independientes han arrojado evidencia contundente que vincula a este herbicida con el cáncer y otros efectos adversos a la salud (Rossi, 2015, ver el enlace de la antología de investigaciones científicas con más de 400 estudios que lo asocian con efectos adversos en los animales, personas y ambiente). De hecho, la Agencia Internacional para la Prevención del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud en el mes de julio de este año hizo público un informe completo donde reclasifica al glifosato como una sustancia cancerígena en animales y probablemente cancerígena en las personas. En el mito número 5 expondremos más información sobre el daño de este herbicida.
La segunda tecnología es la Bt que consiste en la modificación de las semillas con un gen de la bacteria Bacillus Turingiensis con el propósito de que esta produzca la toxina que mata una variedad de insectos. De este modo, la planta modificada genéticamente produce en su propio tejido esta toxina que destruye el estómago de estos insectos provocándoles la muerte. La pregunta que rápidamente surge es: ¿y qué pasa con las personas cuando consumen estos alimentos que contienen esta toxina? La industria de la biotecnología afirma que esta toxina es segura para el consumo humano ya que la misma se degrada en el estómago y no pasa a la sangre de las personas. Sin embargo, estudios científicos han demostrado lo contrario encontrando la presencia de esta toxina en las mujeres embarazadas y en sus fetos (Aris, 2011). Otro estudio alemán, también reportó en una revista de hematología la asociación de esta toxina con riesgos de enfermedades como la leucemia (Mezzomo, 2013). Una vez más, las afirmaciones que por décadas ha dado la industria de la biotecnología vuelven a comprobarse que no son ciertas.
Podemos concluir que el reclamo que hace la industria de la biotecnología transgénica alegando que la modificación genética de los alimentos es igual al cruce natural de semillas que se da en la naturaleza y que, por lo tanto, tiene muy pocos riesgos, es uno falso. Una de las científicas que mejor explica estas diferencias es la Dra. Mae-Wan Ho del Institute for Science in Society. La Dra. Ho junto a la Dra. Eva Sirinathsinghji publicaron el reporte Ban GMOs Now: Health & Enviromental Hazards, Especially in the Light of the New Genetics, en el cual presentan valiosa información sobre el daño de los GMO. Según la Dra. Ho, la modificación genética entre las semillas ocurre en un “tiempo real” tomando en consideración todo el organismo que responde a la situación y circunstancias del medio ambiente en que vive en ese momento. Ella dice: “Under natural circumstances, this is done in real time as an ‘exquisitely precise molecular dance of life’.” La Dra. Ho, explica que la ingeniería genética de los alimentos se basa en la afirmación de que el “DNA” contiene toda la información e instrucciones del organismo que copia al “RNA” y que luego lo transfiere a través del código genético a las proteínas donde cada una genera una características en particular. Sin embargo, este análisis es un reduccionismo de la ciencia ya que no entiende que estos procesos biológicos se dan con una intercomunicación en el organismo que ocurre a todos los niveles. La Dra. Ho lo explica de la siguiente forma al comparar ambas tecnologías con los cambios que ocurren de forma natural: “Genetic engineering, which assumes that one protein determines one particular trait, such as herbicide tolerance or insect resistance, and can easily be swapped out with another, with no other effects, is dangerously simplistic or an illusion.” (Mercola, 2013).
El genoma de cada especie no se puede ver como algo estático, sino como una interacción con el medio ambiente en donde participan múltiples mecanismos de comunicación del propio organismo. Además, según la Dra. Ho, esta modificación en los alimentos que realiza la industria de la biotecnología es una de transferencia genética horizontal donde se inserta el gen de una especie a otro organismo totalmente distinto. Esta ingeniería genética es distinta a la transferencia vertical que ocurre a través de la reproducción sexual o asexual donde los padres transfieren las características genéticas a sus hijos. Los proponentes de la modificación genética de los alimentos quieren realizar esta transferencia genética horizontal asumiendo que al tener el control de un gen de una especie que transfieren a otro organismo, tendrán los mismos riesgos que la transferencia genética vertical que ocurre con la reproducción entre los organismos. Sin embargo, esta transferencia genética horizontal implica imprecisión y no está libre de resultados inesperados ya que el control de un gen no implica que se puede controlar la totalidad de las reacciones y procesos del organismo recipiente. La Dra. Ho añade además, que existe un peligro real de que esos nuevos genes pasen a los seres humanos a través de la comida resultando en consecuencias inesperadas. Ella lo explica de la siguiente forma: “It is now clear that horizontal transfer of GM DNA does happen, and very often. Evidence dating from the early 1990s indicates that ingested DNA in food and feed can indeed survive the digestive tract, and pass through the intestinal wall to enter the bloodstream. The digestive tract is a hotspot for horizontal gene transfer to and between bacteria and other microorganisms. … Higher organisms including human beings are even more susceptible to horizontal gene transfer than bacteria, because unlike bacteria, which require sequence homology (similarity) for incorporation into the genome, higher organisms do not. …What are the dangers of GM DNA from horizontal gene transfer? Horizontal transfer of DNA into the genome of cells per se is harmful, but there are extra dangers from the genes or genetic signals in the GM DNA, and also from the vector used in delivering the transgene(s). GM DNA jumping into genomes cause ‘insertion mutagenesis’ that can lead to cancer, or activate dormant viruses that cause diseases. GM DNA often contains antibiotic resistance genes that can spread to pathogenic bacteria and make infections untreatable. Horizontal transfer and recombination of GM DNA is a main route for creating new viruses & bacteria that cause diseases.” (Mercola, Health Impacts News, 2015)
Definitivamente, cuando se hace un análisis profundo de la modificación genética de los alimentos, es imposible afirmar que esta es igual al cruce natural de semillas que ha ocurrido a través de miles de años y que de modo alguno puede acarrear los mismos riesgos. Sobre el análisis de los riesgos de los transgénicos, en un artículo publicado en el New York Times y luego en una entrevista realizada por el Dr. Joseph Mercola publicada en español, Mark Spitznagel, economista y Nicholas Taleb, consejero científico y profesor de análisis de riesgos, dicen lo siguiente: “El experimento transgénico, llevado a cabo en tiempo real y con nuestros sistemas ecológicos y de alimentos enteros como laboratorio, es quizá el mayor caso de arrogancia humana jamás visto. Sin embargo, crea otro proyecto sistémico “demasiado grande para fallar”- pero en el cual no habrá rescate posible cuando falle”. (Mercola, 2015). Estos científicos advirtieron en el 2007 sobre la crisis económica que estamos viviendo y ahora vuelven a hacer públicos sus análisis de riesgos, en este caso, sobre los GMO. Han lanzado una seria advertencias sobre elcolapso del ecosistema global y señalan que: “Lo que es más preocupante, es que los riesgos de los transgénicos son mayores a los de las finanzas. Pueden ocasionar cadenas complejas de cambios impredecibles en el ecosistema, mientras que los métodos de manejo de riesgos con los transgénicos –a diferencia de las finanzas, donde sí se hacía un esfuerzo– ni siquiera llegan a primitivos”.
2. La aprobación de los GMO por el FDA fue bajo un proceso estricto, serio y regulado. Falso.
Uno de los puntos más importantes para comprender que desde el inicio “algo” no estaba bien con estos alimentos es el mismo proceso de su aprobación. Los alimentos modificados genéticamente se aprobaron bajo un proceso inusual en la Administración de Drogas y Alimentos (FDA). La aprobación de los GMO ocurrió en 1992 bajo la advertencia de los propios científicos de esta agencia y con indebidas intervenciones y presiones de políticos favoreciendo a la compañía Monsanto por encima del bienestar y la salud de los consumidores. Estos alimentos fueron aprobados con investigaciones de solo tres meses de duración realizadas por la propia industria de la biotecnología. El encargado principal para la aprobación de estos productos fue el Sr. Michael Taylor. Veamos algunos detalles de este proceso.
En el 1991 se creó una nueva posición en el FDA como, Deputy Commissioner for Policy. A esta posición nombraron al Sr. Michael Taylor, quien había trabajado en el FDA y luego se había ido a trabajar a la firma de abogados King & Spalding, quienes representaban a Monsanto y al Concilio Internacional de Biotecnología y Alimentos. La razón de este nombramiento era que internamente, los científicos de la propia agencia habían presentado resistencia a la aprobación de los GMO. La política que se estaba llevando a cabo era la del principio de que “si no hay evidencia de daño, el producto debe considerarse como seguro”. Dicho en otras palabras, “el producto es seguro hasta que se demuestre lo contrario”. Uno de los científicos que estaba muy preocupado por esta aprobación era el Director del Centro de Medicina Veterinaria del propio FDA, Gerald Guest, ya que los GMO iban a utilizarse no solo para las personas, sino para alimentar también a los animales. En uno de los documentos se recoje su preocupación en las siguientes palabras: “Animal feeds derived from genetically modified plants present unique animal and food safety concerns… I would urge you to eliminate statements that suggest that the lack of information can be used as evidence for no regulatory concern.” Del mismo modo, la Dra. Linda Kahl, el 8 de enero del 1992, envió una carta en la que protestaba que la agencia estaba tratando: “…to force an ultimate conclusion that there is no difference between foods modified by genetic engineering and foods modified by traditional breeding practices. The process of genetic engineering and traditional breeding are different, and according to the technical experts in the agency, they lead to different risks”.Los científicos del FDA reclamaban prudencia y nuevos estudios de mayor duración y la Casa Blanca tenía prisa en su aprobación. Es por eso que se nombra al Sr. Taylor al FDA para que finalmente se logre la autorización de los alimentos modificados genéticamente.
Las incidencias y el detalle de este proceso de aprobación de los GMO se recogen de forma interesante en el libro mencionado al principio de este artículo: Altered Genes, Twisted Truth del abogado Steaven Druker. Él demandó a esta agencia y en el proceso tuvo acceso a reveladores documentos que presenta en su libro y que plasman lo que estaba ocurriendo en ese momento para lograr la autorización de los GMO. En uno de los capítulos se presenta cómo la Casa Blanca intervino a través del Sr. James B. MacRae, Jr., Oficial de Manejo de Presupuesto del Presidente Bush, para lograr que se aceptaran estos alimentos. El Sr. MacRae, Jr. recomendó múltiples cambios al borrador del documento de aprobación como: eliminar la parte de la agricultura, el ambiente, el método de la modificación genética y los detalles de lo que era esta tecnología simplificándola a: “plants developed by recombinant DNA techniques.” Él solicitó también que se eliminaran los párrafos donde decía que el FDA obligatoriamente realizaría las pruebas necesarias de seguridad para eximir a esta agencia de esa responsabilidad y dejar en manos de la industria de la biotecnología las políticas, procedimientos y pruebas que garantizaran que los GMO fueran Generally Recognized as Safe (GRAS). El nuevo documento propuesto por el Sr. MacRae, Jr., además, especificaba que serían las propias industrias quienes de forma voluntaria crearían sus propias políticas de seguridad y el FDA solo les solicitaría un resumen de las mismas sin requerir datos originales, ni revisión de estudios y procedimientos. Fue precisamente con la visita del Presidente Bush (padre) a los laboratorios de Monsanto que agilizaron los procesos para la aprobación de los GMO. En un corto video se ve como el personal de Monsanto le explica al Presidente el “fabuloso” herbicida que tienen y cómo pueden hacer una semilla resistente al mismo. Se quejan de lo difícil que se les está haciendo comenzar con sus productos debido a las excesivas regulaciones. Bush contesta que les va a ayudar y menos de un año después anuncian la “desregulación”, que facilita y agiliza la introducción al mercado de los GMO evidenciando una vez más el énfasis económico por encima de los criterios de seguridad.
Al hablar del concepto de, Generally Recognized as Safe (GRAS), es importante aclarar que el mismo surgió como parte de la creación del Food and Drug and Cosmetic Act del 1958. Esta acta se origina debido a que durante los años entre el 1938 y el 1958 la industria de alimentos experimentó la utilización de miles de sustancias químicas que se incluían en las comidas y que habían sido aprobadas bajo el principio de que: “eran seguras hasta que se demostrara lo contrario”. En una reevaluación de esa irresponsable política, la agencia establece una nueva reglamentación decidiendo que todas las sustancias utilizadas previo a esta enmienda se iban a clasificar como GRAS, pero que las nuevas tenían que ser investigadas antes de aprobarse. Sin embargo, a pesar de que los GMO nunca antes habían estado en el mercado, el FDA le dio la clasificación GRAS violentando los propios reglamentos que la agencia había establecido. El FDA también concluyó, como se recoge en los documentos del libro del Sr. Druker, que la información sobre la modificación genética de los alimentos no tenía que aparecer en la etiqueta de los productos, ya que estos datos “no eran de interés público”.
Para aprobar los alimentos modificados, además de traer al FDA al Sr. Michael Taylor, defensor de los intereses de sus clientes de la biotecnología y utilizar las influencias de la Casa Blanca, se levantó el principio pseudocientífico de la “equivalencia substancial”. Este principio aplicado a las semillas modificadas plantea que si el fenotipo o las características físicas de los cultivos tradicionales son iguales a las de los cultivos GMO y su aportación nutricional es equivalente, la seguridad de ambas semillas es también similar. Es decir, que si un maíz GMO se parece en sus características físicas al cosechado de forma tradicional, sabe igual y tiene la misma aportación nutricional; es evidente que su riesgo de seguridad debe ser similar. Este principio que fue el que se utilizó para la aprobación de estos alimentos modificados genéticamente, no solo es inválido, sino que es uno peligroso y falto de responsabilidad y rigor científico.
De hecho, los GMO de ninguna manera tienen la misma aportación nutricional que los alimentos producidos de forma tradicional por lo que de inicio, estas semillas ni siquiera cumplen con el criterio que la propia agencia utilizó para su aprobación. Sin embargo, más importante aún es que se pasó por alto los efectos toxicológicos de estos alimentos. Es por eso que hay que concluir que el cambio más dramático que se ha llevado a cabo en la historia de la industria de alimentos fue aprobado sin estudios longitudinales, bajo la protesta de los propios científicos de la Administración de Drogas y Alimentos, y con un interés económico y político (no salubrista) como admitió el propio Sr. Mariansky (una de las personas más importantes en el FDA para ese entonces) en entrevista con la periodista francesa -Monique Robin- en su documental El mundo según Monsanto.
3. Existe un fuerte vínculo entre compañías como Monsanto y el gobierno de Estados Unidos que hace que las agencias como la EPA, el FDA, el USDA y otras, implanten políticas a favor de las empresas y no del consumidor. Cierto.
Es innegable que existe un fuerte vínculo entre compañías como Monsanto y los gobiernos de distintos países como el de Estados Unidos, Puerto Rico, Argentina y muchos otros. La aportación económica que hacen las compañías a las campañas de los distintos políticos hace que los mismos tengan que luego pagar los favores con posiciones de poder en agencias importantes y sensitivas para el desarrollo de estas industrias. Esta asociación entre los políticos y las distintas empresas se conoce con el término en inglés de “Revolving Door” y presenta un serio problema para el funcionamiento y la transparencia de las políticas y ejecutorias de estas agencias gubernamentales. En Estados Unidos, por ejemplo, vemos el registro de personas que de trabajar en la compañía Monsanto pasan a laborar luego en las distintas agencias gubernamentales y a su vez, como empleados de esta empresa privada entran luego a trabajar con el gobierno. La siguiente tabla presenta de modo alarmante esta relación entre Monsanto y el gobierno de Estados Unidos que, aunque es legal, no es ética e implica un serio conflicto de intereses. En esta tabla también hay que incluir a otras personas como el Sr. Clarence Thomas, quien era General Counsel para Monsanto antes de pasar a ser Juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos, donde han llegado muchas de las demandas que han perdido los agricultores.
Tener personas que representan a empresas como Monsanto en agencias gubernamentales implica necesariamente que las políticas y determinaciones que se tomen se harán para beneficiar a dicha compañía. Es por eso que el FDA aprobó los alimentos GMO sin estudios longitudinales y decidió también que esta información no estaría en la etiqueta de los productos. Es por eso también que la Enviromental Protection Agency (EPA) aprobó el uso del herbicida Roundup a pesar de que en un principio lo había clasificado como una sustancia con posibles efectos carcinogénicos. De igual forma, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos ya aprobó nuevas semillas modificadas genéticamente ahora resistentes al 2-4-D, uno de los ingredientes del agente naranja con un efecto mucho más tóxico. Y es por eso también que la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó en este verano la ley DARK y el Senado se apresta a hacer lo mismo protegiendo las ventas y negocios de esta compañía a costa de la salud de las personas.
4. La modificación genética no tiene nada que ver en sí misma con los agro tóxicos y de todos modos, las semillas GMO reducen el uso de pesticidas. Falso
La modificación genética de los alimentos tiene una relación directa con los pesticidas y lejos de reducir su uso, lo que ha ocurrido es que lo ha incrementado dramáticamente. Lamentablemente esta concepción errónea está muy bien difundida y algunas personas hasta afirman que están en contra del uso de los pesticidas en la agricultura pero están a favor de la modificación genética. Esta posición es en sí misma incoherente ya que la mayor parte de los alimentos modificados genéticamente que se encuentran actualmente en el mercado son producidos con la tecnología Roundup Ready donde se modifica la semilla precisamente para ser resistente al glifosato, el ingrediente activo del herbicida Roundup. Desde que se aprobó esta tecnología las ventas del Roundup se han disparado no solo por las ventas de estas semillas sino por el uso de este herbicida que necesariamente acompaña a la semilla modificada. Y aunque Monsanto afirmó en un principio que las semillas modificadas reducirían el uso de pesticidas lo que ha ocurrido es precisamente lo contrario. Pero pasemos ahora a conocer de forma más profunda el daño de este herbicida y los riesgos a la salud de los alimentos modificados genéticamente.
5. El glifosato es un herbicida seguro y no existe evidencia científica de que los GMO causen daño a la salud. Falso
El glifosato es el ingrediente activo del Roundup, herbicida más utilizado en el mundo. La compañía que lo produce es Monsanto y hace décadas que afirma que es seguro para las personas, los animales y el ambiente. La repetición constante sobre la seguridad de este herbicida y los alimentos modificados genéticamente evoca una polémica similar que se vivió para la época de las tabacaleras. Las compañías de cigarrillos insistían en que su producto no hacía daño y desacreditaban a los científicos valientes que afirmaban lo contrario. La industria tabacalera compró a centros de investigación y comenzó una campaña agresiva de publicidad colocando a mujeres fumando enviando el mensaje de que tenían el mismo derecho que los varones y contrataron a artistas y personas reconocidas para hacer anuncios. En esa publicidad también cayeron muchos médicos que se retrataban con sus batas blancas fumando y dejando saber cuál era su marca de cigarrillo favorita. Sin embargo, con el paso del tiempo y con más estudios en su contra, tuvieron que admitir el daño a la salud. En el caso de los GMO y el glifosato, cada vez son más los estudios que presentan la asociación con daños al ambiente y serios problemas a la salud de los animales y las personas. Pero veamos algunos datos de este agro tóxico y los GMO.
Lo primero que hay que decir, aunque parezca poco creíble, es que esa sustancia a la cual nuestros alimentos se exponen actualmente a través de la agricultura, muy particularmente con los alimentos modificados genéticamente, es una que se utilizaba en sus inicios como un “descaling agent” para la limpieza de las tuberías. El glifosato es un atrapador de metales y para el 1964 obtuvo su primera patente con esta función. Luego de echarle el glifosato a las tuberías, procedían a limpiarlas con agua. El agua que se utilizaba era luego depositada en los terrenos cercanos. Pronto comenzaron a notar que en donde se echaban estas aguas con los residuos del glifosato la hierba se secaba. Es entonces que descubren su efecto como herbicida y para el 1969 obtienen la segunda patente para el control de malezas. Para el 1996, luego de aprobadas los alimentos modificados genéticamente (1992), se obtiene la tercera patente con las semillas Roundup Ready.
Para el 2005 al glifosato se le comienza a dar un nuevo uso en uno de los procesos más sorprendentes y cuestionados en la agricultura comercial: el desecado. La desecación es el proceso mediante el cual se fumigan los cultivos con glifosato justo antes de la cosecha para secar los granos, facilitar su recogido y aumentar levemente la producción. Los cultivos de trigo, avena y otros, cuando están cerca del tiempo de cosecharlos, se fumigan directamente con el Roundup. Resulta perturbador que nuestros alimentos se asperjen directamente con una sustancia altamente tóxica y que esta sea la práctica normal y aceptada dentro de la agricultura convencional. El aumento dramático que ha habido de colon irritable, sensitividad al gluten y muchos otros problemas gastrointestinales se asocia con el consumo de trigo cuya forma de cultivo es exponiéndolo a este procedimiento de desecado. Por último, para el 2010 el glifosato obtuvo su más reciente patente. En esta ocasión se le otorgó la patente como antibiótico en la cantidad de 1 ppm. Pocas personas conocen del efecto del glifosato como antibiótico. La exposición diaria de las personas a este antibiótico a través del consumo de alimentos es otra seria preocupación ya que provoca la muerte de la flora intestinal. En un estudio realizado en aves se encontró que el glifosato mata las bacterias importantes del microbioma de estos animales mientras crea resistencia a otras bacterias peligrosas como la salmonella y la clostridia (Shehata, 2013). La pérdida de las bacterias en el intestino también provoca serios efectos en la salud de las personas debido a que la mayor parte de la función inmunológica depende de la salud intestinal. Además, es en el intestino donde se producen el 50 % de los neurotransmisores y particularmente, el 90% de la serotonina, un importante neurotransmisor cuya deficiencia se asocia a depresión y problemas mentales.
Monsanto insiste en que el glifosato es muy seguro por lo que puede tener múltiples usos, incluyendo la producción de alimentos modificados genéticamente particularmente con semillas resistentes a este herbicida. La compañía ha negado constantemente los efectos adversos incluyendo la asociación con el cáncer. Sin embargo, a raíz del informe de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud que declaró que el glifosato es cancerígeno en animales y probablemente cancerígeno en las personas, ha salido a relucir que la compañía podía haber estado al tanto de este efecto nocivo a la salud. Esta aseveración la hacen algunos expertos en el tema y postulan que la EPA podía haber estado encubriendo esta información. Esta afirmación surge debido a que en los archivos de esta agencia, el glifosato inicialmente para el 1985 se había registrado como una sustancia con la clasificación “C”. Esta clasificación lo que significa es que esta sustancia tiene evidencia sugestiva de un potencial cancerígeno. Sin embargo, 6 años más tarde, el glifosato fue reclasificado bajo la categoría “E” implicando que no existía evidencia de su efecto carcinogénico en humanos. La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué pasó con la evidencia sugestiva del efecto carcinogénico del glifosato que la EPA tenía en sus inicios? Además, hay que preguntarse si el proceso de aprobación de este herbicida fue uno transparente sobre todo cuando se sabe que compañías que le realizaron estudios a Monsanto para la aprobación del glifosato y la regulación de los niveles residuales en los alimentos como Industrial BioTest Laboratories y Craven Laboratories fueron acusadas por fraude científico.
El daño de los alimentos modificados genéticamente a la salud, a la agricultura y al ambiente lo discuto en un artículo publicado en esta misma revista para 14 de febrero del 2014. Los efectos adversos del glifosato los presento en un segundo artículo publicado el 8 de mayo del 2015. En ambos extensos artículos se cubren estos temas y otros relacionados. Sin embargo, es importante resumir las condiciones con las que se asocia este herbicida y los GMO para luego discutir al menos dos nuevos aspectos: la disbiosis del microbioma y la disfunción eréctil.
Los alimentos modificados genéticamente y el glifosato se asocian a enfermedades como: Alzheimer (cuarta causa de muerte en nuestro país), autismo (tiene en la actualidad un alarmante aumento en Estados Unidos y Puerto Rico), alergias, cáncer (nuestra primera causa de muerte), toxicidad al riñón y al hígado, abortos y malformaciones, esterilidad, inflamación gástrica y acción como “disruptor” endocrino, entre otras (ver los compendios de la extensa referencia científica en la bibliografía). Un estudio alemán encontró que las personas que padecían enfermedades crónicas tenían niveles de glifosato significativamente más alto que la población saludable (Kruger, 2014). De igual forma, encontró que las personas con dietas convencionales tenían niveles más elevados de glifosato en orina que las que consumían una dieta orgánica. Son cientos los estudios que evidencian el daño del glifosato y los GMO. Se han hecho múltiples investigaciones en ratas, cerdos (su estómago es parecido al de las personas), otros animales, en “vitro”, y en humanos, los cuales han demostrado daño en los propios animales y en las personas. Estos estudios científicos están disponibles para que profesionales de la salud y público general puedan accederlos electrónicamente en lugares como la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (ver en la bibliografía el excelente compendio en PDF que realizó Green Med Info) y otros.
Una de las investigadoras que más ha trabajado este tema es la La Dra. Stephanie Seneff. Ella es una científica que ha centrado su investigación en el glifosato, los GMO y enfermedades como el autismo y el Alzheimer. La Dra. Seneff es investigadora del Massachusetts Institute of Technology (MIT), tiene una licenciatura en biología de MIT, y una especialidad adicional en alimentación y nutrición. Es una reconocida académica que tiene sobre 170 publicaciones en revistas científicas “peer reviewed”. En una entrevista publicada en español, la Dra. Seneff, asegura lo siguiente: “El glifosato posiblemente es el factor más importante en el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas y problemas de salud que se han vuelto muy comunes en las sociedades occidentales”, (Mercola, 2014). La Dra. Seneff ha hecho fuertes declaraciones públicas advirtiendo que para el 2025 posiblemente la mitad de nuestros niños van a ser autistas debido a los efectos del glifosato. Ella descubrió que los niños autistas tenían elevados niveles de glifosato en la sangre y que la exposición actual es mucho mayor ya que el glifosato pasa a través de la leche materna debido a la exposición de la madre a la comida procesada. Ella reporta que el glifosato se encuentra en la leche materna de las mujeres en EE.UU. en niveles que van desde 760 – 1,600 veces más que el límite establecido en Europa. Según la Dra. Seneff, el glifosato actúa en los organismos a través de una ruta metabólica conocida como shikimate pathway que se utiliza para la síntesis de aminoácidos aromáticos. El glifosato inhibe los pasos de esta ruta metabólica provocando la muerte. Monsanto reclama que su herbicida es seguro en humanos porque nosotros no tenemos esa ruta metabólica. Sin embargo, la Dra. Seneff aclara que, aunque nosotros no tenemos ese mecanismo, nuestro intestino está poblado por trillones de bacterias que sí utilizan esa ruta metabólica. Ella advierte que el glifosato mata nuestras bacterias produciendo una disbiosis intestinal que lleva al desarrollo de distintos problemas de salud. Ella resume los diferentes mecanismos de acción del glifosato de la siguiente forma: (Seneff, 2013).
Se produce una disbiosis del microbioma (alteraciones en las bacterias intestinales) que lleva a inflamación, intestino permeable, alergias a los alimentos e intolerancia al gluten.
Ciertos microbios en el cuerpo pueden descomponer el glifosato, sin embargo, un bioproducto de esta acción es el amoniaco y los niños con autismo tienden a tener niveles más altos de amoniaco en la sangre en comparación con la población general. Lo mismo ocurre en el Alzheimer ya que en el cerebro, el amoniaco causa inflamación cerebral.
El glifosato también actúa como un antibiótico matando bacterias importantes para la salud, proliferando patógenos en el organismo.
Produce una acción inhibitoria de las enzimas citocromo P450 (CYP), limitando la capacidad de estas para desintoxicar los compuestos químicos extraños.
Debido al efecto sinergístico, el glifosato también potencia y aumenta los efectos dañinos de otras sustancias químicas y las toxinas ambientales a las que podría estar expuesta la persona.
Produce además, deficiencias nutricionales, ya que el glifosato atrapa ciertos nutrientes y altera la composición nutricional de los cultivos tratados.
Se altera la biosíntesis de los aminoácidos aromáticos (estos son aminoácidos esenciales que no son producidos en el cuerpo sino que se obtienen de los alimentos) y la formación de neurotransmisores.
Aumento en la exposición a las toxinas (esto incluye altos niveles de glifosato y formaldehído en los alimentos).
El tema de la disbiosis intestinal es extraordinariamente interesante e importante. Y aunque no podemos continuar su discusión por razones de espacio, sí es necesario señalar que cada día más se enfatiza la importancia de las bacterias en nuestro cuerpo y la alteración de la flora intestinal como una posible causa asociada a la diabetes, la obesidad y a múltiples enfermedades.
Otra de las preocupaciones que actualmente se discute es la posible asociación entre el glifosato y la disfunción eréctil. Se sabía que algunos estudios en ratas lo vinculaban con una alta toxicidad en los testículos y una disminución de un 35% en los niveles de testosterona (Clair, 2012). Sin embargo, la discusión continúa y en una publicación de agosto de este año se discuten 6 posibles mecanismos por los cuales los pesticidas pueden producir la disfunción eréctil (Kaur, 2015). Aunque se nos hace imposible ampliar este tema y discutir de forma profunda otros, sí es necesario dejar saber que cada día hay más estudios científicos que asocian a los alimentos GMO, al glifosato y a otros agro tóxicos con problemas de salud.
6. Las personas que están en contra de los GMO son “anti-ciencia” y los verdaderos científicos están a favor de la modificación genética de los alimentos. Falso
La realidad es que cada día más investigadores serios y responsables se unen en contra de los alimentos modificados genéticamente. Los estudios científicos que respaldan a la industria de la biotecnología son investigaciones que en su mayoría son realizadas con fondos de estas compañías o con personas que de algún modo están vinculadas a ellos, aunque en muchos casos traten de hacer ver que son investigadores u organizaciones independientes. De hecho, el más reciente y escandaloso caso es el del Dr. Kevin Folta, jefe del Departamento de Horticultura de la Universidad de Florida, recientemente reseñado en el periódico The New York Times (domingo, 6 de septiembre del 2015). El Dr. Folta se estuvo presentando como científico independiente hablando favorablemente sobre los GMO y negó que tuviera una relación con la compañía Monsanto expresando: “I have nothing to do with Monsanto”. Sin embargo, gracias a la solicitud de la organización U.S. Right to Know a través del Freedom of Information Act (FOIA), salieron a la luz pública 4,600 páginas de comunicaciones electrónicas evidenciando la relación entre ambos, el pago de $25,000, y como escribió el propio Dr. Kevin Folta en uno de sus correos el 23 de octubre del 2014: “I’m glad to sign on to whatever you like, or write whatever you like.” En otro correo luego de recibir el dinero escribió: “I am grateful for this opportunity and promise a solid return on the investment.” Además de estos correos, hay otros que provocan un mayor impacto como lo es el que demuestra que la agencia de publicidad le escribía las respuestas que él iba a contestar en un website de preguntas sobre los GMO. El Dr. Folta simplemente lo que hacía era un “copy and paste” del correo recibido y lo pasaba como sus respuestas a las preguntas recibidas en el blog. Aunque el artículo en este periódico crea una profunda preocupación, la historia en el mismo es muy limitada y no dejó ver la complejidad del problema. Según el Dr. Jonathan Latham del Independent Science News, el asunto es mucho más serio, y el Dr. Folta es solo un simple académico de un gran problema que envuelve a muchas universidades. En su escrito del 8 de septiembre de este año, el Dr. Latham profundiza en el contenido de los miles de correos electrónicos que dejan ver cómo la universidad del Dr. Folta recibió millones de dólares de compañías como Syngenta, Monsanto, Pioneer y BASF. En realidad lo que se presenta es que Folta, no actuó solo y que es un andamiaje donde participan economistas, biólogos moleculares, agrónomos y muchos otros científicos de diferentes especialidades. Él enumera en su escrito los nombres de los distintos facultativos de prestigiosas universidades como: University of California, Riverside, University of Georgia, Tuskegee University, incluyendo de las Ivy League como Cornell y Harvard. Enfatiza en particular a la profesora Nina Fedoroff de Penn State, quien entre el 2011 y 2012 fue la presidenta de la American Association for the Advance of Science (AAAS) quien apoyó las regulaciones sobre los pesticidas en la EPA. Muchos de los académicos citados en estos correos electrónicos han participado en desacreditar el trabajo de varios científicos que han presentado estudios con resultados desfavorables a los alimentos modificados genéticamente. La situación sobre los vínculos entre la industria de la biotecnología, las universidades y sus académicos es una sumamente peligrosa ya que cubre a la ciencia con un velo de beneficio económico por encima de la verdad científica llevando a comprometer su transparencia y credibilidad. La pregunta que necesariamente hay que plantear es si esa intervención de las compañías de la biotecnología en las universidades también está ocurriendo en Puerto Rico y si hay algunos académicos que igualmente defienden la seguridad de los GMO debido a beneficios económicos.
Las estrategias que utilizan las distintas compañías para ganar el favor del público son muchas. Como hemos visto, por un lado, le pagan a científicos “independientes” para que hablen a favor de los GMO y por otro lado, desacreditan a los que presentan investigaciones en contra de sus productos. Además, continúan brindándole grandes sumas de dinero a universidades y centros de investigación, mantienen la asociación con grupos profesionales auspiciándole sus convenciones y eventos, invierten gran presupuesto en relaciones públicas (utilizan los medios de comunicación para pasar entrevistas “objetivas” a favor de los GMO) y hacen donaciones a organizaciones comunitarias para ganar la simpatía popular. De todas estas formas de forzar para hacer ver “lo bueno” de sus productos, posiblemente las dos más preocupantes son la inversión millonaria a las universidades y centros de investigación y la desacreditación de los científicos que presentan sus investigaciones con resultados adversos al glifosato o a los GMO. La realidad es que la aportación monetaria que hacen estas compañías a los centros académicos lleva a silenciar a muchos profesionales y a evitar que se produzcan denuncias que pongan en riesgo la pérdida de los fondos económicos. Además, se sabe que cuando se reciben las aportaciones económicas, la mayoría de las investigaciones que se realizan resultan siempre a favor de los intereses de las compañías que donan el dinero. De igual forma, la desacreditación de los científicos provoca que menos investigadores se lancen a hacer estudios sobre este tema ya que saben que pueden acabar con su reputación o prestigio profesional. De hecho, se ha hecho público que Monsanto tiene un departamento que trabaja con este objetivo y de igual forma, se especula que distintas compañías de biotecnología transgénica tienen activistas para que entren a las redes y foros sociales para contrarrestar la información que se presente en contra de los GMO. Existen varios casos de reconocidos científicos como el Dr. Putzai, el Dr. Chapela, el Dr. Seralini, y muchos otros, quienes han vivido una fuerte campaña de desprestigio profesional una vez han presentado estudios adversos a los GMO. Pasemos a conocer uno de los que más atención ha tenido, el del Dr. Seralini.
El caso del Dr. Seralini, biólogo molecular de la Universidad de Caen en Francia, es muy importante porque es de los pocos estudios que se han hecho a largo plazo (24 meses). Él investigó sobre el maíz modificado genéticamente producido por Monsanto y los efectos del herbicida Roundup en diferentes dosis. Los hallazgos de su estudio demostraron serios efectos tóxicos en hígado y riñones y un aumento en el crecimiento de tumores. En resumen, los signos de toxicidad que reportaba el estudio de Monsanto a los 90 días y que la European Food Safety Authority (EFSA) determinó como “biológicamente no significativos”, se convirtieron en serios daños a los órganos, cáncer y muerte prematura a los 24 meses en la investigación de Seralini. Su estudio fue publicado en la revista científica Food and Chemical Toxicology en el 2012, pero luego de casi un año, la junta editora de la revista decidió eliminar o “retracted” el estudio. La razón que dio la revista para tal acción es que el estudio no era “concluyente”. Esta acción de la revista conmocionó a gran parte de la comunidad científica sobre todo porque el código de ética por el que se rigen las revistas científicas NO da como motivo para retirar un estudio el que no sea “concluyente”. Es importante aclarar que el estudio no se eliminó por información falsa, problemas de metodología, estadísticos o éticos como señalan los activistas a favor de los GMO. De igual modo, es necesario recalcar que la cantidad de ratas utilizadas en el estudio del Dr. Seralini era la misma cantidad que utilizó Monsanto en su investigación. Además, Seralini utilizó el mismo tipo de ratas del estudio de Monsanto. De hecho, tanto el tipo de ratas como la cantidad son parte del protocolo aceptado en estudios de toxicología como era la investigación de Seralini. Es importante aclarar que el estudio del Dr. Seralini no era una investigación de cáncer que sí requería una muestra mayor u otro tipo de ratas. Este punto en particular ha sido utilizado por las personas que están a favor de los GMO con el propósito de confundir y restarle credibilidad e importancia a los hallazgos de esta seria investigación. De todos modos, es necesario dejar saber que al fin y al cabo salió a relucir que la decisión de la revista de retractar el estudio ocurrió luego que un empleado de Monsanto, el Sr. Richard Goodman, llegara a la Junta Editora como Editor Asociado. La investigación del Dr. Seralini fue luego publicada en una revista científica “peer review”, Enviromental Sciences Europe, luego de tres rondas de estrictas revisiones.
Son muchos los científicos y distintas personas de la comunidad (artistas, educadores, agricultores y de diferentes áreas de la sociedad) que están a favor de la ciencia, pero en contra de los GMO. Apoyan la ciencia, pero solo cuando la misma está al servicio de la salud y el bienestar de las personas. No apoyar una ciencia que favorece los intereses económicos de unas compañía en deterioro a la salud de las personas, los animales y el ambiente, es en modo alguno ser una persona ”anti-ciencia”. Más bien se trata de afirmar el elemento ético en la práctica de la ciencia de modo que la misma sea siempre al servicio y en pro del bienestar de todos en la sociedad. Como diría el Dr. Andrés Carrasco, biólogo molecular fallecido hace un año, quien investigó y denunció el daño del glifosato y los GMO: “Nada justifica el silencio cuando se trata de la salud pública”.
Pasemos ahora de forma breve, a discutir estos últimos 4 mitos para poder tener una comprensión amplia del impacto de los alimentos modificados genéticamente.
7. Los alimentos modificados genéticamente han sido creados con el interés de resolver el problema del hambre en el mundo. Falso
Aunque la industria de la biotecnología ha planteado por décadas que trabajar con el hambre en el mundo es su razón principal para la creación de la modificación genética de los alimentos, la realidad confirma que esa afirmación no es cierta. El problema del hambre en el mundo es uno complejo que ciertamente no tiene que ver con una actual escasez de alimentos, sino con la distribución y el acceso al mismo. Los cálculos evidencian que verdaderamente se produce suficiente comida para alimentar a la población actual. De hecho, se estima que una tercera parte de la comida que se produce termina en los zafacones. Sin embargo, el problema no es de producción de alimentos, sino de distribución de la comida. Además, hay que señalar que la mayor parte de los alimentos modificados genéticamente no se utilizan para alimentar a las personas que sufren de hambre, sino para la producción de combustible. El segundo uso que se le dan a estos alimentos es para alimentar a los animales que luego entran a la industria de las carnes y pescados (reses, cerdos, pescados “farmed” y otros) y para producir la comida de nuestras mascotas (la mayoría son a base de maíz y soya modificada). En tercer lugar se utilizan para la producción de cereales y en la confección de comida procesada que se consume, no en los países pobres, sino en los países de primer mundo que precisamente sufren de serios problemas de obesidad.
De acuerdo al Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el 80% de la comida procesada contiene ingredientes transgénicos. La mayoría de las personas consumen estos productos sin idea alguna de que contienen ingredientes modificados genéticamente. En la actualidad, sobre el 90% de los siguientes alimentos están modificados genéticamente: el maíz, la soya, la canola, el algodón y el azúcar de remolacha. La papaya, la alfalfa y el zuchinni también están modificados aunque en menor proporción. La comida procesada que contienen ingredientes GMO son: las fórmulas infantiles, los refrescos carbonatados, los cereales, los panes, las barras de cereales (muchas de ellas se venden como “healthy”), los productos de bolsitas, las galletas, los dulces y algunos alimentos enlatados y congelados. Para evitar los transgénicos es importante leer las etiquetas de los alimentos y buscar en la parte de los ingredientes si aparecen estos alimentos o derivados de ellos como: el aceite de maíz, el High Fructose Corn Syrup y la dextrosa (derivados del maíz), la proteína de soya, la lecitina de soya (derivada de la soya), el aceite de canola y el algodón o sus derivados. Aunque es indispensable que las personas reduzcan la ingesta de comida procesada y compren más alimentos frescos, si va a consumir productos procesados debe preferir los que estén certificados como USDA 100% orgánicos. También pueden buscar el reclamo en la etiqueta de “NON GMO Project Verified”, que es de una organización seria que con su sello certifica que el producto no contiene ingredientes modificados genéticamente.
8. Tanto los agricultores como la agricultura están mejor con las semillas modificadas genéticamente. Falso
El uso de las semillas modificadas ha traído un dramático aumento en el uso del herbicida Roundup. El uso de los agro tóxicos no solo afecta la salud de las personas, sino del propio suelo reduciendo su fertilidad, provocando el surgimiento de nuevas plagas y creando problemas adicionales como las “súper malezas” debido a que la hierba misma ha desarrollado tolerancia a los herbicidas. El problema real de las “súper malezas” ha llevado a significativas pérdidas de distintas cosechas. Además, la exposición a este herbicida, aumenta el riesgo de enfermedades en los propios agricultores. En el Salvador, los problemas renales de causa desconocida es la segunda causa de muerte en los varones que son quienes más participan en la agricultura. En Sri Lanka, la enfermedad renal ha llevado a más de 20,000 personas a la muerte y la hipótesis inicial de la asociación con el glifosato cobra fuerza con un estudio publicado recientemente en la revista científica Enviromental Health (Jayasumana, 2015). Tanto en El Salvador como en Sri Lanka el glifosato ha sido prohibido. Estudios clínicos también han reportado niveles elevados de glifosato en la orina de la familia de los agricultores que asperjan sus terrenos con este herbicida (Message, et. al, 2012) lo que tendría serias consecuencia a la salud en todos los miembros, particularmente en los menores (ver el breve y conmovedor video del fotógrafo argentino, Pablo Ernesto Piovano: “El costo humano de los Agrotóxicos“). Además, es indispensable plantear la siguiente pregunta: ¿cómo los agricultores pueden estar mejor con estos cultivos GMO en donde no se les permite utilizar las semillas resultado de sus propias cosechas y se les obliga a comprar constantemente nuevas semillas a compañías como Monsanto y si no lo hacen son demandados? En el 1913 el 100% del maíz estaba en manos de los agricultores, sin embargo, los datos reflejan que para el 2012 el 95% de las semillas de este grano estaban en manos de las corporaciones de biotecnología.
Finalmente, hay que señalar que los cultivos transgénicos también han producido serios daños a los agricultores de semillas naturales ya que el maíz modificado ha contaminado cultivos convencionales. Debido a los dictámenes del Tribunal Supremo y a cuestionables determinaciones judiciales, son los propios agricultores los que tienen que evitar este tipo de contaminación (aunque las semillas sean de Monsanto) y en caso de ocurrir tienen que compensar a la compañía.
9. Tenemos que promover los GMO ya que esta tecnología genera siempre una mayor producción sin afectar el ambiente. Falso
Los defensores de los GMO han reclamado que las semillas modificadas genéticamente tienen una mayor producción que los cultivos convencionales. Y aunque en un principio esto era lo que se creía, la realidad es que con el paso del tiempo se ha encontrado que no es así. Los registros indican que en ocasiones los cultivos GMO han producido una mayor cantidad de cosechas, pero que en otras ocasiones, la agricultura orgánica agroecológica los ha superado. Sin embargo, hay en este mito dos preguntas relevantes. La primera: ¿cuál es la importancia de que se pueda producir un poco más en algunas instancias si lo que se cosecha tiene un menor valor nutricional o está llenos de residuos de pesticidas que enferman o contiene genes modificados que pueden pasar a nuestra sangre y que muchos estudios demuestran riesgos a la salud? Y la segunda: ¿cómo podemos promover un tipo de agricultura que contamina los cuerpos de agua con los residuos de los agro tóxicos, va creando suelos más estériles por el uso de los herbicidas, y va afectando todo el ecosistema resultando en consecuencias tan serias como la muerte de las abejas?
El desarrollo de una agricultura agroecológica que toma en consideración proteger el medio ambiente y que busca la producción de verdaderos alimentos nutritivos debe ser el norte de todo país que verdaderamente le preocupe la salud de los suelos, los cuerpos de agua y el bienestar de los animales y las personas.
10. La producción de alimentos orgánicos a través de la agroecología es necesaria y es la mejor forma de trabajar con el problema del hambre en el mundo. Cierto
Cuando se habla de la agroecología muchos ignoran este concepto y se preguntan cuál es su significado dentro de la agricultura. Para explicar qué es la agroecología lo primero que debemos decir es que es una ciencia y que, por lo tanto, trabaja con resultados científicos para aplicarlos de forma responsable a la agricultura y a la producción de alimentos. La agroecología practica la aplicación de principios, conceptos y conocimientos ecológicos al estudio, diseño y manejo de los agro ecosistemas sustentables. Se considera la mejor forma de aplicar un conjunto de soluciones para trabajar precisamente con la crisis y las presiones que enfrenta la agricultura de este siglo 21. La agroecología tiene un objetivo pragmático que lleva a cabo armonizando las situaciones particulares de los terrenos y los contextos sociales, ambientales y económicos particulares de cada lugar en donde se están cultivando las semillas para lograr una producción de alimentos saludables y sostenibles. Esta es una forma de agricultura que inserta los conceptos científicos y ambientales como, por ejemplo, la necesidad de los policultivos y la rotación de los mismos para lograr una mayor producción de alimentos y a su vez, una mayor diversidad de especies que ayuden al control de plagas que son enemigos naturales. De esta forma, se eliminan los agro tóxicos y se buscan modos de resolver los problemas agrícolas con soluciones que no tengan efectos nocivos al ambiente, a los suelos o a las personas. Es por eso que la agroecología provee una mayor resiliencia y menores riesgos frente a las cambiantes condiciones ambientales mientras se cultivan alimentos con mayor densidad nutricional, libres de pesticidas que afectan la salud de las personas y de los animales.
La agroecología es apoyada por múltiples organizaciones internacionales. Una de ellas es la Organización de las Naciones Unidas. Esta organización presentó a través del Informe de la Evaluación Internacional de las Ciencias y Tecnologías Agrícolas para el Desarrollo (IAASTD), un documento que recoge un profundo análisis sobre la situación del hambre en el mundo y la forma de lidiar con este serio problema. Este programa de la ONU tiene como función principal proporcionar opciones políticas para determinar en qué forma el conocimiento, las ciencias y las tecnologías agrícolas pueden ayudar a disminuir el hambre y la pobreza, mejorar los medios de subsistencia rural y la salud humana, y facilitar un desarrollo equitativo, ambiental, social y económicamente sostenible. Este informe fue realizado por más de 400 científicos y expertos en desarrollo de más de 80 países. La investigación estuvo patrocinada por cinco agencias de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. Los resultados de la IAASTD fueron aprobados en un Plenario Intergubernamental en abril del 2008. El informe concluyó que la agroecología es la mejor forma para trabajar con el hambre en el mundo y lograr una protección del ambiente con producción de alimentos nutritivos que mejoren la salud de las personas mientras se mantiene una producción sustentable.
Actualmente, existen países en el mundo donde toda la agricultura que se produce es de forma agroecológica. Uno de ellos es Buthan, un pequeño país entre China e India que ha dado unos pasos gigantescos a favor de la salud ambiental y de las personas. Las decisiones políticas de este país se basan en la búsqueda de la felicidad, la salud y la calidad de vida de sus habitantes. De hecho, en vez de medir el ingreso neto, los índices que miden son a base de la Felicidad Bruta Nacional (FBN) y la Felicidad Bruta Interna (FBI). Se tiene una visión integral de la salud, y las decisiones y políticas del gobierno van dirigidas a priorizar el bienestar por encima de las ganancias económicas.
En Puerto Rico también existen varias iniciativas en la agroecología con un grupo de personas que conjugan el conocimiento con el amor a la tierra y la responsabilidad ética en la producción de alimentos. Entre estos podemos mencionar a: Ian Pagán con su “Proyecto el Josco Bravo” en Toa Alta, Daniella Rodríguez Besosa con “Siembra tres vidas” en Aibonito, Raúl Rosado con “Desde mi huerto” en Patillas, Feyo Pérez con “Proyecto Agroecológico Siembra para todos” en Utuado, y muchos otros que se han inspirado a trabajar la tierra. Las cosechas de estos agricultores y agricultoras se venden en los mercados orgánicos los primeros y terceros domingos de mes en la Placita Roosevelt, todos los sábados en el Viejo San Juan, y en muchos otros lugares. Hacer el hábito de comprar alimentos libres de pesticidas, no solo redunda en un apoyo a este tipo de agricultura de beneficio al medio ambiente, sino que tendrá extraordinarios efectos positivos en la salud física, mental y social de las personas en nuestro país.
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Para información sobre el glifosato y cómo hacerse las pruebas para conocer los niveles en orina, agua potable y leche materna: aquí. Para hacer la orden y detectar los niveles de glifosato: aquí
Fuente: 80 grados
Last modified: 13/10/2015
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Mitos y verdades sobre los alimentos modificados genéticamente (GMO)