Ecología de la comunicación, teoría crítica e interculturalidad

Written by | Alternativas Socioecológicas

La lección analiza los antecedentes de la ecología de la comunicación, desde una perspectiva arqueológica, introduciéndose en los investigadores que plantearon, inicialmente, la emergencia de esta área en el contexto de la investigación en comunicación. Actualiza la investigación sobre la ecología de la imagen visual, para plantearse, finalmente, una teoría crítica de la ecología de la comunicación.

1. Antecedentes de la Ecología de la Comunicación

La ecología de la comunicación es un área de investigación reciente. Aunque en Estados Unidos pueda remontarse a la Escuela de Palo Alto, los estudios de ecología de la comunicación, en Europa, como en Estados Unidos, se pueden fechar en pocas décadas atrás. Los primeros países son Alemania y Francia, y, más adelante, en el caso de España, se encuentran las indagaciones de Vicente Romano (2004).

En el primer país, se destacan las contribuciones de Mathias Donath, quien extiende el concepto de Mit-Mensch al de Mit-Welt, es decir, no solo se refiere al prójimo humano sino, también, al prójimo natural, al entorno.

Barbara Mettler von Meibom, inspiradora de la obra de Romano Ecología de la comunicación, aborda la ecología, desde una perspectiva sistémica, es decir, desde una mirada integrada entre sistemas tecnológicos, sociales y ecológicos. En algunos tramos de su obra, llega a proponer, “el derecho a la no asequibilidad y a zonas o tiempos sin tecnologías a fin” de protegerse “de la omnipresente agresión medial” (Romano, 2004:9).

1.1. Escuela de Palo Alto

La comunicación, para la interdisciplinaria Palo Alto (donde confluían comunicólogos, antropólogos/as, psicólogos, cibernéticos), era el espacio de confluencia entre la naturaleza y la cultura.

Por ello, como afirmaba Paul Watzlawick (1997) no se puede no comunicar. No obstante, para Palo Alto (Bateson, Hall, Watzlawick), como fundamento del “interaccionismo simbólico”, esas relaciones y vínculos (de última comunicar es vincular) son la base de los intercambios personales.

Comunicación, en ese contexto, no es únicamente mediaciones técnicas (como sostenían el funcionalismo o la teoría matemática de la información) sino, fundamentalmente, mediaciones primarias (en términos de Pross, 1972) e interpersonales.

El recorrido se inicia en 1959 cuando el psiquiatra D. Jackson funda el Mental Research Institute, tres años después se integra Paul Watzlawick, ambos, en esos años, comienzan las investigaciones sobre la esquizofrenia y diversas patologías relacionadas con la comunicación. Desde esas pesquisas, surgirá una teoría de la comunicación interpersonal, que tendrá gran relevancia en las dos décadas siguientes.

El contexto del interaccionismo simbólico, a su vez, no se reducía a las relaciones interpersonales sino que, además, amplió el concepto de cultura hacia el de interculturalidad. Es así como Edward T. Hall, quien formó parte del colegio invisible, en las primeras décadas del siglo XX, propuso la noción de interculturalidad, para referirse a las distancias que se producen entre las culturas y como éstas se amplían y extienden en contextos de conflictividad cultural. Hoy, en el siglo XXI, junto con las identidades y las emociones, son nociones principales para los estudios de la comunicación (Rodrigo Alsina, 1999).

El ser humano, para el colegio invisible, tiene una esencia biológica. Yo diría, abusando de los conceptos, que es “un mono que habla”. El origen y la base biológica se encuentran aún presentes y tienen sus orígenes miles de años atrás, desde el momento mismo del inicio del proceso de hominización. Esto significa que el ser humano conserva aún en su esencia comportamientos, actitudes y manifestaciones ancestrales.

Gregory Bateson (2010), por su parte, propuso una “ecología de las ideas” que no puede ser circunscrita al dominio de la psicología de los individuos, sino que se organiza en sistemas o “espíritus”, cuyas fronteras ya no coinciden con los individuos que participan en él.

1.2. Otros antecedentes en el contexto anglosajón

El discípulo de Marshall McLuhan, Barrington Nevitt, escribe The ecology of communication, en los años ’80, donde planteará un enfoque que vincula la ecología a los aspectos técnicos de la comunicación. Por la misma época, David L. Altheide publica An ecology of communication. Cultural formats of control, donde se refiere a las relaciones de poder y al control social producido por los medios.

Es, paralelamente, el volumen colectivo del International Institute of Communications, Cultural ecology. The changing dynamics of communication, que analiza las repercusiones socioculturales de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en diversas regiones del mundo.

1.3. Un precursor: Vilém Flusser

Vilém Flusser es un precursor en muchos de los temas que, posteriormente, serán claves para las ciencias de la comunicación. Entre ellos se encuentran los ecológicos, si le extraemos a este concepto la connotación simplemente de lo “verde”, y lo trasladamos a la “comunicación”, “la imagen visual” y la “filosofía de la comunicación”.

En el pasaje que va entre las décadas del ’60 y del ’70, Flusser analiza las ciencias arqueológicas (ampliándolas a la ecología, la historia, al psicoanálisis, a la etimología, a la mitología), considerando que la importancia que van adquiriendo se debe a que se ocupan de la basura, de los residuos (Flusser, 1972 y Baitello, 2010:26).

En Na-turalmente escribe Vilém Flusser: “Temos várias maneiras de relacionar-nos com a natureza, algumas das quais podem ser chamadas ‘sobrenaturais’, ‘teóricas’ ou ‘perspectivas’ (segundo os nossos vários gostos). Uma de tais maneiras é encarar a natureza como se fosse mapa” (1) . Con esa idea de mapear, Flusser cartografía los diversos significados de la naturaleza: caminos, valles, pájaros, lluvia junto con vacas, grama, dedos y otros conjuntos de mapas como la falsa primavera, los prados, los vientos, los botones y la neblina.

En la “especie” de conclusión titulada en términos homónimos a los del texto, Flusser (1979:135), alerta, considerando su propia experiencia, sobre la desconexión entre lo humano/cultural y lo natural, producto de la “sociedad tecnológica”.

La ecología de la imagen visual debe reflexionar sobre esas ciencias de la basura. El universo de las imágenes técnicas (Flusser, 2008), es un no-lugar de superficialidad, un espacio intersticial entre lo visible e invisible, entre lo material e inmaterial.

En el caso de Flusser, a partir de cursos, colecciones de libros, conferencias, traducciones, artículos, congresos y seminarios, comenzaba a re-descubrirse la fascinante e inclasificable obra de este teórico de la comunicación.

En ese contexto, las ciencias de la basura, son re- dignificadas (¿se puede dignificar la basura?) por una ecología de la comunicación y la cultura, además, de las cajas negras (“cajas pretas”, en portugués), es decir, aquellos intersticios entre lo conocible y lo no conocible, entre lo visible y lo no visible. Son indicios no totalidades, huellas no signos acabados. Los indicios son los métodos de los que no tienen método.

El concepto de cajas negras fue introducido por Flusser para referirse a la imagen-técnica. En principio para elaborar las claves de una filosofía de la fotografía, pero no puede reducirse a ella, porque no es únicamente la fotografía sino, a partir de su arqueología, las transformaciones de la llamada imagen- técnica. Esta no es la conjunción entre “imagen” y “técnica”, sino que son los intersticios de las cajas negras. El mismo Flusser dudó en más de una oportunidad de si era conveniente seguirse refiriendo a imagen o había que cambiar ese concepto. Imagen-técnica, por tanto, es imagen como “superficie” que proyecta una fantasmagoría.

Norval Baitello jr (2008:7), escribe en el “Prefacio” de O universo das imagens técnicas. Elogio da superficialidade: que este libro, inicialmente dactilografiado en portugués por Flusser, complementa, profundiza y re-direcciona su obra más conocida internacionalmente, Filosofia da caixa preta, difundida en español como Filosofía de la fotografía. Esta obra, que, posteriormente, Flusser corrige y amplia, se extiende hacia una filosofía de las cajas negras y de la superficialidad. Pantalla es superficie, espectros que se proyectan sobre la tela cada vez más intangible. La imagen técnica o tecno-imagen es la imagen de la post-escritura, no más hecha de planos o superficies, sino de puntos, gránulos y pixeles (Baitello, 2008:8).

El espacio en la era de la imagen técnica, se transforma en nulo-dimensional, hay un grado cero del espacio. Son no lugares, ya no como utopías –como las planteaba Flusser- sino como heterotopías o espacios- otros.

Delante de la pérdida del espacio solo se puede hacer un “elogio de la superficialidad”. En ese contexto, una ecología de la comunicación y de la cultura, que se proyecte como un análisis de la imagen-técnico-visual, se propone diseñar una ecología de la superficie y de la intangibilidad de la pantalla.

Partiendo de las imágenes técnicas actuales, Flusser (2008:12) indica que pueden reconocerse en ellas dos tendencias diferentes: una revela el rumbo de la sociedad totalitaria, centralmente programada, de los receptores y de los funcionarios de las imágenes. Desde A religiosidade, el concepto de funcionario (Flusser, 1967), se refiere a la funcionalidad de un sujeto, sujetado al aparato, dependiente de él. Al perder autonomía e individualidad, el individuo se transforma en dividuo, de acuerdo a Günther Anders y, también, a Gilles Deleuze. Es decir, es un sujeto quebrado, partido, dividido, un autómata de los aparatos.

La otra tendencia indica el rumbo de la sociedad telemática dialogante entre los creadores y los coleccionistas de imágenes. Ambas tendencias, que podrían referirse a polos negativos y positivos de las imágenes- técnicas, dan cuenta de las dos tendencias de las cajas negras.

Estas son accidentes que irrumpen en la normalidad continua del tiempo, son, por eso, interrupciones en la temporalidad y en la espacialidad. Se ubican en el espacio nulo-dimensional, donde las dimensiones (tri-bi y uni) se pierden por la falta de materialidad de la pantalla.

1.4. Antecedentes en Iberoamérica: “antes del asco” naturaleza y cultura

“As ciências arqueológicas” são “as causadoras de ‘grandes modificações revolucionárias que estão ocorrendo atualmente’” (Baitello, 2010:26) (2). Basurales, residuos, excrementos son restos de procesos de incorporación y transformación de la materia. Pero los restos están lejos de ser despreciados por unas subjetividades que aprendieron del potencial fertilizador de la materia orgánica, de sus heces y orina y de los excrementos animales.

Subjetividades que “antes del asco”, diría siguiendo a Hilia Moreira (1998), tuvieron una conexión con la naturaleza sin mayores mediaciones, vínculos y comunicaciones entre la naturaleza y la cultura.

Con estos antecedentes, lo que se pone en cuestionamiento, es la tradicional separación antropológica entre naturaleza y cultura, tan cara a una larga tradición que, en algunos momentos, funciona como perspectiva metodológica, es decir, como mecanismo que separa y ordena en clasificaciones las complejidades socioculturales, y, en otros, como una deriva teórico-conceptual que, al intentar distanciarse para mantener la “objetividad”, concibe al otro como una alteridad emparentada con la naturaleza, la que, a su vez, le da sustento. La “mismidad” del antropólogo lo aparta de la alteridad del “otro”, natural y no cultural.

En palabras de Teresa Porzecanski (2011:10), “pensar lo sociocultural e histórico desde los cuerpos, sus rituales y mitologías, y desde las fronteras con otras especies, configura un nuevo punto de partida, pues trastoca las perspectivas más tradicionales de las ciencias sociales”, y se dirige a problematizar la categoría “naturaleza”, poniendo en tensión a esa categoría y a la cultura, removiendo “el reduccionismo con que se han recortado usualmente los objetos de estudio, y abre “un abanico de perspectivas nuevas e insospechadas para disolver viejas dicotomías”.

Como indica Norval Baitello Jr. (2005:71), las investigaciones, de los llamados sistemas afectivos entre primates superiores, de los cuales los humanos formamos parte, permiten aclarar aspectos fundamentales respecto de la naturaleza y de la motivación de los vínculos primordiales de sus sistemas comunicativos.

“As ciências da comunicação não terão nada a perder quando deixarem de lado seu antropocentrismo e passarem a considerar, estudar e compreender outros sistemas comunicativos não humanos” (Baitello, 2005:72) (3) .

Desde la etología y la zoosemiótica, la cultura no aparece como actividad sólo humana, indica, por su parte, Moreira (1998:20). Por tanto, la comunicación no son solamente mediaciones técnicas, sino, también, mediaciones primarias e interpersonales.

Los investigadores en comunicación no pueden ignorar los aportes de biólogos, etólogos, psicólogos, médicos, artistas, ecólogos y activistas biológicos, ecológicos y socioculturales.

Uno de los primeros textos sobre ecología de la comunicación, en lengua española, fue el de Vicente Romano (2004), Ecología de la comunicación. No obstante, ya desde 1989, Romano se refiere, en primera instancia, a la ecología de la comunicación, y, posteriormente, en 1993 a la ecología de los medios.

Allí, luego de una amplia sistematización del tema en diversas tradiciones, fundamentalmente anglófona y alemana, Romano describe cuáles deberían de ser los principales trazos de esa ecología de la comunicación en diálogo estrecho con la tradición marxista de la economía política de la comunicación y la cultura.

Al respecto, y posteriormente, Felip Gascón (2007), se referirá a la “ecología política” de la comunicación, integrando en el sintagma la ecología con la economía política.

Romano (2004), considera que la “ecología de la comunicación”, actúa sobre dos perspectivas: la primera, macroscópicas, es decir, concibiendo la comunicación humana como un todo, y la segunda, microscópica, como proceso específico de comunicación. Se podría hablar, en este segundo caso, de una ecología que actúa sobre “lo local” o micropolítico.

2. Etología y comunicación

La etología surge con mayor fuerza a partir del libro de Konrad Lorenz, On agression, publicado en 1966. Los llamados animales no humanos, tienen, como enseña la etología, la capacidad de simbolizar. Los delfines, por ejemplo, tienen lenguaje articulado tan completo como el humano. “Los chimpancés fabrican suertes de coladores y otros instrumentos. Los gorilas aprenden códigos como el de los sordomudos y logran expresar ideas tan abstractas como los conceptos temporales de antes y después” (Moreira, 1998:21).

Son conocidas, a su vez, las investigaciones de Jane Goodall (1971), sobre los chimpancés, que demuestran que estos animales crean nuevas conductas a partir de la correlación de elementos presentes en una situación determinada. Tras observar el comportamiento de los chimpancés salvajes durante meses, descubre que uno de ellos introduce un palo, que con anterioridad había cortado y deshojado, en un agujero de un termitero para sacar termitas y poder comerlas. Con este descubrimiento, Jane Goodall, demostró que el concepto que hasta entonces se tenía de que la especie humana era la única que fabricaba y usaba herramientas era falso.

Sus observaciones sobre la conducta instrumental de los chimpancés, sus hábitos de caza, su estructura social, sus emociones, su inteligencia y su personalidad individual revolucionaron la biología, la etología, la antropología y la comunicación. En este último caso, para aquellos miopes que la reducen a comunicación social. Hay que reconocer, paralelamente, las investigaciones tempranas sobre estos temas, para el campo de la comunicación, de Ivan Bystrina en su semiótica de la cultura, lamentablemente no traducido al español.

Desmond Morris (1962), experimentó con primates antropomorfos, las posibilidades de expresión para la pintura y concluyó que responden a pautas ordenadoras de composición, diferenciación y representación compartidas con las especies animales humanas.

3. La ecología de la comunicación como ecología gris

Cuestionar la ecuación ecología- protección de lo verde, se debe a Paul Virilio. Su crítica está enfocada directamente a la idea de progreso. Al conjunto de técnicas que acrecientan un mundo más rápido, donde, por ello, se pierden las dimensiones de la geografía. Antes que Virilio, Walter Benjamin se refería a la vida catastrófica. Esta se conducía hacia un progreso de acuerdo a la linealidad de la historia. El avance, para Benjamin, de esa línea conducía directamente a la catástrofe. En el contexto de la ecología de la comunicación, medios y catástrofes son una ecuación que debería de considerarse.

No hay una sensibilización por las dimensiones de esta ecología gris, ni con sus, para Virilio (1999:s/p), “devastadoras consecuencias”. Con frecuencia, el urbanista francés les ha planteado “a los verdes” que se “pondría de su lado, tan pronto se interesasen en la ecología gris”.

Hasta estas décadas “sólo han hablado del espacio, pero no del tiempo. Si bien, todo espacio es un espacio de tiempo; y toda condición de vida, todo espacio ecológico ha de habérselas con tamaños y proporciones”. Con esto, lo que hace Virilio (1999:s/p), es moverse “en las proporciones de un arquitecto, quien se halla en una cierta relación con las cosas. Las proporciones y relaciones hoy se han contraído, tele transmitido, van derecho a su desaparición”.

En la medida que “esto se mantenga sin ser comprendido, tampoco se habrán planteado todas las preguntas de las ciencias (…). Los conocimientos técnicos son un drama”. En el siglo XIX, la ciencia técnica parecía ser todavía un avance, comparándola con la vida de los campesinos o de los trabajadores. “Un siglo más tarde esto es tan sólo un drama, y símbolos de esto son ya el hundimiento del Titanic o el accidente del reactor de Chernobyl”.

3.1. Catástrofe y accidentes

El accidente en Japón de Fukushima, luego de un terremoto y maremoto, volvió a poner frente a frente al ser humano y sus técnicas y la naturaleza y sus técnicas. La ecología gris retornó. La catástrofe no fue producida por el terremoto o maremoto sino por la radiación emitida por la central de Fukushima.

La aceleración y la velocidad llevan a la pérdida de la geografía en detrimento de la dromografía (dromo es velocidad), el espacio se encoge y el tiempo se acelera. El entorno se transforma en contorno sobre el que se circula. Paradójicamente, en las megalópolis se produce el efecto inverso.

En una megaciudad como São Paulo, con más de 10 millones de habitantes, 20 millones si se incluyen las ciudades satélites y más de 7 millones de coches, trasladarse de un sitio a otro lleva un promedio de 3 horas diarias. Situación similar se visualiza en otras megaciudades como México (DF).

La vida cotidiana, sobre la que han investigado diversos antropólogos e investigadores culturales (sociología, estudios culturales), se transforma en una ironía ya que transita entre helicópteros y metros o subtes, sobre o bajo la tierra, como pájaros de hierro o topos eléctricos. No hay más vida cotidiana sino vida mediática.

Después de las catástrofes, lo que se busca para intentar descifrar los motivos por las que se produjeron, son las cajas negras. Sin embargo, esas catástrofes generalmente son de medios de transporte (autobuses; trenes; aviones), en escasas oportunidades se refieren a las catástrofes de los medios de comunicación, fundamentalmente, los visuales, quienes esconden en sus cajas negras los indicios de una cultura “sedada” (Baitello, 2012). La catástrofe de la comunicación, es una de las de mayor impacto en esta época contemporánea, transformada en actual, producto de la aceleración del tiempo.

La tercera catástrofe (luego de, por lo menos, dos anteriores, para no ser reduccionista con la historia), es la del tiempo y el espacio, la de la perdida de dimensionalidad y temporalidad. Es decir, la que seda el pensamiento producto de estar sentado y anestesia la estética, transformando al nómada en un sujeto sedentario (sedar; sentarse; sedentarizarse, vienen de la misma familia etimológica).

El animal intenta parar los relojes de tanta instantaneidad. La rítmica no permite otra relación con la temporalidad, que no sea más que la del vínculo con una velocidad que obstaculiza al pensamiento que, obviamente, requiere de tiempo. Hay, por tanto, una “ecología de la comunicación” (Romano, 2004), un espacio para recuperar no solo la relación de lo humano con la naturaleza, es decir, concebir a lo humano como parte de la naturaleza, sino, además, una nueva relación del cuerpo con los imaginarios de la comunicación. Hay, en la imagen una iconoclastia, que cuestiona –por su intento de visibilidad total-, la creación de imaginarios. Imaginario, por ello, en la época actual se opone a imagen- técnica-mediática.

La ecología de la comunicación, es, también, una ecología de los imaginarios. Estos se conciben como tramas que penetran en la profundidad de la cultura. Si la cultura mediática es una cultura de la superficie, de la instantaneidad y de los flujos, la ecología de los imaginarios penetra en su interior abriéndose a la imprevisibilidad, a la diversidad de tiempos y espacios. Son hologramas, es decir, partes que agrupan el todo y todo que está formado por partes, que encajan –no homogénea ni perfectamente, sino discontinuamente- como piezas de un “rompecabezas”. Hay, por tanto, una inquietud en las formas y una “destrucción” como “creación” (Baitello, 2003).

El hombre se encuentra “obsoleto” (Anders, 2011), es una carga, un conjunto muscular que hay que reducir, cuerpo que hay que intentar eliminar o, por lo menos, inutilizar. Frente a la angustia de Anders, el reverso foucaultiano, “hombre invención reciente (…) que pronto adquirirá una forma nueva” (Foucault, 1986). El aparato se fusiona al funcionario, ya no cuerpo, ni masa muscular, sino funcionario que funciona al ritmo del aparato (Flusser, 1967).

Los movimientos de desterritorialización en la cultura mediática y su producto la imagen-técnica, se territorializan en la fragilidad de la pantalla. Tenue tela por la que se cruza, transformándose, en ese proceso de devoración, en una imagen más de ese flujo inacabado. Estas son algunas de las características de la cultura mediática, de medios e imágenes, ya no en-el-medio, sino en el principio y en el final del proceso.

4. Teoría crítica de la ecología de la comunicación: la ecosofía

Félix Guattari pasará de la ecología a la ecosofía. Es decir, en lugar de continuar analizando la contaminación ambiental desde una perspectiva tecnocrático-económica o funcional-cuantitativa, asume su estudio desde una óptica ético-política, la que llama, ecosofía. De ahí su planteamiento sobre las tres ecologías: del medioambiente, de la cultura y de la subjetividad humana.

La respuesta a la crisis ecológica “sólo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales”. Así las cosas, esa “revolución no sólo deberá concernir a las relaciones de fuerzas visibles a gran escala, sino también a los campos moleculares de sensibilidad, de inteligencia y de deseo” (Guattari, 1996: 9).

Guattari destaca dos modos dominantes de valoración de las colectividades humanas, el primero, es el “imperio de un mercado mundial”, un Capitalismo Mundial Integrado, “que lamina los sistemas particulares de valor, que sitúa en un mismo plano de equivalencia: los bienes materiales, los bienes culturales, los espacios naturales”; el segundo, “sitúa el conjunto de las relaciones sociales y de las relaciones internacionales bajo el dominio de las máquinas policiales y militares”.

En esa doble pinza, los Estados-naciones, ven “cómo su papel tradicional de mediación se reduce cada vez más, y a menudo se ponen al servicio conjugado de las instancias del mercado mundial y de los complejos mili-tardoindustriales” (Guattari, 1996:11-12).

El Capitalismo Mundial Integrado se reagrupa en cuatro regímenes semióticos:

– las semióticas económicas (instrumentos monetarios, financieros, contables, de decisión…);
– las semióticas jurídicas (título de propiedad, legislación y reglamentaciones diversas…);
– las semióticas técnico-científicas (planes, diagramas, programas, estudios, investigaciones…);
– las semióticas de subjetivación, algunas de las cuales coinciden con las que acaban de ser enumeradas, pero a las que convendría añadir otras, tales como las relativas a la arquitectura, el urbanismo, los equipamientos colectivos (Guattari, 1996:43-44).

Frente a estas semióticas capitalísticas, el principio que guía a las tres ecologías consiste, en que los Territorios existenciales a los que se confrontan los componentes de subjetividad “no se presentan como en sí, cerrados sobre sí mismos, sino como un para-sí precario, acabado”, finiquitado, “singular, singularizado, capaz de bifurcarse, en reiteraciones estratificadas y mortíferas o en apertura procesual a partir de praxis que permiten hacerlo ‘habitable’ por un proyecto humano”.

Conclusiones

La ecología de la comunicación es un espacio nuevo de investigación al interior de las ciencias de la comunicación. No obstante, presenta antecedentes, fundamentalmente, en los países anglosajones que muestran su importancia para investigar sobre las consecuencias de la contaminación mediática. En ese contexto, la teoría crítica brinda claves teóricas y prácticas fundamentales para articular una investigación que incluya las semióticas económicas; tecno-científicas; jurídicas y de la subjetivación. Es decir, de una estrecha relación entre naturaleza y cultura; entre animalidad y humanidad.

Desde la comunicación emerge, por otro lado, la crítica a la “sedación” visual, a la sensación de anestesia que –como estética contemporánea- reduce los cuerpos a miradas atrapadas por las imágenes-visuales. La teoría crítica, por tanto, articula una perspectiva de investigación que pone en tensión la ecología de la comunicación, con la ecología de la imagen-visual.

notas:

(1) Tenemos varias maneras de relacionarnos con la naturaleza, algunas de las cuales pueden ser llamadas sobre naturales, teóricas o perspectivas (según nuestros varios gustos). Una de tales maneras es encarar a la naturaleza como si fuese un mapa.
(2) Las ciencias arqueológicas son las causantes de grandes modificaciones revolucionarias que están ocurriendo actualmente.
(3) Las ciencias de la comunicación no tendrán nada que perder cuando dejen de lado su antropocentrismo y pasen a considerar, estudiar y comprender otros sistemas comunicativos no humanos.

Referencias bibliográficas
· ANDERS, Günther. La obsolescencia del hombre. Sobre el alma en la época de la segunda revolución industrial. Volumen I. Valencia: Pre-textos, 2011.
· BAITELLO Jr., Norval. O pensamento sedado. Sobre glúteos, cadeiras e imagens. São Leopoldo: UNISINOS, 2012.
· _________. A serpente, a maçã e o holograma. Esboços para uma teoria da mídia. São Paulo: Paulus, 2010.
· _________. La era de la iconofagia. Sevilla: Arcibel, 2008.
· _________. A era da iconofagia. Ensaios de comunicação e cultura. São Paulo: Hackers, 2005.

Por: Víctor Silva Echeto

Last modified: 28/01/2017

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