Los partidos políticos siempre han estado asociados a intereses económicos. Desde la Revolución francesa en que surgieron los partidos en la Convención convocada por el rey Luis XVI. Un sector respondía a los intereses de una burguesía revolucionaria y el otro a los intereses terratenientes (monárquicos). La revolución que tuvo su epicentro político en París, fue violenta y sangrienta hasta que el Ejército con Napoleón a la cabeza puso orden: privilegió al partido (liberal) de la burguesía, le dio espacio a los terratenientes (conservadores) y se proclamó Emperador de los sans-culottes. La solución no fue muy estable pero le permitió a la burguesía francesa acumular enormes riquezas y competir a lo largo del siglo XIX con sus rivales a escala global (colonialismo e imperialismo). Las peleas entre conservadores y liberales eran superadas por el pueblo y el Ejercito que se pronunciaba a favor de uno u otro.
Esa tradición es seguida en América latina. Panamá no es la excepción. En nuestro caso, los militares pusieron fin a las constantes peleas entre liberales y conservadores y se tomaron el poder en 1968. Resolvieron el problema nacional (‘colonial’) con EEUU, promovieron políticas de desarrollo y terminaron agotados a fines de la década de 1980. EEUU les arrebató el poder – a sangre y fuego, con miles de muertos – a una institución desorientada y debilitada. Washington le traspasó parcialmente el poder a una oligarquía que había hecho oposición a los militares. Los invasores norteamericanos pensaban que la oligarquía (con un pasado que se remonta a la colonia española) podía gobernar en función de los intereses de los políticos en Washington y de los especuladores en Nueva York.
Los partidos panameños, sin embargo, no han demostrado tener la capacidad para navegar en las turbulentas aguas de la política. Al contrario, las políticas públicas han sido un fracaso y el tejido social del país tiende a desmoronarse. En 1994 el retorno al poder del PRD (partido creado por el general Torrijos en 1978) evidenció que la oligarquía no tenía un partido político que le diera forma. Un cuarto de silgo más tarde, los partidos aún no tienen programa y sobreviven sobre la base del clientelismo. El sistema requiere de la corrupción para sobrevivir. Sin embargo, éste tiene sus límites.
La convención convocada por el Partido Cambio Democrático (CD), en días pasados, ‘destronó’ a Ricardo Martinelli y eligió como nuevo presidente del colectivo a Rómulo Roux. La convención despejó el camino para las elecciones presidenciales de mayo de 2019. Roux levantará la bandera del CD como candidato presidencial y competirá con los otros aspirantes del PRD y del Panameñismo. Todos los candidatos contarán con el visto bueno de la ‘elite’ económica panameña. Se completó el círculo político. Sólo una sorpresa puede modificar el escenario que se prepara para 2019.
Los 5 partidos políticos panameños de la oligarquía han perdido su autonomía frente al grupo financiero dominante panameño. Este sector que se agrupa en torno a un banco de la localidad y sus socios menores, vinculados a actividades logísticas y de bienes inmuebles, sobreponen – al proyecto de nación – sus intereses ‘pro mundo beneficio’. Desde la invasión militar de 1989 y el desplazamiento del poder político de las Fuerzas de Defensa (FDP), el sector vinculado a la gran banca, ha logrado subordinar a los partidos políticos. La dictadura militar (asociada al nombre del general Noriega entre 1983 y 1989) se transformó radicalmente para convertirse en una dictadura civil asociada a una pequeña elite dueña de la banca local. El Banco General, se unió al Banco Continental y estos con el Bancomer. Se completó el círculo financiero.
La banca panameña controla las iniciativas económicas y sociales que se toman en el país. Se siente protegida por su relación pasada con EEUU y, además, se siente optimista con las inversiones que prometen los chinos en el futuro. Pero enfrenta el mismo reto que tuvieron los ‘próceres’ en 1821 y en 1903. ¿Cómo gobernar a un pueblo que exige ser parte de las decisiones políticas? En 1821 buscó el alero protector colombiano del libertador Simón Bolívar. En 1903 negoció con la emergente potencia norteamericana. La oligarquía panameña aún no aprende a gobernar y no encuentra la clave. Una solución puede ser pactar con las otras clases sociales del país (al estilo de Torrijos). La otra alternativa es ser desplazada por quienes son capaces de gobernar.
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Last modified: 28/01/2018