Cultura no es una palabra que se evoca como una panacea contra los problemas que aquejan al mundo. De hecho, la palabra cultura es problemática en sí misma. Paul Johnson, refiriéndose a Jean-Jacques Rousseau, quien había escrito en su Emile: “El aliento del hombre resulta fatal para sus semejantes”, escribió que toda cultura trae problemas, ya que es la asociación del hombre con otros lo que saca a relucir sus propensiones malévolas.
El 21 de mayo es el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, en el marco de la crisis que sufre el mundo en la actualidad, y que ha desnudado, a propósito, muchos males de la humanidad, creo que es pertinente hacer una reflexión sobre el papel dimensional de la cultura.
Si toda cultura es problemática, si es el lugar donde se generan los conflictos, quiere decir también que es el espacio privilegiado donde se logran consensos. Si toda cultura es la extracción de las fatalidades y contradicciones malignas de los hombres, quiere decir que también es el transmisor de las virtudes más nobles del ser humano: la cultura nos ayuda a tomar buenas o malas decisiones.
Pienso que los momentos que atraviesa la humanidad a causa del Covid-19 deben servir para tomar decisiones claves para el desarrollo humano y la cultura va a ser uno de los canales más importantes para lograr la nueva normalidad de la que tanto se habla.
De hecho, creo que para que esa nueva normalidad sea más saludable para el ser humano y todo su entorno, será menester rescatar el valor social de la cultura para apostar por horizontes y alternativas que en algún momento de la historia eran parte de la vida cotidiana.
En otras palabras, creo que la nueva normalidad debería basarse en viejos referentes culturales que nos permiteron convivir con la naturaleza.
Los expertos en economía afirman que será necesario reorientar los procesos de desarrollo económico. Esa reorientación sin un desarrollo sociocultural sostenible agravará aún más la situación. Si las nociones de desarrollo no van dirigidas hacia una relación estrecha y sana con la naturaleza, quiere decir que no aprendimos nada.
Hay que apelar a la búsqueda de nuevas articulaciones y relaciones con el medio ambiente. Es indispensable retomar el diálogo con la naturaleza como Rodrigo Tarté lo advirtió en su momento. Debemos aprender a contextualizar estos momentos de conocimiento, experiencia y aprendizaje para repensar y darle sentido a la crisis desde la cultura y la educación. Incluso, hay que aprender a leer la incertidumbre que nos queda para interrogar la realidad y buscarle posibles respuestas.
La tarea que le toca a la educación es de gran magnitud. Ya grandes mentes como Noam Chomsky han dicho que es el momento de enseñar a los niños y jóvenes a entender el mundo.
Es importante que los docentes resignifiquen el valor de palabras como creatividad, participación, cooperación, solidaridad, empatía, para que en las aulas vuelvan a tener sentido, porque nuestra educación ha estado orientada a una lógica de competencia que es parte de la lógica neoliberal.
Debemos aceptar nuestros errores. Por ejemplo: ¿serán capaces nuestros gobiernos de reconocer que las políticas neoliberales agravaron las condiciones de la pandemia? Se habla de brechas tecnológicas, sanitarias, económicas, brechas de pobreza, pero, ¿nuestros gobernantes están dispuestos a confrontar los orígenes que crean esas brechas?
Seré temerario, pero sincero: pese a que la cultura es una herramienta de cambio social, la crisis no es garantía de que el sector cultura va a ser mejor, visible y saludable. Por eso desde la cultura se lucha y se resiste, porque también ella tiene brechas.
La Ley de Cultura, por ejemplo, otra víctima también de la pandemia, debe posicionarse ahora más que un documento que habla de derechos culturales. Debe servir para edificar el inventario del momento intelectual que ha generado la pandemia y consensuar el conocimiento de manera que todos los sectores sean verdaderamente tomados en serio desde una política cultural realmente efectiva.
Todos los movimientos culturales y sociales tienen una nueva experiencia que aportar y compartir a partir de ahora. Pero sin esos pactos, esas alianzas y esas dinámicas culturales, no construiremos nada positivo y la nueva normalidad será solo un eufemismo más en el diccionario humano de la infamia.
Por: Carlos Fong. Escritor panameño
Last modified: 18/05/2020