La producción orgánica y la agroecológica son sistemas alternativos a la agricultura tradicional o hegemónica. Ambas buscan promover una agricultura sustentable, con un mayor equilibrio ambiental y cuidado de la tierra. Sin embargo, técnicamente no son lo mismo.
En principio, tanto la producción orgánica como la agroecológica plantean una producción limpia de sustancias químicas y un uso responsable de los recursos del ambiente. En este punto la gran diferencia radica en las garantías que se tienen de esos procesos. La producción orgánica cuenta con procesos de certificación -nacionales e internacionales- que permiten garantizar la Calidad Orgánica de un producto, verificando el cumplimiento de la Norma de Producción Orgánica que corresponda, según el mercado destino de dicho producto. Básicamente para el que vende es una herramienta de mercado. Para el que compra es una garantía de confianza.
Los requisitos para la producción orgánica son diversos y están relacionados con el período de transición de la finca (es decir: el tiempo mínimo, que suele ser de 2 a 3 años, en que la quinta debe limpiarse para empezar a considerarse orgánica); la selección de semillas y materiales vegetales; el método de mejoramiento de las plantas; el mantenimiento de la fertilidad del suelo empleado y el reciclaje de las materias orgánicas; la conservación del agua y los métodos para el control de plagas, enfermedades y malezas.
Además, se han establecido criterios sobre el uso de fertilizantes orgánicos e insumos para el control de plagas y enfermedades. Con respecto a la producción de animales, normalmente hay requisitos sobre la sanidad de los animales, su alimentación, reproducción, condiciones de vida, transporte y procedimientos para sacrificarlos.
Básicamente la producción orgánica ha sistematizado y certificado los procesos técnicos agronómicos que se deben seguir para poder garantizar una producción más ecológica y/o biológica. Sin embargo, no es menor que estos procesos actuales de certificación orgánica suelen ser costosos y complejos de afrontar para productores pequeños.
La producción agroecológica, en cambio, si bien asume la práctica biológica definida anteriormente incorpora además un enfoque que considera no sólo el aspecto técnico (la agronomía), sino también el socio-económico, el político y el medioambiental. Un principio sobre los que se basa la puesta en práctica de la agroecología, es el de Economía Social, una disciplina económica para la cual la justicia social debe ser uno de los objetivos de la actividad valorando el asociativismo, el trabajo cooperativo y el desarrollo sostenible. Acá lo que se pone de relieve es la persona y el objeto social por sobre el capital. Esta práctica así definida no cuenta con procesos –aún- de certificación.
Ante esta realidad y, en teoría, podríamos suponer que los alimentos agroecológicos son orgánicos y al revés. Pero esto no es siempre es así.
Hay productos orgánicos pertenecientes a grandes fincas que trabajan en la cadena comercial tradicional sin ningún tipo de consideración o reparo sobre aspectos económicos o sociales. Como los hay que sí (y estos serían orgánicos y agroecológicos). Existen también productores que por no haber accedido al proceso de certificación, usan la denominación de “agroecológico” para distinguir sus prácticas de las tradicionales. Y aunque fuera probable que cumplan con las pautas básicas, o incluso todas, lo cierto es que cuando vemos productos “agroecológicos” no podemos tener certeza de que estos sean orgánicos, aunque quizás sean producidos en espacios más amigables con el ambiente, solidarios y cooperativos.
Actualmente, son muchos los espacios de producción agroecológica que están trabajando para generar instancias de certificación o garantías que brinden más confianza a los consumidores. Pero en el mercado también es factible encontrar todo lo contrario: productores, comerciantes y afines que usan indistintamente los términos “orgánico” o “agroecólogico” solo como método publicitario para cierto target de clientes, pero que ofrecen productos tradicionales y disfrazados o -con suerte- productos de elaboración casera que tampoco tienen nada de orgánicos o agroecológicos.
Aunque pueda parecer una diferencia menor, lo cierto es que en los espacios de producción no lo es. Para muchos, los procesos de certificación son sinónimos de garantías y responsabilidad social y para otros, solo un sistema costoso de exclusión de los pequeños productores. En el medio, como siempre, una paleta amplia de colores.
De todas formas, tomar nota de todo esto como consumidores nos vuelve más activos y responsables. Es fundamental tener herramientas para poder distinguir qué elegimos cuando elegimos y así ser un poco más soberanos, al menos en nuestra casa.
Por: Feria Fresca
Last modified: 29/08/2017