Entrevista a Clara Serra
“Tenemos que ser leonas para coaccionar y zorras para convencer”. Si detrás de esta frase encuentras una connotación negativa, acabas de descubrir cómo se ha estigmatizado tradicionalmente a las mujeres para apartarlas de los valores estratégicos en política como el empleo de la fuerza, la persuasión o la seducción. El imaginario patriarcal ha conseguido que las mujeres que utilizan la inteligencia y la estrategia resulten “malas”, ya que lo que se espera de ellas es su empatía, su bondad y sus cuidados.
Esta es la idea con la que arranca su primer libro Clara Serra, filósofa y diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid. A sus 36 años ha sido profesora de bachillerato y secundaria y ha coordinado el Área de Igualdad, Feminismos y Sexualidades en su partido. Actualmente figura como número dos en la lista de Íñigo Errejón para las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid.
Serra lleva años denunciando las dificultades que supone incluir el feminismo en un partido, porque “las mujeres ni estamos ni se nos espera a la hora de pensar cómo ganar”. Con “Leonas y zorras”, la diputada pretende demostrar que el feminismo no es solo una cuestión de ética, ni un tema reservado a las mujeres, sino que puede ser una apuesta ganadora.
A lo largo de sus páginas, la filósofa invita a que abramos la mente y concibamos el feminismo no como una forma de ser que nos encorsete, sino como una estrategia que podamos ir cambiando sobre la marcha en función de los objetivos que nos propongamos en cada momento.
Así, herramientas del capitalismo -como las camisetas con lemas feministas de grandes marcas de ropa- o herramientas del patriarcado -como la autoridad masculina- pueden ponerse en ocasiones al servicio del feminismo para lograr su meta: “ampliar el número de las que ya somos”.
Feminizar la política
Lo primero que aclaras es que no hay nada de escandaloso en el título de tu libro, ¿por qué puede parecer que sí?
En realidad tiene algo de escandaloso, pero quería explicar por qué nos lo parece. Para Maquiavelo hay dos virtudes que se asocian a la política: la fuerza, que él trata con la metáfora del león, y determinadas cualidades como la astucia, la persuasión, la inteligencia… que él trata con la metáfora de la zorra.
No tenemos palabras en el castellano para hablar de la astucia cuando lo decimos en femenino que no sean un insulto o una palabra escandalosa o negativa. Eso es lo que quería poner de manifiesto. ¿Por qué cuando la inteligencia se dice en femenino solo tenemos palabras con las que insultar a las mujeres? ¿Qué hay debajo de eso en nuestra cultura?
Lo que está diciendo Maquiavelo es que todas esas cualidades están ligadas a la política, y lo que yo quería decir es: ojo, que si no desactivamos esos prejuicios, en el fondo lo que hay es una barrera para que las mujeres accedan a la política.
¿Y cómo conseguimos que las mujeres que emplean esa fuerza no sean consideradas como una imitación a los hombres, como si renunciaran a sus propias características?
Cuando pasa eso solemos decir que las mujeres se han masculinizado. En principio, creo que es muy importante que las mujeres tengan el mismo derecho que los hombres a hacer política. Para mí esto quiere decir que tengan derecho también a cometer los mismos errores. Leí una frase por ahí que decía algo así como: “En el momento en que una mujer estúpida llegue tan alto como un hombre estúpido, hablaremos de igualdad”. Las mujeres tienen todo el derecho a equivocarse tanto como los hombres, a hacer políticas neoliberales tanto como los hombres, a ser “malas” tanto como los hombres.
No me gusta mucho esta actitud por la cual queremos cuidar a las mujeres de que hagan políticas, podríamos decir, masculinas. Las mujeres tienen que poder ser Merkel también, tienen que poder ser Esperanza Aguirre y, por cierto, tienen derecho a ser masculinas.
Ahora bien, lo interesante de esto es que el feminismo sirva para plantearse cuál es la mejor manera de usar la fuerza. Porque a lo mejor las formas masculinas de hacer política son errores. Quizá seamos torpes al utilizar solo la contundencia y las herramientas duras. Hay que preguntarse: ¿cómo usaría la fuerza una mujer feminista? Porque quizá es una manera nueva e imprescindible. Hay que quitar ese sesgo de género a las virtudes políticas.
En el documento de igualdad que presentasteis en Vistalegre II apuntabais que “las dinámicas de Podemos son a menudo agresivas y hostiles”, ¿sobra agresividad en la política y en Podemos?
Nosotras siempre hemos defendido que hay que feminizar la política, que tiene que ser menos retadora, menos agresiva. Pero quienes defendemos eso no lo hacemos desde el esencialismo de creer que las mujeres por naturaleza somos buenas cuidadoras, maravillosas, dulces y suaves. No. Lo que estamos diciendo es que no está por un lado la inteligencia, que es de los hombres, y por otro lado el cuidado que es de las mujeres, sino que quizá una forma más cuidadosa de hacer política puede ser más inteligente.
¿Y hay alguna diferencia entre feminizar la política y hacer políticas feministas?
Es un término que anima a que haya mujeres, que haya feministas y que haya hombres no normativos haciendo política para evitar que no exista una manera tradicional hiper masculina de hacer discursos, campañas y mitines. No solo defiende la presencia de más mujeres, sino que se combatan las barreras patriarcales que imperan en la política.
Feminismo en Podemos
En tu libro también afirmas que es difícil ser mujer en política, especialmente en un partido liderado por hombres en todos los niveles. ¿Qué es lo más difícil de ser feminista en Podemos?
Lo más difícil ha sido ser feminista en un partido muy concebido a sí mismo como una máquina de guerra electoral, como una herramienta de asalto al poder rápida, que concibe la política en términos enormemente estratégicos, incluso bélicos. Además un partido que se tuvo que construir en tiempo récord.
Las feministas tienen muchísimas dificultades cuando un partido en vez de construirse poco a poco, poniendo herramientas institucionales para revertir las dinámicas machistas, surge como una hecatombe descontrolada. Es muy difícil hacer feminismo ahí, las dinámicas masculinas no tienen barrera ninguna. Los hombres montaban círculos y luego se presentaban a Secretario General. No teníamos herramientas para posibilitar que las mujeres pudieran ir a las reuniones porque cuidaban, o que las mujeres pudieran hablar en las asambleas frente a hombres empoderados.
Las feministas estamos todavía muy excluidas de la política, pero creo que se exagera especialmente nuestra exclusión cuando la política se concibe como una estrategia bélica y unos cuantos hombres se reúnen en una habitación a hacer un plan de guerra. No piensan que ahí tendría que haber feministas y no se nos espera en esos lugares, no se nos espera para pensar cómo ganar. Y eso fue un poco Podemos. Y yo, que lideraba el área de Igualdad y todas mis compañeras pensábamos: ¿cómo reivindicamos nuestro lugar en este sitio?
Te quería preguntar por una fotografía que fue bastante criticada. El lema “Nosotras” detrás de Iñigo Errejón, Pablo Iglesias y Ramón Espinar el día que se formalizó el acuerdo para las primarias de Madrid. ¿Las feministas se pueden sentir representadas con Podemos?
Podemos ha sido un partido donde se ha hecho muchísimo trabajo feminista, y eso se ha visto. Tenemos las mejores propuestas programáticas feministas, gracias a las que piensan de qué tenemos que hablar y ponen los temas sobre la mesa.
Ahora, Podemos sigue siendo un partido masculinizado en su cara hacia afuera, en sus liderazgos y en sus portavocías. Hay muchas cosas que arreglar y mejorar todavía. Tenemos un partido que no siempre está a la altura de lo que nosotras queremos y lo del cartel fue como la imagen gráfica de esa diferencia. De lo que les queda a ellos por entender y por cambiar.
El contenido está bien, pero no todo el mundo se lee los programas electorales. ¿Falta el escalón de hacerlo visible?
Nosotras tenemos que reclamar a nuestros dirigentes y a los hombres que llevan el partido que hagan visible ese trabajo. Yo creo que el Partido Socialista es un partido que cuida más los gestos, sin embargo creo que no tiene una propuesta institucional y de políticas públicas como Podemos, y si las tiene es porque va incorporando muchas demandas que hace Podemos desde hace años, como los permisos de paternidad y maternidad o la reforma de las leyes de violencia.
Es curioso, porque los hombres del PSOE son mucho más cuidadosos con respecto a qué gestos muestran hacia afuera. Nosotras a veces no nos vemos todo lo impulsadas, proyectadas y apoyadas por gestos comunicativos de lo que creo que deberíamos.
Un feminismo hegemónico
Una de las ideas centrales de tu libro es la de construir un feminismo hegemónico, ¿qué quiere decir esto?
Significa que una lucha, una reivindicación, se vuelve tan central e indiscutible que los propios opositores o adversarios, que en un principio estarían en contra de eso, se ven obligados a ubicarse dentro de ello. Un ejemplo muy claro es qué pasó el 8 de marzo. Al día siguiente, PP o Cs, que son partidos en principio reactivos a la lucha de las mujeres, tuvieron que salir poniéndose un pin morado. Hegemonía es eso.
También que los hombres quieran ser parte de este movimiento. Destacas que los hombres pueden ser algunas veces los más adecuados para hablar de feminismo en algunos contextos o ciertas situaciones, ¿qué ejemplos te imaginas?
El sujeto del feminismo protagonista y fundamental son las mujeres, creo que en eso estamos de acuerdo todas las feministas. Pero yo diría que eso no se debe a una cuestión esencial o de restitución de injusticias históricas, como si ahora nos tocara a nosotras, se debe a una cuestión estratégica. Plantearlo en términos estratégicos hace que el 99% de las veces las mujeres seamos protagonistas del feminismo, pero nos podemos plantear la posibilidad de que los hombres colaboren, participen, tengan su papel.
Por ejemplo, cuando las feministas de un partido, hartas de ser quienes piden que no haya actos y campañas de solo hombres, al final reclaman que sean los propios hombres, los dirigentes del partido o incluso el secretario General el que les diga: “Vosotros tenéis que respetar que van a subir las compañeras”. En algunos casos, que la autoridad de esos hombres aparezca para ponerla al servicio del feminismo es estratégicamente bueno.
Es difícil conseguir que el feminismo sea algo deseable para los hombres?
Es un camino que hay que emprender pero diría que de hecho ya ha pasado. Miramos a nuestro país hace dos años y lo comparamos con ahora y yo creo que hay muchos hombres que han cambiado su perspectiva con respecto al feminismo y que quieren ser feministas, quieren ser reconocidos como compañeros en esta lucha y, sobre todo, no quieren ser identificados en el otro lado. Y eso es porque el feminismo ha conseguido volverse algo muy seductor.
Eso no quiere decir que ellos no vayan a caer en contradicciones, porque eso obviamente para ellos va a significar una pérdida de privilegios.
Construir nuevas masculinidades
Hablas en tu libro de que no se puede rechazar la masculinidad sin darle una alternativa, ¿cómo podemos convertir en deseables esas nuevas masculinidades? ¿de dónde partir para construirlas?
Una de las buenísimas noticias del avance del feminismo es ver que se empieza a hablar de la masculinidad. Nosotras todo el rato pensándonos a nosotras y, ¿dónde están los hombres haciendo su parte?
Los feminismos tienen que preocuparse no solo por decir cómo no deben ser los hombres, sino qué tipo de hombres pueden ser. Si no hace esa tarea positiva, de propuesta, es mucho más probable que la masculinidad reaccione al feminismo de forma total porque se sientan amenazados. En vez de impugnar por completo la masculinidad yo creo que hay que romperla, diseccionarla, buscar sus brechas, mostrar que hay una multiplicidad.
Hay que tirar de un hilo que exista ya, y ligarlo a cosas buenas. Por ejemplo, a que ser valiente no es un tipo heterosexual que maltrata o humilla a chicos gays en el instituto sino que ser valiente (un elemento que ya existe) es salir del armario.
Debates internos del feminismo
Explicas que ganar hegemonía implica “difuminar fronteras y alcanzar un feminismo mestizo” pero, ¿cómo se compagina esto cuando hay feminismos que quieren seguir sus luchas por separado porque creen que de otra manera se les va a invisibilizar?
Plantear el feminismo en términos estratégicos quiere decir que difuminas determinadas fronteras, las que te interesan. Pero como herramienta de esa lucha utilizas también identidades y mantienes fronteras y diferenciaciones que son importantes. Por ejemplo, las mujeres trans, son un colectivo que tiene una lucha propia. No creo que haya que difuminar eso, tienen que seguir teniendo su propia voz. La cuestión es en qué momento las haces a ellas protagonistas.
A mí me parece que un feminismo estratégico se tiene que plantear cuál es nuestro sujeto en cada momento político. En cierto momento, la mejor manera de representar al feminismo puede ser dar voz a las mujeres trans. No creo que para nada tengamos que cargarnos esas fronteras, sino utilizarlas con una mirada estratégica y pensando para qué fin sirve más esta herramienta.
Ahora bien, queremos cargarnos la frontera que distingue a las mujeres feministas de la mayoría de las mujeres. Esa idea de que somos una minoría diferenciada, excluida y marginal, que somos tristes y amargadas y el resto de mujeres viven felices sus vidas.
Defiendes también un feminismo que no reparta carnets, ¿nos hemos centrado mucho en debatir, en ponernos etiquetas y nos hemos olvidado de lo estratégico?
A veces creo que sí. El feminismo ha sido muchas veces un ejemplo de estupenda estrategia o de alianza entre movimientos sociales, pero otras oscilamos más hacia un debate sobre quienes somos feministas y quienes no.
Creo que cuando tu objetivo es que todas las mujeres quieran ser feministas y se reconozcan con el feminismo tu insistencia en delimitar las que somos feministas de pura cepa y las que no es políticamente contraproducente. Claro que el feminismo en la medida en que se ensancha y se abra tendrá disputas en su interior, pero creo que hay que gestionarlo incluyendo, no excluyendo.
En el libro te planteas la pregunta: ¿qué hacemos si PP y Cs se vieran obligados a dejar de enfrentarse al feminismo y pasaran a defenderlo? ¿Es posible un feminismo de derechas?
Si me preguntas esto a mí, yo creo que no. El feminismo está ligado a un proyecto y a cuestiones programáticas. Le Pen en Francia puede ponerse la etiqueta de feminista, sin embargo yo creo que su propio proyecto político es incompatible con los derechos de las mujeres y las personas LGTBI.
¿Cómo deberíamos abordar este problema si se nos plantea en una campaña electoral y empiezan a disputar esta etiqueta? Yo creo que no sirve de nada decir: “no sois feministas”. Lo que tenemos que hacer es ponerle las contradicciones delante al propio partido, darles la bienvenida al feminismo para a continuación pedirles inmediatamente coherencia con las prioridades que la agenda feminista tenga sobre la mesa en ese momento. Tú les incluyes primero, pero luego connotas o rellenas el contenido del feminismo y ahí les pones en la tesitura de aceptar algunas demandas, y no lo van a hacer. Si lo hacen, eso que ganamos, pero no lo harán.
Las elecciones madrileñas
Eres la número dos en la candidatura de Iñigo Errejón, ¿qué supondría para las feministas vuestra victoria en las elecciones autonómicas?
Primero, para las feministas echar un Partido Popular que lleva 23 años en el Gobierno y en las instituciones y que creo que ha sido un laboratorio de neoliberalismo y de políticas de recortes y contra las mujeres. Hemos tenido en Madrid un PP enormemente ideológico con algunas cuestiones, que impedía a las menores abortar en la Comunidad de Madrid por motivos ideológicos.
El PP nos ha hecho la guerra a las mujeres desde las instituciones, y echarlos es una victoria feminista.
Hay que hacer un Gobierno en Madrid que escuche, que lleve a cabo lo que pide el movimiento feminista. Hemos dado un paso enorme porque hemos conseguido que la denuncia no sea una condición para acceder a las ayudas y ser considerada como víctima de violencia, y lo hemos hecho siendo una correa de transmisión de las propuestas mejor pensadas y más sólidas, las que venía defendiendo el movimiento feminista desde hace muchos años.
Y en concreto la figura de Errejón, ¿muestra otro tipo de liderazgo?
Iñigo Errejón es un tipo muy convincente, muy pedagógico y que tiene muchísimas cualidades a la hora de explicar las ideas que tiene, que son muy claras e innovadoras. Creo que tiene un liderazgo… no sé si feminista, pero en cualquier caso alejado de las peores maneras tradicionales de hacer una política agresiva.
Fuente: AmecoPress. Clara Serra.
Last modified: 08/07/2018