La actitud dócil asumida por la OEA, la que el día de ayer manifestó “su firme intención de trabajar en el futuro con las autoridades electas de Honduras” demuestra que a pesar de sus dudas sobre el proceso, manifestada en múltiples ocasiones, no se ha convertido en un impedimento para aceptar el gobierno espurio que surge de un fraude electoral preparado de antemano, con el asesoramiento de estrategas en materia de hackeo y adulteración de resultados a través de apagones cibernéticas.
Definitivamente los casos de Haití (2016) y Honduras(20170 forman parte de los anales de la historia de los fraudes en América Latina, sumados al legado de dictaduras militares que sacudieron el continente, especialmente en el período denominado como la “guerra fría”.
El mensaje es claro para las elecciones presidenciales en Costa Rica, Paraguay, México, Colombia, Brasil y Venezuela, además de los comicios parlamentarias en Perú y El Salvador. No importan los resultados electorales sino quien recibe el reconocimiento de los Estados Unidos y la Unión Europea.
La narrativa de los derechos humanos ha entrado desde el arribo a la Casa Blanca de Donald Trump, en un severo retroceso, donde los “negocios” son más importantes que cualquier responsabilidad moral.
Queda claro que los famosos Acuerdos de Cartagena, les fue sustraída su esencia “democrática” y convertido en una simple salida política destinada a la crisis surgida por el golpe de estado del 2009, el que fue perpetrado con la venia de la administración Obama-Clinton.
Honduras en los últimos 8 ha años padecido de un estado fallido, incrementado por la simbiosis existente entre el crimen organizado y funcionarios políticos afianzados dentro del régimen. Todo parece indicar que las acciones emprendidas por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos se encuentra supeditada al Departamento de Estado, dando lugar a que las supuestas órdenes de extradición emitidas en contra de ciudadanos hondureños, sean actividades de acuerdo a los intereses políticos de laCasa Presidencial en Tegucigalpa.
El uruguayo Luis Almagro al aparentemente no lograr que el Consejo Permanente de la OEA se reuniera para analizar el caso del fraude en Honduras, demostrando de esta forma el papel decorativo asumido por el organismo en cuestión, el cual ante el espaldarazo de la administración Trump, optó paulatinamente acatar las ordenes imperiales.
La reapertura de la fallida Secretaría de Derechos Humanos -surgida de los Acuerdos de Cartagena- resucita el elefante rosado creado por la administración de Porfirio Lobo, el que se se plegó durante varios años al lema propiciado por su administración de “calladitos se ven más bonitos”; dando lugar a un silencio sepulcral, mientras Honduras se convirtió en cementerio clandestino.
La OEA al conformarse con el fraude, apertura una etapa en la historia política del continente, en la cual las tiranías asumen una fachada democrática, reduciendo las elecciones a un simple trámite que se efectúa al final de cuenta en las embajadas de los países “cooperantes”.
Organización Fraternal Negra Hondureña, OFRANEH
Last modified: 27/01/2018