Written by | Panamá

Quienes conformamos Luna Llena hemos estado en peregrinación. En abril, Cebaldo estuvo en París y luego nos contó los recuerdos que la Ciudad Luz le traían de su amigo, el poeta kuna Aristeydes Turpana. Ani por su parte y en el norte de América, acondicionó su caballito de cuatro llantas y se fue a cruzar de este a oeste el continente, …sin olvidar sus pinceles para las ilustraciones de cada Luna. En lo que a mi corresponde, anduve por el puerto de Paita, en la costa norte del Perú, en un viaje que también tuvo un hado de peregrinación y que aquí deseo relatar.

Llegué a las cercanías de Paita justamente un día del plenilunio. Quiso el azar que sea así porque en el Perú no hay luna más famosa que la “Luna de Paita”. Pero yo iba en busca de una estrella, la estrella de Manuelita Sáenz.

¿Qué cómo supe de ella? Fue a través de Eleodoro, mi padre, a quien vi estudiar con atención a Bolívar, asistir a las sociedades bolivarianas del Perú y luego de Panamá, escribir sobre él extensos artículos en La Estrella de Panamá en los años ´70 y ´80, y, junto con mis hermanos, lo escuché narrar tanto sobre el Libertador. Manuela Sáenz – “Manuelita” –, con frecuencia estaba ahí.

En Paita, donde vivió Manuelita Sáenz. “Fueron 21 años los del exilio, en una casa humilde que aún existe…”

Ella nació en Quito un 17 de diciembre (1797), pero siempre dijo que aunque nacida bajo la línea ecuatorial, su patria era “todo el continente americano”. Desde joven diversas experiencias fueron formando su conciencia y desde antes de conocer a Simón Bolívar, era una convencida activista de la independencia americana. Estando en Lima en 1820, junto con Rosita Campuzano, natural de Guayaquil, arriesgó su vida “…para filtrar información sobre los avances de José de San Martín desde el sur hacia el Perú y de Bolívar desde el norte. Por estas acciones ambas fueron galardonadas con la Orden del Sol del Perú”, nos indica la historiadora ecuatoriana Jenny Londoño.

Con Antonio José de Sucre participó después en los preparativos de la batalla de Pichincha (24 de mayo de 1822). Al mes siguiente, el triunfante ejercito independentista entra a Quito con Sucre y Bolívar al frente, y en medio de los festejos Manuela conoció al Libertador… y se fue con él. Ella era casada, en matrimonio arreglado, por no decir obligado, por su padre con un socio comercial suyo. En realidad el asunto fue al revés de como lo cuentan: Bolívar, viudo desde joven, fue el amante de Manuela.

Ocho años duró esta relación, hasta la muerte de él, con las cumbres, planicies y acantilados propios de toda relación intensa. Ella supo acompañar y engrandecer a Bolívar participando incluso en el frente de batalla, en Ayacucho (9 de diciembre de 1824). Hasta le salvó la vida en alguna oportunidad: “La Libertadora del Libertador”, así fue llamada en vida Manuelita.https://www.youtube.com/embed/v_BPWYYZ5cM?wmode=opaque&enablejsapi=1

“Ya desde antes Bolívar había sido calumniado pero Manuela nunca traicionó su memoria – “Vivo lo amé, muerto lo venero”, solía decir.”

Ilustración de Ani Ventocilla King

Pero, era mujer, había nacido de una relación ilegítima entre dos personas de la clase alta de Quito (siendo enviada a crecer en un convento, del que también se escapó), dejó al marido que no quería mandándose a mudar con otro… y todo esto en el siglo XIX. Como era de esperar, su papel en la independencia de España fue ninguneado.

En 1830 cabalgaba a toda prisa de Quito a Colombia para encontrarse con Bolívar,  enfermo y moribundo, cuando recibió el aviso de que su amado había fallecido. Ya desde antes Bolívar había sido calumniado pero Manuela nunca traicionó su memoria – “Vivo lo amé, muerto lo venero”, solía decir. Esto le trajo difamación, persecución y exilio. “La que cargó el acumulado de rencores de los opositores de Bolivar, fue Manuelita”, me dijo en un correo el amigo historiador de la Universidad de Panamá, Francisco Herrera.

Terminó Manuelita exiliada en Paita, un pequeño puerto pesquero que en esos tiempos era el poblado costero peruano más cercano al Ecuador. Fueron 21 años los del exilio, en una casa humilde que aún existe, abandonada por quienes no quisieron ayudarla. Sin poder volver a su Quito natal, subsistió de la venta de dulces, bordados, tabaco y de ocasionales servicios de traducción. Parte de esos años los pasó entre una mecedora y una hamaca tras un accidente que la dejó postrada.

En 1856 se desató una epidemia de difteria en Paita y entre las víctimas estuvo Manuelita. Fue enterrada en una fosa común en el cementerio municipal, lugar que en mi viaje también quise visitar. Sus pertenencias fueron incineradas llevándose el fuego un baúl que ella atesoraba, con documentos y cartas del Libertador – cartas que ella no había dejado de releer.

Nunca fue posible encontrar y honrar sus restos. El 2010, durante la conmemoración de la independencia de Venezuela tierra del antiguo cementerio de Paita fue llevada a Quito y a Caracas. Esos sus restos simbólicos fueron trasladados por vía terrestre desde Paita atravesando Ecuador, Colombia y Venezuela, hasta Caracas. Ahí reposa Manuelita finalmente junto a Bolívar que siempre la quiso a su lado.

En el antiguo Cementerio Municipal, presentándole una rosa a nombre de Luna Llena. “Donde estés Manuelita, llegue a ti nuestro abrazo mayor lleno de respeto y gratitud…”

Dónde menos uno se imagina, los pueblos resguardan la memoria histórica. Cuando esta es conocida y valorada, es extensa y detallada – hasta efervescente cada vez que resurge. Otras veces la memoria histórica es pequeñita, anda por aquí y por allá en pedacitos, como escondida, en manos de personas interesadas. Pero ella, la memoria, se las arregla para perseverar, incluso a contracorriente: así ha pasado con Manuelita. 

No quiero que estas líneas sean una breve crónica triste sobre una mujer valiosísima pero maltratada. Suelto esta botella a la mar con la Luna Llena dentro, con la certeza de que a almas jóvenes llegará y curiosidad les despertará por saber más de Manuela Sáenz. Uno intuye que el recuerdo de una persona así de grande solo puede seguir creciendo.

Donde estés Manuelita, llegue a ti nuestro abrazo mayor lleno de respeto y gratitud. Porque tú fuiste y eres una y única, entre los grandes espíritus humanos que forjaron la independencia americana.

Jorge Ventocilla


Mayo de 2022.

Fuente: www.inawinapi.com

Last modified: 17/05/2022

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