Por: Marco Gandásegui
En el caso de Panamá los sectores capitalistas dominantes no son concientes de que la ideología y políticas neoliberales ya se superaron. Pruebas internacionales al canto: Trump, Brexit y el estancamiento global. El llamado ‘consenso de Washington’ se sumergió en un pantano del cual nunca reapareció. Los especuladores y quienes despojan el país de sus riquezas creen que el neoliberalismo sigue siendo un buen disfraz ideológico para sus abusos. El problema no es sólo de la clase gobernante – en el poder desde la invasión militar norteamericana en 1989 -, también afecta a los demás sectores del país.
¿Qué se entiende por neoliberalismo? Comencemos por lo más sencillo, ¿qué es liberalismo? Es el ‘libre comercio’. Es la ideología que promovía la libertad de la circulación de mercancías en un Estado, eliminando el cobro de tributos por parte de los terratenientes y también de la Iglesia. Esta conquista de los capitalistas fue alcanzada en muchos casos en el siglo XIX y en otros en fechas más recientes. El neoliberalismo da un paso adicional. En la lucha por liberar el flujo de mercancías, quedaron regulaciones, empresas públicas y conquistas laborales. Igualmente, el ‘libre comercio’ se volvió un objetivo global, cruzando fronteras nacionales. El neoliberalismo pone fin a todos los residuos mediante la desregulación, flexibilización de los trabajadores y privatización de las empresas públicas. También promueve tratados de libre comercio.
El neoliberalismo como política se quebró con la llamada ‘gran recesión’ de 2008 que provocó una crisis de acumulación capitalista cuyos efectos aún se sienten, especialmente en EEUU y Europa. El sistema capitalista fue rescatado por una transferencia de fondos públicos (de los trabajadores) de millones de millones de dólares a los monopolios de la banca y de la gran industria. La transición hacia el post-neoliberalismo se estancó a mitad de camino. La economía capitalista centrada en los países más desarrollados no puede seguir estancada en forma indefinida. Por un lado, los sectores más ‘conservadores’ insisten en mantener sus posiciones ideológicas defendiendo el neoliberalismo. No se han dado cuenta que no existe. Por otro lado, las fuerzas ‘progresistas’ plantean la urgencia de socavar las políticas neoliberales. Pero ni uno ni otro son capaces de presentar alternativas.
Los sectores reaccionarios en Panamá insisten en decir que es necesario disminuir el tamaño del gobierno, de reducir los salarios de los trabajadores y darle más subvenciones a los empresarios. Tienen más de 25 años diciendo lo mismo y la estructura política económica del país sigue hundiéndose. Esta no es la solución.
Los gobiernos panameños desde el presidente Endara (1989) hasta el presente, han logrado privatizar casi todos los servicios públicos. La privatización más dañina fue la ley 51 de 2005 que privatizó los fondos de jubilación del seguro social. Los que fueron incorporados al llamado sector ‘mixto’ (seguros privados) se darán cuenta de la estafa al no recibir sus pensiones “individuales’ en la próxima década.
En la actualidad, el gobierno del presidente Varela hace esfuerzos para privatizar el servicio de agua potable del país. Los monopolios internacionales que están a la espera del anuncio de la concesión exigen que el Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacional (IDAAN) ofrezca condiciones más favorables. Están interesados, sobre todo, en comprar las fuentes de agua, para monopolizar el acceso al precioso líquido. Es probable que estén trabajando en un acuerdo similar al existente con la producción, trasmisión y distribución de la energía eléctrica privatizada hace dos décadas. En el caso del agua se crearían tres tipos de empresas. La primera sería la concesionaria de las fuentes de agua (los ríos), la segunda sería las plantas procesadoras del agua potable y la tercera la distribuidora a las industrias y hogares.
Las privatizaciones, desregulaciones y flexibilización no constituyen soluciones. Son precisamente el problema. ¿Cuál es la alternativa? Panamá tiene una ventaja sobre otros países. Desde 2000 cuenta con los ingresos provenientes de su posición geográfica privilegiada (Canal, puertos y otras) que le permiten invertir en el desarrollo de todos sus recursos nacionales (especialmente el recurso humano). Entre principios de este siglo y 2016 el producto interno bruto del país se multiplicó por diez. En 2016 llegó a los 57 mil millones de dólares.
Si la pequeña elite que se amarra al poder político (y sus enormes beneficios) no es capaz de diseñar una estrategia para la transición hacia el postneoliberalismo, es necesario que otros sectores lo hagan con energía y rapidez.
Foto tomada del sitio: http://connuestraamerica.blogspot.com/
Last modified: 01/06/2017