Cosas del Mar. Amar el mar.

Written by | Panamá

“Cuando muera volveré para buscar
los instantes que no viví junto al mar.” 

 Sophia de Mello Breyner Andresen

(Cebaldo) Durante muchos meses, en este tiempo de crisis sanitaria, quedé sin ver el mar, sin sentir su olor, sin perderme en su azul, o su verde intenso, y sin poder caminar por una aldea de pescadores donde tantos veranos se divirtieron Alice cuando era niña, y tiempo después nuestras hijas y ahora nuestros nietos. 

Este mar del Atlántico Norte, que imagino y siento que abraza mis  otras aguas, el Caribe, aguas que cubren y cuidan mis memorias y los dias de los habitantes de mis aldeas gunas.

El  mar es una presencia muy intensa en nuestra cultura, a pesar de que somos seres que llegamos de grande ríos y que por por razones muy conocidas, nos fuimos acercándonos a la costa, para después dar el paso a las islas de lo que hoy se conoce Archipiélago de Kuna Yala.

El Mar Caribe, ha sido para nuestro pueblo Dule, desde siglos, testigo y cómplice de tantas cosas: de la llegada de los “conquistadores”, del avance de la colonia y sus secuelas, de revueltas, naufragios, de piratas y bucaneros, del nacimiento de nuevas comunidades, de aventuras de aborígenes y visitantes (como el intento de crear una colonia escocesa en la actual Costa Kuna) y palco de luchas y construcciones, como en los fundacionales años 20s, particularmente en 1925, cuando sigilosamente cruzaban el mar pequeños cayucos llevando mensajes y preparando el día final de una rebelión.

Hubo una época en mi vida, en que, contagiado por las historias de mar, de barcos, de marineros, de vaporinos y de un texto de un cura catalán, creía que veníamos de las islas del Caribe, de las Antillas. Y me aferraba a la teoría marítima de nuestro origen, pensaba que en realidad veníamos del mar; pero mi terquedad fue derrotada por las evidencias de la arqueología y otros estudios locales, de la propia historia oral y la existencia del sitio sagrado del origen Dule: Dagargunyala en las Selvas del Darién. Y así es, venimos de los bosques y de grandes ríos y es tal vez por esto, que el mito de los Kogui –  pueblo indígena de Colombia- sobre el origen del universo lo siento como mío.

“Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente,
ni animales ni plantas. El mar estaba en todas partes. El mar era la madre. La madre no era gente, ni nada ni cosa alguna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y memoria”.

Hoy, la presencia de elementos propios del Mar, del paisaje marino en la tradición oral y en la cosmovisión Dule, son significativos, tanto como en la vida diaria, en las lecturas del viento, de las olas, de la posición de las estrellas, en las técnicas de pesca. Por eso, somos quienes mejor deberíamos cuidar y leer estas dos inmensas bibliotecas que nos rodean…el Mar y el Bosque!

Ilustración de Ani Ventocilla King
Ilustración de Ani Ventocilla King

(Jorge) Tú naciste la primera vez y creciste rodeado por el mar, Cebaldo. El mar Caribe en particular. Ciertamente naciste en un islote coralino – que no isla – como son Ustupu y todas las demás “islas” habitadas de Kuna Yala, salvo una: Dupak. Y con el bosque tropical al frente, al sur, creciste.

Los mares y su influencia sí que son distintos. Esto es una obviedad, disculpa, pero en estos tiempos toca insistir. Los humanos decimos “…la tierra donde nací”. Lo que escribes me hace pensar que también podríamos decir: “Y cercano a la tierra donde nací, tal mar…

Para ti fue y es el Caribe – y se entiende. Para mi el Pacífico. Admiro al Caribe, su abrumadora diversidad, la intensidad de sus aromas y colores. Pero eso: me resulta a veces muy intenso. El Pacífico es más confidente para mí, me dice más cosas, nos llevamos mejor.

Estas son reflexiones de afortunado, casi de niño rico que le busca 5 patas al gato: porque viviendo en Panamá puedo bañarme en el Pacífico toda la mañana desde el amanecer y ver el atardecer en el Caribe, sin que sea un lujo. Basta con quererlo.

Más justo sería llamarle planeta Mar o planeta Agua a la casa grande que habitamos –los humanos y los más de 8 millones de especies que se estima existen. Pero la evolución nos hizo con dos patas y manos, no aletas. La vida sabe lo que hace… y los mares también.

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Junio de 2021

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Last modified: 25/06/2021

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