El extractivismo-minero: el mentiroso, el genocida, el destructor, el engañador, el despojador del oro de los pueblos, el fundador de las mentiras desarrollistas, el perseguidor de los líderes sociales y defensores del medio ambiente, el rapaz e impostor, el asesino de Moctezuma y Atahualpa, el que le dio la grandeza a Europa, el que creó el horizonte programado de exterminio del trabajo reproductivo, el que aniquiló a los indígenas en la boca del diablo en Potosí, el que alteró el mundo, el que convirtió al hombre en topo, el que creó el infierno bajo tierra, el que trajo los imaginarios de codicia y fundó la “despojada América”
El acumulador, la marte en la tierra, el amenazador, el embustero, el toxico y contaminador, el que fue implantado con la biblia y la espada, el que ha desarraigado a los cuerpos de sus territorios y de sus creencias, el profanador de la madre tierra, el que ve a la montaña, al río y a la tierra con ojos de voracidad, el benefactor de los derechos humanos, el proclamador de la democracia elitista, partidaria y no participativa, el monstruoso, el que aún tiene deudas con los pueblos de América Latina y que ya es necesario que las pague de una buena vez.
El lado oscuro del extractivismo-minero es la imagen del desarrollo frente al espejo, que sabe que el reflejo es sólo apariencia y nada más que una superficialidad, pero en el fondo sabe que esa superficialidad se sustenta por algo que no quiere aceptar ni mucho menos creer. Sabe que, al mirarse al espejo, sólo ve su perfil, una apariencia de bienestar, pero el espejo no refleja el carcomen de la subjetividad que avala la muerte.
El extractivismo-minero se carcome la tierra y sus energías vitales, cuyo reflejo es un lado de bienestar para un sector de la población urbana en el norte global, la que asegura la despensa de pueblos modernos y modernizados, a costa de la desvalorización y del abaratamiento de los territorios en el sur global, configurando geografías de uso y de consumo y geografías de la extracción y explotación.
Las geografías de la extracción y la explotación como expresión del ego conquistador
Los representantes de la minería a gran escala, a saber, los funcionarios públicos de las agencias y los empresarios mineros, saben que sus privilegios y placeres son el resultado de la historia que ha marcado y producido la miseria y la humillación de los pueblos en América Latina, quienes han intentado e intentarán encubrir, ocultar y silenciar las consecuencias que ha dejado la minería en la región. Esto lo sabemos porque el extractivismo-minero está cruzado con lógica civilizatoria, es decir, está constituida por el racismo de los territorios y de los cuerpos.
Dicho de otra forma, saben que la civilización moderna y de los privilegios raciales-económicos que los ampara, se ha fundado por la conquista y la violencia, además de la construcción de una subjetividad en los pobres que beneficie a los ricos y una violación de las mujeres por ser enclaves de la masculinidad económica. El ego conquistador, el ego colonizador y el ego fálico, es una triada que funde el quehacer de la megaminería como hecho monstruoso. Su naturaleza es destruir la Naturaleza.
Cuando confrontamos la continuación del colonialismo-minero, los conquistadores- colonizadores gritarán que somos “revoltosos”, agitadores, “yihadistas ambientales”, su desespero los pone en evidencia. El intento de asesinar y criminalizar a quienes defienden la vida, pone a los representantes de las empresas transnacionales-mineras en una situación explicita de alabar a la muerte, excusándose en los sacrificios que implica mantener el pago de los derechos humanos, la política social y del funcionamiento del Estado.
El “defensor del pueblo” de Perú en el 2017, ya lo había sentenciado muy bien “sin inversión minera no hay crecimiento económico, sin crecimiento económico los derechos humanos no serán para todos”. De igual forma, el gerente del banco mundial en el 2016, Jim Yong Kim, había dicho, después del asesinato de Berta Cáceres, que “no se puede hacer el tipo de trabajo que estamos tratando de hacer y no tener algunos de estos incidentes”.
El mito de la modernidad es evidentemente insostenible. ¿Qué emancipación es posible por vía del saqueo y basada en la conquista extractiva de los espacios? Ninguna. ¿Por qué los empresarios y gobiernos no aceptan de una buena vez y le son sinceros a los pueblos, que sus objetivos es profundizar la megamineria, dejando tanta falacia y discurso sobre los derechos humanos, la democracia, la reparticipación de la torta en regalías, de hacerse los buenos y los pendejos? Porque saben que su razón de ser es la mentira, el engaño y colocar trampas, saben que en eso se basa la acumulación de capital, sus privilegios y sus filantropías.
Economía-minera de la guerra contra los pueblos
En ese sentido, el extractivismo-minero actual ha declarado la guerra a los pueblos, limitando la democracia, retornando y actualizando la economía de lo fácil, la rentista y colonizadora.
El movimiento zapatista en México lo había explicado de manera magistral, asistimos una cuarta guerra, ya no entre Estados, sino contra los líderes sociales, profesores y activistas, contra los indígenas, contra los negros y las minorías étnicas, porque hace siglos éramos mayorías. En realidad, es la primera guerra mundial que hoy vemos como cuarta porque ha acentuado los genocidios por goteo y ecocidios por partes en el planeta. La economía de la guerra de base extractiva tiene como propósito, entonces, aniquilar las formas no capitalistas, como lo había sentenciado Marx y Luxemburgo, pero también asimilar bajo la lógica de la dependencia toda forma de vida. La minería moderna es el único destino al cual los pueblos debemos de transitar, sino se asimilan se aniquilan, si no incorporan la subjetividad de dominador-minero, le serán imputados sus territorios y, si se resisten, sus cuerpos.
Es necesario avanzar en la descolonización del espacio, de la Naturaleza y de todo aquello que no nos posibilita ser, sentir y pensar en nuestros territorios. Mirar la historia desde una mirada crítica para pensar el presente es una condición fundamental para comprender el lado oscuro del extractivismo-minero, porque no es cierto que nos estemos desarrollando con la minería moderna, que vil mentira, lo que se desarrolla y se profundiza es la desigualdad social en el acceso a la reproducción de la cultura y de una forma determinada de la Naturaleza, además de la dependencia y del desarrollo del subdesarrollo. Un llamado a la resistencia epistémica y política nos hará más libre contra la megamineria, porque al darnos cuenta de sus mentiras, vamos a terminar por privilegiar la diversidad de mundos posibles y existentes.
Por Cristian Abad Restrepo
Fuente: Periódico El Suroeste
Last modified: 08/09/2018