La antropóloga feminista cubana Aída Bueno Sarduy recupera mitos africanos que han perdurado en la tradición oral afrodescendiente en Cuba y Brasil. Hoy presenta su corto ‘Guillermina’ en La Casa Encendida
Borrar de la historia los nombres de las mujeres afrodescendientes cuya referencia espiritual orienta la acción feminista es un hurto. Rebelarse a esta tendencia implica aprender a escuchar. Aprender a escuchar y captar el hilo que teje las historias que recupera Aída Bueno Sarduy, derivadas de la persecución, de la esclavitud y de la deshumanización con la que se trató a mujeres y hombres afrodescendientes, pero también de sus resistencias y capacidad de reinvención, es aprender a captar los límites de las propias creencias y advertir la necesidad de dialogar y encontrarnos.
La antropóloga feminista cubana estará hoy a las 19 horas en La Casa Encendida en Madrid, en un encuentro organizado por la Asociación de Mujeres de Guatemala, dentro del Ciclo Mujeres contra la impunidad. En el acto, la también realizadora de cine documental presenta su corto ‘Guillermina’.
El objetivo del encuentro: rescatar el aporte de mujeres que comenzaron a organizarse en los barracones de esclavos para alimentar, a la vez, el cuerpo y la esperanza de libertad. Y de este modo, tal vez, apelar a nuestra capacidad de dialogar en igualdad con otras culturas y de abrirnos a otros horizontes mentales y de creencias igualmente valiosas para dotar de sentido la existencia humana.
Aída Bueno Sarduy es doctora en antropología social y cultural con especialidad en antropología de la religión por la Universidad Complutense de Madrid. En su tesis doctoral investiga una “casa de santo” del Xangô de Recife. Ha cursado estudios avanzados sobre relaciones raciales y cultura negra en Rio de Janeiro y ha estudiado las culturas afroamericanas en Latinoamérica. Recibió a AmecoPress el viernes 21 de febrero y nos dio la oportunidad de preguntar y escuchar sin apuro acerca de las contradicciones de un sistema que “no tiene arreglo” y de “otras maneras de ser y de vivir”.
¿Qué le ha parecido la decisión del Tribunal de Estrasburgo avalando las “devoluciones en caliente”?
Ojalá hubiera sido una sorpresa. Pero pienso desde hace tiempo que si la Convención de Ginebra de 1951 no ha sido revocada es porque a lo mejor a muchos gobiernos les da un poco de vergüenza, descaradamente, “desapuntarse” de los derechos humanos. Esos derechos se crearon pensando en los europeos y cuando han tenido que abrigar a otros -africanos y asiáticos- ha sido siempre complicado extender ese paraguas.
Va a presentar el documental ‘Guillermina’ en Madrid (fue estrenado en el festival de Nueva Orleans). ¿En qué temas indaga?
El documental parte de los recuerdos de un niño blanco, perteneciente a una familia pudiente, acerca de la mujer negra que lo crio en su primera infancia, en la Cuba de los 40. Una historia que muestra sin concesiones la dureza de unas relaciones basadas en el poder y la discriminación racial, mientras cuestiona por qué una relación basada en el amor y la complicidad no es capaz de imponerse al prejuicio. No es un caso particular, se ha repetido tantas veces en nuestro continente, que no ha sido capaz de remover los prejuicios raciales. ‘Guillermina’ profundiza en muchas contradicciones, desde el comienzo de la esclavitud y la formación de estas naciones que todavía siguen montando toda su estructura jurídica, epistemológica y de todo tipo en un andamio profundamente racista.
¿De qué nos avisa cuando insiste en afirmar que este sistema no es reciclable?
Insisto en la idea de que, por la experiencia que tuvimos como mujeres cuyas ancestras fueron esclavizadas, tenemos dudas bastante fundamentadas de que estos Estados democráticos y tan de derechos tengan algún proyecto de enmienda con respecto a sus fundamentos, tremendamente patriarcales, racistas y misóginos. Por nuestra historia tenemos el derecho y la obligación de dudar de que eso pueda ser reparado. A veces es mejor tirar y hacer una casa nueva que tratar de hacer arreglos y reparar una casa que se cae por todas partes. El sistema no tiene arreglo.
Tara colonial
Los feminismos negros han sabido establecer alianzas generosas con otros movimientos y luchas (con el feminismo blanco en su defensa del derecho al voto de las mujeres, con la defensa de los derechos civiles de la población negra…) Sin embargo, todavía la presencia pública de las feministas negras es mínima. ¿Por qué?
Esa es la paradoja. Y a veces las feministas occidentales académicas se molestan cuando les decimos que venimos de otro lugar, que no estamos sólo para escucharles y obedecerles, sino también para decir otras cosas. Incluso las más osadas nos acusan de estar dividiendo el feminismo. Creo que adolecen también de la tara colonial.
¿Qué es la tara colonial?, ¿Cómo se manifiesta?
Se manifiesta en la idea de que cualquier tipo de saber tuvo que haber sido originado aquí (en Occidente) y todos los demás saberes son subalternos, inferiores. Eso les dificulta comprender muchas veces que en la escucha de otras experiencias y tradiciones a lo mejor tienen algo que aprender y que podría ayudarles a plantear, junto cualquier proyecto de emancipación feminista, cómo salimos del lugar donde estamos.
“Nuestro feminismo no es un feminismo por la igualdad de género, sino que se origina impugnando la deshumanización que se estableció legalmente sobre nuestros cuerpos”
¿Qué pueden aportar los feminismos negros a la crisis civilizatoria que vivimos?
Una mirada muy crítica y radical. Aporta el radicalismo, la idea de que hay que remover esa raíz y arrancarla en su totalidad. Denuncia que el poder, cuando ha intentado negociar cambios que no van a ninguna parte y hemos desacatado ese poder, ha utilizado siempre el mismo recurso: la violencia contra las mujeres.
El sistema nos sigue ofreciendo protección a cambio de sumisión. Con otros lenguajes y códigos, pero esa sigue siendo su propuesta. Si son buenas, las vamos a cuidar. No queremos pulseras, no queremos calles especiales para nosotras, no queremos esos espacios seguros, queremos todo el espacio seguro para todos los seres humanos.
Porque la comprensión más profunda de lo que el ser humano es hubiera sido suficiente. Nuestro feminismo no es un feminismo por la igualdad de género, sino que se origina impugnando la deshumanización que se estableció legalmente sobre nuestros cuerpos. No puede ser tibio.
Y desde ese punto de vista, hay que unir luchas.
Sí. Y enfrentar a ese poder. A veces con el riesgo de muerte como le pasó a Marielle Franco.
Usted rescata relatos y mitos que han perdurado en la tradición oral afrodescendiente de Cuba y Brasil. ¿Con qué objeto realiza ese estudio? ¿Cuáles son los mayores aprendizajes que se derivan de estas experiencias?
En esos relatos están nuestros saberes que han sido impugnados. En nuestra cosmovisión afrodescendiente hay otro origen del mundo, hay otra visión de la vida, otro sentido de la existencia, otro relato con respecto a la sexualidad… ¿Cómo no nos va a interesar?
El poder esclavista no descuidó el enseñarnos para tratar de borrar nuestro saber ancestral e imponer sus relatos de origen del mundo que no son los nuestros. Tenemos que hacer un camino de desaprendizaje de los saberes coloniales impuestos y de valores que no nos representan, que no nos pertenecen y que no son nuestro mundo.
Sin embargo, esos relatos, por ejemplo de una sexualidad más compleja y no dual, no se advierten en estos momentos en la cultura africana ni en Latinoamérica, todo lo contrario.
Tuvimos que inventar una cultura propia que no es africana y eso es difícil de entender. Nosotros, a través este tráfico, llegamos a un mundo donde fuimos extranjeros absolutos, donde no pudimos reproducir los patrones africanos de comportamiento, pero tampoco asumir los patrones dominantes. Tuvimos que inventarnos una cultura que, por las condiciones que se dieron, fue diferente. Y eso muestra que sí podemos inventarnos. Es el valor más profundo de la cultura afrodescendiente: la constatación de que podemos rehacernos.
Sexualidad compleja y libre
¿Qué variables incluyen esos relatos con respecto a la sexualidad, basados en una perspectiva más compleja?
Lo primero es que hay una celebración del erotismo en todas sus manifestaciones. El cuerpo es divino y es humano a la vez. Y las divinidades que reconocemos como propias habitan en determinadas ocasiones y bajo determinadas circunstancias nuestro cuerpo y se aprovechan de nuestro cuerpo y sexualidad para expresarse eróticamente. Esto está en las antípodas del planteamiento judeocristiano con respecto a una sexualidad exclusivamente reproductiva que va más allá presentando que el deseo de las mujeres por el pecado pertenece a los hombres. Esto no tiene otra alternativa que ser tremendamente violento.
Entonces, en su trayectoria no hay tanta diferencia entre hombres y mujeres.
No. De hecho hay una cuestión tremendamente interesante. A la vez que la vida humana acontece hay cambios biológicos, físicos, que permiten superar algunas intervenciones. Por ejemplo, algunas limitaciones que las mujeres tienen en nuestras religiones para tratar con las cosas sagradas están referidas a la menstruación, al compromiso con la reproducción. Pero esto pasa, no es permanente en el cuerpo de las mujeres. Y en ese momento se abre un abanico de posibilidades porque esas mujeres pueden ser, ritualmente, hombres. Es otro mundo.
El panteón Yoruba está plagado de mitos donde los dioses tienen una sexualidad compleja. Se travisten, tienen relaciones sexuales diversas según el momento o con relación a quien pueden ser: masculinos o femeninos. Las relaciones de género que suelen darse en él no son opresivas, como las conocemos en la familia patriarcal. Este ambiente no es hostil a las mujeres. Pero tampoco a los hombres, ni a los homosexuales, ni a los bisexuales, ni tampoco a los blancos que pertenecen a la comunidad como “hijos del santo”.
¿De qué mitología estamos hablando?
Mitos de Jemanjá, mitos de Oshumn… es una lástima que las generaciones de jóvenes europeos con acceso a la educación pública no se les ponga ante estos conocimientos. Es un hurto.
¿Qué es para usted la espiritualidad y por qué le interesa?
Porque es algo consustancial en nuestras cosmovisiones. Sin la espiritualidad no hay vida. Sin la fuerza que nos transmiten los elementos de la naturaleza, pero también los muertos, los espíritus con los que convivimos, no tiene sentido nuestra existencia. Participamos de esa espiritualidad que vivimos de una manera normal, cotidiana, porque además en estas religiones la casa es el templo. Sin esa transmisión no tiene sentido nuestra vida. Somos un pueblo que recibe “recado de santo”, es decir, estamos en un estado de recepción de lo que tienen que decirnos (los dioses y espíritus), intentamos pisar por donde ellos pisaron para, desde esos lugares, mirar otros horizontes. Y cantamos, bailamos, hacemos comidas para decirles que ellos no van a morir porque en nuestra filosofía los dioses necesitan a los seres humanos para sobrevivir, no tienen existencia propia y tenemos que hacernos cargo de ellos.
Dicen que cuando los seres humanos profundizan en su propia espiritualidad se encuentran. ¿Cree que es tan diferente el sentido de su vida y el de la mía?
Es muy diferente lugar del que venimos y eso nos ha hecho mujeres distintas, con distintas trayectorias, relatos, horizontes y expectativas. Eso no quiere decir que no podamos y debamos conversar.
Y nos tenemos que enfrentar a la muerte, igualmente.
Exacto. Lo que pasa es que para nosotros también es diferente todo el dispositivo cultural, mítico y simbólico con respecto a la muerte. Porque para nosotros, que venimos de tradiciones sin trascendencia, la muerte no es algo tan terrible y además, todos sabemos que vamos a morir y si hemos vivido la vida más plena en este mundo, está cumplido el sentido de la existencia y no tenemos que preocuparnos por lo que pase más allá de la muerte, no hay que preocuparse por trascender, sino por vivir en este mundo la mejor vida posible, porque este es el mejor lugar para los seres humanos, este es el lugar al que los dioses añoran regresar. Nosotros no tenemos en nuestras referencias culturales la idea de que este mundo está tan podrido y no sirve para nada que hay que inventar otro mundo aparte. Fíjate si es diferente. Todos los dispositivos de nuestras religiones, todos los vehículos de comunicación entre las divinidades y los seres humanos están concebidos para hacer mejor la existencia de los seres humanos aquí, no hay un requerimiento de trascendencia y eso cambia mucho las cosas.
Avance del movimiento feminista en el mundo
En el 2018 el movimiento feminista se hizo muy visible en todo el mundo. ¿Cree que se está produciendo un despertar de las conciencias o que son cosas distintas?
Ojalá que sea fruto de un despertar, lo deseo profundamente. Tengo mis reservas con respecto a si también es otra moda, o también otra propuesta del capitalismo para consumir, para vender chapas, camisetas, pegatinas en los ordenadores…como las que llevan mis alumnas…Me temo que las mujeres negras cuando tenemos cierta edad nos ponemos un poco quisquillosas y desconfiadas. Me temo que va ser una moda e incluso una comercialización del deseo de igualdad. Pero igual no habría que ser tan pesimista, (ja)
¿Qué indicadores tendríamos que tener para hablar de despertar?
Creo que una señal bastante inequívoca de ese despertar es que cuando nos despertemos el 9 de marzo todos entenderíamos que es inadmisible e inaceptable soportar que las mujeres inmigrantes y españolas que trabajan en el servicio doméstico lo hagan en un régimen especial, que sea impensable la brecha salarial, que sea inconcebible que cuando estudias y cumples los requisitos, la pregunta definitiva sea si tienes ovarios… Esos serían indicadores bastante confiables. Si se trata de salir a bailar a las calles con batucadas con letras feministas yo les deseo lo mejor, no tengo nada que criticarles, nosotras venimos de una cultura en la que bailamos mucho, pero la emancipación es otra cosa.
Usted es profesora en la universidad. ¿Cómo ve a la gente joven?
Los veo interesados. Tienen un sentido de la responsabilidad, saben que están en la obligación de luchar. Es cierto que tengo un magisterio privilegiado de alumnos y alumnas que vienen con muchas presiones y hacen con devoción las tareas. Y entienden que algo no anda bien y eso para mí es lo más optimista que veo, se han dado cuenta, incluso ellos que están en un lugar de tantísimo prestigio y privilegio, se dan cuenta de que algo anda muy mal.
¿Despertar y darse cuenta que las cosas no van bien es más fácil en un barracón que en una habitación propia?
En el barracón no tienes mas alternativa que ver el techo que te queda a dos dedos de tu cabeza. No hay ventilación, no hay apenas oxígeno. Es una preocupación por la preservación de la vida, ante todo. Si ahí no lo ves, si no tienes conciencia de que como ser humano no puedes permitir que otro ser humano que vive arriba de tu techo, a tres de dedos de tu cabeza, te mande por una trampilla los desechos de su comida para que tú te puedas alimentar, si tú ahí, cuando ves a tus hermanos y hermanas lacerados en un castigo porque han sido capaces de levantar la vista y mirar los ojos de su amo, si tú ahí, en ese lugar no comienzas a entender, estás perdida. Una habitación propia es un espacio que no hemos tenido.
¿Qué piensa del crecimiento de la ultraderecha, en todo el mundo y en los espacios más aparentemente inesperados?
En todos los grupos humanos hay desertores y traidores. Y algo más triste, hay gente que no sabe de dónde viene y por qué está en este mundo. Hay que mirarlos con compasión y ojalá algún día encuentren sus referentes. Pero no nos vamos a detener en esto porque estamos haciendo nuestro camino. Y el poder está especializado en la seducción, especialmente de los oprimidos.
“Cuando las feministas académicas occidentales, cuyos trabajos conocemos y hemos estudiado, piensan que su experiencia nos cubre automáticamente, como si fuera universal, no lo podemos consentir”
En la educación y en la transmisión del conocimiento necesitamos incluir y nombrar a mujeres, también mujeres afrodescendientes. Rescátenos a algunas, por favor, aunque sea difícil seleccionar.
Rescataría a todas y cada una de las mujeres del candomblé brasileño, pero por mencionar a algunas… Inês Joaquina da Costa, cuyo nombre religioso fue Ifá-Tinuké. Procedente de la esclavitud, con el dinero que recibe de sus amos por determinados servicios, compra un terreno en la ciudad de Recife y planta la casa matriz donde comienza a organizar una de las primeras comunidades afrorreligiosas más importante del estado de Pernambuco.
Lídia Álves da Silva, una mujer extraordinaria que cuando se suspende la posibilidad de hacer culto a los orishas se planta con sus hijas delante del Palacio de Goba para exigir el derecho a la libertad de culto. Recibió el primer permiso para dar la oración.
También quiero rescatar a muchas mujeres, de las que he conocido sus expedientes judiciales, que fueron a la justicia para lograr su libertad y la de sus hijos e hijas. Todas nos iluminan, las que lo consiguieron y las que no. Tanto en Cuba como en Brasil fueron más las mujeres las que aprovecharon esta grieta para luchar por tener un cuerpo propio, no ya una habitación propia.
Cuando las feministas académicas occidentales, cuyos trabajos conocemos y hemos estudiado, piensan que su experiencia nos cubre automáticamente, como si fuera universal, no lo podemos consentir.
Pero se puede dialogar
Es imprescindible ese diálogo. De la misma manera que nosotras feministas afrodescendientes escuchamos a las feministas indígenas que nos hablan de una perspectiva del feminismo que no es tan propia de nuestra traición, como es la perspectiva ecológica, y aprendemos de ellas. Es otra disposición.
Por: Gloria López
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por AMG, realizadas por Shirley Reynozo
Last modified: 03/03/2020