Cuando a finales del año pasado se estrenó Roma, del director Alfonso Cuarón, eran varias las razones que me empujaban a prestarle un interés que para mí iba más allá de una película normal. Ya de por sí, siempre me ha gustado el cine, y las críticas decían que estábamos ante uno de los filmes del año. Además, se trataba de una película mexicana, país con el cual siento una especial proximidad como hondureña y centroamericana.
Pero la motivación principal de mi interés en Roma era el hecho que, al igual que Cleo, la protagonista, yo también he trabajado como cuidadora interna en una casa. Lo hice durante seis años, en mi caso cuidando una mujer mayor con demencia. Sólo disponía de doce horas libres durante toda la semana, concretamente los sábados.
Llegué a Barcelona procedente de una región rural del sur de Honduras hace 14 años, huyendo de la violencia. Perdí de niña a mi padre, víctima de un crimen que la policía se negó a investigar. Continuar viviendo allí se me acabó haciendo insoportable y tomé la decisión de salir de Honduras.
Mi historia es parecida a la de miles de mujeres migrantes que se dedican de manera remunerada al trabajo del hogar y de los cuidados en España. Al poco de llegar, la falta de oportunidades a la que nos lleva a muchas personas una ley de extranjería injusta y racista, me forzó a trabajar como cuidadora interna. Era la única oportunidad laboral que se me ofrecía si quería mantenerme y enviar una pequeña ayuda a la familia que dejé en mi país. Fueron seis años de encierro, duros y de enorme soledad.
Al conseguir regularizar mi situación administrativa, pasé a trabajar como auxiliar de geriatría en residencias y actualmente soy trabajadora familiar en el Servicio de Atención a la Dependencia (SAD) de mi ciudad. Pese a que nunca he dejado de estudiar y formarme, a veces parece que no se contempla que las mujeres centroamericanas podamos trabajar en un sector que no sea el de los cuidados y la dependencia.
Además, pertenezco al equipo de coordinación de la asociación Mujeres Migrantes Diversas, que está formada por mujeres trabajadoras del hogar y el cuidado, la mayoría en régimen de internas. Desde el comienzo nos propusimos crear un espacio de empoderamiento para mujeres que, respetando la diversidad interna, funcionara bajo unas bases: una organización transformadora, horizontal, feminista, antirracista, proLGTBI y que apostara por el trabajo en red con otros colectivos.
Muchas personas nos dijeron que trabajar bajo estas premisas era inviable, pues se suponía que las cuidadoras migrantes éramos un colectivo pasivo, conservador, muy religioso… Pero lo cierto es que ya somos cerca de 300 compañeras de toda Cataluña y seguimos creciendo.
Por todas las razones que expongo, mi reflexión acerca de ‘Roma’ no podía sino ser muy personal y basada en las sensaciones que me suscitó el visionado de la película. Opino como espectadora de una película que trata sobre una temática que me es muy cercana.
Me gustaría recalcar también que me gusta el cine, pero no me centraré en los méritos cinematográficos de ‘Roma’. Ciertamente me encantó la fotografía en blanco y negro, la escena del Halconazo, la del hospital, la actuación de Yalitza Aparicio… Pero prefiero dejar que sea otras autoras más entendidas quienes valoren sus muchas virtudes como película.
Habiendo trabajado seis años como interna, he de decir que la película me produce sensaciones encontradas. Para empezar, el retrato en torno a la cotidianidad de Cleo, quien sufre discriminación interseccional como mujer, pobre y racializada, me parece realista y crudo. El filme no evita escenas de humillación y explotación. “Eres como de la familia”, pero no tiene derecho a postre y duerme en un cuarto del servicio destartalado. Prácticamente todas las mujeres que hemos trabajado en el sector de los cuidados hemos escuchado en algún momento u otro esta expresión.
Puede haber quien piense que la explotación extrema que sufre Cleo como cuidadora sea algo circunscrito a México o al pasado. No es así en absoluto. Los diferentes tipos de explotación y coacción a los que estamos sometidas en España las trabajadoras del hogar y los cuidados en régimen interno son muy graves. Abundan los casos donde sólo tenemos nueve horas o incluso menos de descanso a la semana, sueldos inferiores a los establecidos legalmente, trabajo sin remuneración, retenciones de documentación de las mujeres, restricción de movimientos libres de la trabajadora, malos tratos psicológicos, denegación de permiso incluso para ir al médico, entre otros.
Como consecuencia del encierro y de las condiciones tan duras en las que las trabajadoras internas realizamos nuestro trabajo, al cabo de pocos años muchas compañeras acaban desarrollando graves problemas de salud, como baja autoestima, ansiedad, estrés, problemas bucodentales, dolor, insomnio, soledad y pérdida de habilidades sociales y comunicativas.
El trabajo que hacemos está invisibilizado y infravalorado, realizado en condiciones precarias de manera generalizada en nuestra sociedad. Una mayoría de las mujeres trabajadoras internas no tienen “papeles”, o sea, se encuentran en una situación administrativa irregular. Esto hace que estén en una posición de desigualdad hacia la persona que contrata y terminen aceptando condiciones de trabajo de semi-esclavitud. Este aspecto, el de la extranjería, es un factor añadido de discriminación que no aparece en Roma, siendo Cleo una mujer que ha migrado, pero dentro del mismo México.
Muchas de las trabajadoras del hogar y los cuidados se quedan atrapadas en este tipo de trabajo tan precario y sin disfrutar de sus derechos. Por un lado se encuentran con una ley de extranjería injusta, que las obliga a demostrar integración y arraigo mediante la realización de cursos y un contrato laboral. ¿Pero cómo es posible realizar cursos, buscar otro trabajo o participar en asociaciones con estas jornadas de trabajo interminables?
Vivir encerrada, de alguna manera, mata. Muchas veces aguantas una violencia verbal por parte de la familia que te hace sentir insignificante. Ejercen este poder porque tienen conciencia de la desigualdad que existe en esta relación laboral, sobre todo cuando la mujer no tiene su situación administrativa regularizada.
Volviendo de lleno a la película, mi sensación de cierta incomodidad parte del personaje de Cleo, quien parece enfrentar la adversidad que vive desde la sumisión. Se nos presenta dócil y pasiva. Hace siempre lo que los demás esperan que haga. No se queja ni en la intimidad de su destartalado cuarto. No parece tener ni vida ni familia propias.
En la Cleo de Roma no observamos resentimiento o rabia ante la atroz explotación que sufre. Ni tan siquiera algo de picaresca, o de humor burlón. A Cleo le acaba “salvando” su empleadora. Sentí que el punto de vista que narra la historia es el del niño que fue Cuarón, y que esto resta profundidad al personaje de Cleo. Es Cleo pasiva, ¿o es más bien que no se nos muestra sus momentos de frustración, rabia o dolor? Y si Cleo es realmente tan sumisa, ¿por qué actúa así? Pienso que no se la sitúa en su contexto histórico-social. Y que hubiera sido interesante saber más acerca de la protagonista. Sus anhelos, sus aspiraciones, sus frustraciones, sus miedos…
Además, me cuesta compartir la lectura que se hace en muchos medios de comunicación acerca de la supuesta sororidad entre Cleo y Sofía, su empleadora. “Sororidad de mujeres solas”, titulaba un diario de gran tirada sobre la película. En mi opinión, no es cierto que ambas estén solas, al menos no de la misma forma. Tengo la sensación que Cuarón elige centrarse más en la sociedad machista, que une sus historias, y menos en la explotación racializada del trabajo, que las separa.
Quería apuntar otra reflexión. El contexto europeo no es el mismo que el de la película pero, como vemos, puede ser muy duro también. En la asociación tenemos muchas compañeras que han salido huyendo de violencia en sus países, empeñando sus ahorros en el viaje, y que subsisten en España en situación irregular. El dinero que envían a sus familias a veces es el único ingreso, con todo lo que ello supone.
El trabajo del hogar y el cuidado se desarrolla puertas adentro, donde casi no existen inspecciones laborales. Estas condiciones agravan la situación de precariedad y explotación y limitan lógicamente nuestra capacidad de organización y de reivindicación de condiciones de trabajo dignas.
Y aún así, con prácticamente todo en contra, estamos defendiendo nuestros derechos. Pero son resistencias desde los márgenes, invisibilizadas. Muchas familias explotan laboralmente a las cuidadoras porque no nos creen capaces de reaccionar. Les descoloca cuando desde la asociación denunciamos casos de explotación ante las autoridades, o pedimos una inspección laboral. Subsiste también en España el tópico de la cuidadora racializada pasiva y servicial. Me inquieta que de alguna manera la película refuerce esta visión estereotipada.
Dicho esto, destaco como muy positivos aspectos de la película como son el protagonismo de una trabajadora del hogar racializada, el retrato realista que se hace de sus condiciones laborales o el uso de la lengua mixteca en una producción de alcance internacional. Cuarón, Aparicio y el resto del equipo de Roma aprovechan las entrevistas y actos en los que participan para mostrar su solidaridad con las reivindicaciones de las trabajadoras, cosa que les honra. Leo que en México Roma ha servido para sacar a la luz la explotación de las cuidadoras e incluso para plantear la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Convenio sobre el trabajo decente para las y los empleados domésticos.
La ratificación de este convenio equipara en los países firmantes los derechos de las trabajadoras del hogar y los cuidados con los derechos que tienen los demás trabajadores y trabajadoras. Ni España ni México han ratificado el Convenio 189. En el caso español, su ratificación supondría mejor sustanciales en la situación de discriminación que afrontamos las trabajadoras del hogar. Como por ejemplo, el acceso a la prestación por desempleo, al Fondo de Garantía Salarial y a la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, derechos a los cuales no tenemos acceso hoy en día las trabajadoras del hogar y los cuidados en nuestro país.
Más allá de los matices y opiniones que a cada una de nosotras nos produzca la película Roma, debemos aprovechar las herramientas y la notoriedad que la película supone para generar reflexiones en nuestra sociedad sobre las condiciones del trabajo del hogar y cuidados. Espero que el éxito de Roma contribuya a visibilizar la situación de las trabajadoras del hogar y cuidados en el mundo. Somos muchas las compañeras y colectivos luchando, en México, en España y en muchos otros países, para que la dependencia y los cuidados dejen de recaer sobre la explotación de mujeres migradas. Roma supone una oportunidad histórica para darle visibilidad a esta problemática. Aprovechémosla.
Autora: Carmen Juares Palma
Tomado de: www.pikaramagazine.com
Last modified: 23/02/2019