La pregunta con la que arranca el texto de este joven ingeniero y urbanista francés afincado hace varios años en las tierras vascas es ¿hasta qué punto estamos presenciando, con la ecología política, el nacimiento de una nueva ideología? Siguiendo la senda abierta por Andrew Dobson con el «Pensamiento Verde», F. Marcellesi afirma que para la existencia de una ideología en su sentido politológico y global se requiere una descripción analítica coherente de la sociedad, una propuesta o prescripción de cómo es la sociedad nueva que se reivindica y cuales son las bases o las ideas fuerza de tal ideología y además un programa de acción política para llevarlo a cabo, para emprender esa transformación social hacia el ideal planteado.
Ni que decir tiene que estamos de acuerdo en que los nuevos movimientos sociales, principalmente el feminismo y el ecologismo desde los años sesenta han sido capaces de articular un discurso que concatena la crítica, la propuesta prescriptiva y el programa de transformación que haga posible superar el patriarcado en el primer caso y la crisis socio-ambiental en el caso que nos ocupa.
En su ensayo para dibujar esta nueva ideología, Marcellesi realiza un breve relato trayendo a colación los autores que han dejado mayor huella en la génesis del pensamiento ecologista. Separando claramente la ecología (ciencia de los ecosistemas) del ecologismo socio-político, el movimiento social que propone la superación del sistema de producción y de consumo que genera la crisis ambiental, hace repaso de algunos escritores y científicos (Rachel Carson, Ivan Illich, Nicholas Georgescu-Roegen, Vladimir Vernadsky, René Dumont, André Gorz…) entresacando algunas ideas y discursos que han marcado el origen referencial y la pauta ideológica del ecologismo.
También se refiere al ciclo movilizatorio surgido en 1968 para señalar el punto de inflexión donde se articula una forma nueva de pensar y de actuar que se separa de los modelos al uso y donde se realiza una crítica política del mundo ideológico bipolar que se pretende establecer como único: Washington o Moscú, OTAN o Pacto de Varsovia.
Y a continuación trata de describir las que a su entender son las ideas fuerza de esta nueva forma de pensar y ver el mundo: el anti-productivismo, el sorpaso (en sus palabras, la búsqueda de sentido) que supere la dialéctica capitalismo-socialismo y en tercer lugar la radicalidad democrática. Utilizando las palabras de A.Gorz, la crisis socio-ambiental se produce como consecuencia de un modelo de producción que exige sobreacumulación, la maximización de la rentabilidad y la utilización de una técnica que viola los equilibrios ecológicos. Siguiendo la estela de Dobson realiza la necesaria disección que separa al medioambientalismo, la aproximación administrativa a los problemas ecológicos que realizan la mayoría de gobiernos y partidos políticos al uso, del ecologismo que plantea cambios radicales del modelo socio-político para poder aspirar a un mundo sustentable y a continuación explica como la ecología política es también una apuesta por la democracia local y participativa, por un modelo descentralizado y basado en lo que Murria Bookchin llamaba compromiso social para que reine en la sociedad la cooperación e interdependencia que gobierna los ecosistemas naturales.
Y en el paso de la teoría a la práctica escoge a los partidos verdes como el mejor y más claro exponente de cómo han sido introducidas las ideas de la ecología política en el espacio político institucional. Esto a mi entender es equivoco. Es evidente que los partidos verdes son y han sido un elemento central en la difusión y ampliación de la ideología verde y que su aparición en la arena político-electoral y en los terrenos institucionales ha contribuido a la introducción del debate sobre las cuestiones socio-ambientales en las agendas políticas y mediáticas. Pero me temo que al margen de la importante presencia que estos partidos tienen en algunas naciones europeas (Alemania, Bélgica, Francia, Finlandia…) o en Oceanía, en el resto de mundo y también en estos paí- ses, el actor estrella de la praxis ecologista es el movimiento ecologista y los principales portadores del discurso verde son aquellas personas que diariamente combaten en los conflictos socio-ambientales que se producen por doquier, como nos ha documentado J. Martinez Alier en su «ecologismo de los pobres». Tratar de reducir la praxis ideológica del ecologismo a los partidos verdes y pretender que estos son la «correa de transmisión» de la calle a las instituciones es no entender, que esto, si bien ha sucedido en algunos casos, no es universalizable y que por otro lado, aquel proyecto original y radical de partido-antipartido tras treinta años de ricas experiencias, parece desgraciadamente abocar a ser un partido más del sistema democrático liberal. Marcellesi es consciente de estas contradicciones y las expresa en el texto, pero aún así coloca a los partidos verdes como la expresión política-ideológica central del ecologismo, algo que en mi entender no ocurre.
Es de agradecer su esfuerzo explicatorio para ir más allá del esquema bidimensional, que de forma reduccionista ve lucha ideológica enclavada tan sólo en lo parámetros izquierda/derecha, o democracia/totalitarismo. La introducción del eje productivismo/anti-productivismo sirve para saber donde se coloca el ecologismo como propuesta ideoló- gica, aunque este esfuerzo se vería mejorado si se incluyeran otros ejes (religioso, nacional, género….) que clarificaran mejor las diversas propuestas ideológicas verdes.
Por otro lado resulta interesante su aproximación final al eterno debate sobre si los verdes son de izquierdas o no y su referencia al ecosocialismo. Es cierto que el ecosocialismo es una corriente más, una micro-ideología dentro de la ideología ecologista, que ciertamente tiene una fuerza relativa importante en el Estado Español y en otras partes del planeta. Sin embargo, aunque algunos partidos verdes han sido defensores de «ni a la izquierda ni a la derecha, sino adelante» el enfrentamiento secular entre socialismo y liberalismo no hace a estas dos ideologías iguales, como no son iguales el fascismo y el estalinismo, por muy totalitarias que sean ambas. En la realidad socio-política diaria y más allá del discurso teórico o ideológico, los verdes como partido y el ecologismo como movimiento social tienen que optar entre caminar hacia alternativas anticapitalistas o seguir en el mismo sistema de producción y de consumo. Creo que afortunadamente la mayoría del movimiento verde mundial está optando por lo primero.
Por: Florent Marcellesi. Profesor del Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad del País Vasco.
Fuente: EcologiaPolitica.info
Last modified: 20/02/2024