En noviembre se realizará en Egipto una nueva Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático. Las negociaciones previas entre los Estados sucedieron en Bonn, Alemania, donde se abordaron diversos ejes como adaptación, mercados de carbono, financiamiento y transición a la agroecología. El análisis de representantes de la sociedad civil que participaron por la Argentina.
¿Qué sabemos de las instancias de negociaciones climáticas a nivel internacional? ¿Qué opinamos al respecto? Cada quien tendrá sus opiniones, pero a continuación algunos abordajes y análisis de los temas que se discutieron en la Conferencia sobre cambio Climático de Bonn (Alemania), denominada “SB 56”. ¿De qué se trató? De una instancia previa y fundamental previa a la COP 27, la Conferencia de las Partes que será en noviembre de este año en Egipto.
Desde Consciente Colectivo estuvimos allí. Fue la primera vez que participamos de un espacio de estas características y seguramente nos volvimos con más preguntas que respuestas. También algunas conclusiones. Entre ellas, quienes habitamos en los países del Sur Global, debemos seguir profundizando el trabajo en pos de una narrativa de esta parte del globo que enuncie con claridad y vehemencia ciertos reclamos históricos y vitales en pos de que la realidad de nuestros países se transforme, acorde a la agenda climática y socioambiental.
Estos espacios son necesarios, pero no son suficientes. Quién pretenda que de allí salgan soluciones mágicas, seguramente se quede sentado esperando. Porque no, no existen soluciones mágicas ni inmediatas. Si el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) desde hace sobrados años –desde 1988– viene hablando y alertando sobre la necesidad de políticas concretas y reales, y aún así estamos inmersos en esta crisis climática y ambiental como nunca antes. ¿Por qué pediríamos que los resultados de los espacios de negociación sean inmediatos y tajantes? Si en nuestro Congreso Nacional cuesta que se logren acuerdos, ¿por qué no sucedería lo mismo en un espacio en el que participan 197 partes y de realidades absolutamente diferentes? Claro, a ello hay que agregar un recordatorio, no menor, en los espacios de negociaciones climáticas internacionales, las decisiones se toman por consenso.
¿Y entonces? Entonces sería interesante ver a estos espacios cómo el único lugar en el que se reúnen los decisores de cada país, que en algunos momentos del año debaten la agenda climática, y que de allí han surgido (y seguramente seguirán surgiendo) debates, conclusiones, acuerdos e hitos que son necesarios en pos de abordar la crisis que estamos viviendo, pero no son suficientes.
Los espacios políticos institucionales nacionales, regionales e internacionales suelen llegar más tarde que lo que se necesita y lo que las sociedades exigen, aún así, son vitales si pretendemos que las políticas públicas y privadas se adecuen a los tiempos que vivimos.
En la SB 56 se trataron diversos temas, entenderlos no es fácil, y por ello, conversamos con tres especialistas para comprender mejor algunas conclusiones y clarificar qué es lo que podemos esperar a futuro.
Producción agropecuaria, crisis climática y agroecología
Jazmín Rocco Predassi – Co coordinadora de Política Climática en FARN
—En la SB 56, ¿qué discusiones se dieron sobre la producción agropecuaria? ¿La agroecología formó parte de ellas?
—Las negociaciones bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ( CMNUCC) se dan sobre la base de una agenda consensuada por los países firmantes. Eso significa que son los Estados los que deciden qué temas se ponen sobre la mesa. Históricamente, en la CMNUCC no ha habido espacios de negociación asociados a sectores específicos como energía, residuos, entre otros. Sin embargo, desde hace algunos años existe la Labor Conjunta de Koronivia sobre Agricultura, lo que ratifica a la producción de alimentos como parte de los objetivos de la convención. A pesar de eso, las conversaciones que se han dado a lo largo de los años no han sido sustantivas. Se llevaron a cabo talleres temáticos y de índole técnica, pero la pregunta que surge es qué transformación se espera que resulte de este espacio específico.
—El debate sobre la agroecología sí ha sido impulsado por los representantes de la sociedad civil…
—Desde la sociedad civil, se viene impulsando desde hace varios años que se haga mención explícita a la agroecología como modelo que viene a solucionar muchos de los problemas causantes y causados por el cambio climático. Por eso, nos parece importante que los países pongan de manifiesto en el texto de negociación lo que se viene impulsando desde los territorios y la academia. De hecho, hubo exposiciones de una científica del IPCC y de una agricultura de Malawi, entre muchos otros, que han reforzado esta realidad. Lamentablemente, esta inclusión no se ha podido conseguir todavía, si bien desde la COP26 había altas expectativas de que eso sucediera, y gran parte de la conversación ha sido monopolizada sobre qué instrumentos y fuentes de financiamiento se podrían poner a disposición de los países. El financiamiento es fundamental, en particular para los países en vías de desarrollo, pero debe ser para las formas de producción que no sigan exacerbando la problemática.
—¿Qué posición llevó Argentina en esta temática? ¿Y el resto de los países de la región?
—Argentina y varios países de la región negocian en bloque con el G77+China, uno de los grupos de negociación más grandes y heterogéneos dentro de la convención. En general, este grupo no ha sido el que más ha impulsado la mención a la agroecología. En mi opinión, responde a una fuerte puja de intereses al interior del bloque y de los propios países, muchos de ellos con un fuerte arraigo de la agricultura industrial en sus economías. Algunos de ellos no necesariamente se oponían a la inclusión de la agroecología en el texto, siempre y cuando estuviera acompañada por otra variedad de modelos y conceptos, tales como la agricultura climáticamente inteligente, lo cual supondría diluir la presencia de la agroecología a uno más entre otros.
—¿Qué se puede esperar sobre este debate en la COP 27?
—Resta ver qué sucederá en la COP27, momento en el que la Labor Conjunta de Koronivia tiene que reportar sobre los progresos realizados durante estos años y definir el futuro de este espacio cuya hoja de ruta ha llegado a su fin. ¿Seguiremos teniendo este espacio sectorial en las próximas negociaciones? ¿Con qué mandato, qué objetivos y a la espera de qué resultados? Egipto será la arena en la que seguramente empecemos a responder algunos de estos interrogantes.
Negocios y mercados de carbono rumbo a la COP 27
Catalina Gonda – Co-coordinadora de Política Climática en FARN
—Se viene hablando cada vez más de los mercados de carbono, pero me animo a decir que poco se entiende. ¿Cómo explicarías a grandes rasgos de qué se trata?
—Los mercados de carbono son sistemas en donde gobiernos, empresas y organizaciones pueden comprar y vender unidades (créditos de carbono), ya sea para respaldar sus emisiones de gases de efecto invernadero o bien para compensarlas. Existen muchos tipos de mercados de carbono, pero los más importantes son los nuevos mercados de carbono creados por el artículo 6 del Acuerdo de París y el mercado de carbono voluntario, en donde participa principalmente el sector privado. Estos mecanismos surgen con la idea de generar incentivos para reducir los costos globales de la mitigación de gases contaminantes. Sin embargo, existen serios cuestionamientos y controversias en torno a la eficacia de los mercados de carbono para contribuir a limitar el calentamiento global, así como de sus riesgos sociales y ambientales.
—¿Qué papel juega Latinoamérica en este tema?
—Latinoamérica, por su gran riqueza natural y contexto económico se está posicionando como una de las principales regiones vendedoras de créditos de carbono para este mercado. Esto conlleva una gran responsabilidad para nuestros gobiernos a la hora de asegurar que estos mecanismos no retrasen la acción climática, no lleven a violaciones de derechos humanos y tampoco tengan impactos negativos sobre la biodiversidad. FARN lanzó hace poco un glosario y guía sobre mercados de carbono que justamente busca esclarecer algunos términos y aspectos generales en torno a estos mecanismos.
—¿Qué podemos esperar de espacios de negociación climática a nivel internacional como lo fue la SB 56 o como la próxima COP27?
—Dentro de los espacios de negociación climática de la ONU se están terminando de definir las reglas de los nuevos mercados internacionales de carbono. En la COP26 de Glasgow, se establecieron las normas generales para los enfoques de mercado del Acuerdo de París, pero todavía restan resolver muchos detalles. Estos detalles son justamente lo que los países estuvieron negociando durante la SB56 y que van continuar debatiendo por (al menos) los próximos 2 o 3 años. Muchos consideran que las normas acordadas en Glasgow no son lo suficientemente ambiciosas y que dejan espacio para que los países y las empresas de alguna forma puedan hacer trampa y retrasar la ambición climática. Por lo tanto, es importante que las reglas que faltan definir sean lo más robustas posibles y que se garanticen salvaguardas sociales y ambientales. Existen muchos intereses –a veces perversos– tanto de los gobiernos como de otros actores involucrados en los mercados de carbono que enturbian estas discusiones. Es fundamental fortalecer y garantizar la participación efectiva de la sociedad civil de Latinoamérica en estos procesos de negociación, que en la actualidad está sumamente sub-representada, ya que malas decisiones pueden llevar a impactos muy negativos sobre las personas y los ecosistemas en nuestra región.
Crisis climática y los debates en materia de adaptación
María del Pilar Bueno, investigadora de CONICET de la Universidad Nacional de Rosario
—¿Qué discusiones se dieron en materia de adaptación al cambio climático en la SB 56? ¿Y qué podemos esperar de cara a la COP27?
—Hubo diversos puntos de la agenda relativos al tema adaptación, en particular, el inicio del programa de trabajo sobre la Meta Global de Adaptación y los Planes Nacionales de Adaptación, que fueron parte del Acuerdo de París, y el Programa de Trabajo de Nairobi ligado a las brechas de conocimiento en la materia. Diversos otros temas incluyen adaptación, pero me voy a referir solo a algunos de ellos por su más alto perfil político. En cuanto al Programa de Trabajo sobre la Meta Global de Adaptación fue un nuevo tópico de la agenda incorporado como tal en esta sesión a pedido del G77+China, que reúne a 134 países en desarrollo, entre ellos Argentina. En la COP26 se adoptó un programa de trabajo que es bienal y se basa en el trabajo técnico que venía realizando el Comité de Adaptación, como principal órgano de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
—¿Y qué debería definir la “meta global”?
—El Acuerdo de París estableció la meta global y sus tres componentes: la reducción de la vulnerabilidad, el fortalecimiento de la resiliencia y al aumento de la capacidad de adaptación, en el marco de la meta de temperatura (1,5 grados). El programa de trabajo se desarrollará a través de cuatro talleres anuales. En Bonn tuvo lugar el primer taller del año y, si bien se esperaba con mucha expectativa su inicio tras años de no poder acordar que la Meta Global de Adaptación, la dinámica del evento y sus resultados no estuvieron a la altura.
—¿Por qué?
—La dinámica habilitó en muy poca medida el debate, dando prioridad a que los Estados lean sus discursos de posición de un modo quizás poco constructivo en el contexto de la crisis climática y de los esfuerzos de desplazamiento que supone una conferencia de esta naturaleza. El avance fue limitado si se piensa en los objetivos trazados. En los próximos dos talleres se espera una discusión más profunda respecto al fortalecimiento de la acción y del apoyo para la adaptación y las metodologías para evaluar su progreso. Justamente en este sentido, un componente clave del debate a largo plazo es el referido a la nueva meta de financiamiento. Si bien diversos países en desarrollo plantearon la relevancia de lograr la paridad de financiamiento para mitigación y adaptación, en una reivindicación histórica, aún no queda claro cómo se lograrán promesas recientes como la duplicación de financiamiento de adaptación asumida en la COP26.
—¿Qué panorama existe en Latinoamérica frente a la adaptación? ¿Qué importancia le están dando los gobiernos?
—La adaptación también tuvo diversos espacios de debate, incluyendo la integración de los resultados del reciente informe del Grupo de Trabajo II del IPCC sobre vulnerabilidad, impacto y adaptación, en los procesos de planificación e implementación de políticas. El tema adaptación ha ganado importancia en el mundo y, por ende, también en América Latina. Esta mayor atención incluye tanto al denominado ciclo de política de adaptación (planificación, implementación y monitoreo), como las posiciones internacionales de países latinoamericanos en la convención. De igual modo, y dado que se trata de un tópico de supervivencia, aún no ha ganado la atención y recursos que requiere. La región tiene un interesante proceso en la elaboración de planes de adaptación nacionales, aunque no todos los países los tienen. Por ejemplo, Argentina no lo ha finalizado. La implementación es aún más crítica y especialmente ligada al escaso acceso a financiamiento internacional que tienen nuestros países a pesar de su alta vulnerabilidad y riesgos crecientes, conforme al IPCC. Por su parte, los sistemas de monitoreo comienzan a perfeccionarse, pero el progreso es lento.
Fuente: Agencia Tierra Viva
Last modified: 19/08/2022