Este fin de semana se celebra en Valencia el V Encuentro Estatal de la Comisión 8M en un contexto muy diferente al que hace un año reunió en Zaragoza a 500 mujeres: no nos encontramos ante la emoción de lo nuevo ni nos devora la incertidumbre, no tanteamos con pasos de primerizas al hablar de “huelga de cuidados” o exigir a los sindicatos (la calificación de “vergonzosa e insuficiente”, por parte de la Comisión Estatal 8M, de la convocatoria de dos horas de CCOO y UGT, así lo demuestra), y la sensación de cuenta atrás se aminora al contar ya con las estructuras del año pasado.
Es evidente para todas que, tras año y medio de ebullición, trabajo frenético y emociones desbocadas, el movimiento feminista estatal ha entrado en otra etapa. Toca ahora afrontar nuevos retos y plantearnos colectivamente hacia dónde queremos seguir caminando.
La huelga feminista como revulsivo
El auge de eso que algunas llaman “tercera ola del feminismo” ha sido un proceso de fondo, fraguado fundamentalmente en países latinoamericanos y de la periferia europea fuertemente afectados por las políticas austericidas y de recorte de derechos y libertades aplicadas durante los últimos años. En estos y otros lugares, la campaña por el paro internacional de mujeres ha supuesto un salto cualitativo importantísimo y un factor multiplicador con pocos precedentes para el movimiento feminista. No se trata solamente de la entrada masiva de chicas jóvenes y de mujeres previamente no politizadas en el movimiento sino de que, a través de la huelga, el feminismo ha pasado a ser otra cosa.
El último año ha estado marcado por una tendencia generalizada al desborde. Si las semanas previas al 8 de marzo aceleraron la toma de postura de muchas personas antes autoproclamadas “neutrales” (como si existiera neutralidad posible entre la lucha por la igualdad real y por la emancipación humana, y las resistencias de quienes ostentan privilegios a costa de la opresión de otras), tras la huelga ya nadie ha podido ni ha querido mantenerse al margen. La creciente participación en los encuentros estatales de la Comisión 8M (más de 600 inscritas en Gijón, el aforo de 500 personas superado para Valencia varios días antes del plazo previsto) se explica fundamentalmente en base a esto: todo el mundo quiere estar ahí cuando se decida el rumbo que va a llevar el movimiento.
En este contexto, una apuesta consecuente con lo que la Huelga Feminista ha supuesto a nivel internacional y con lo reflejado en el manifiesto aprobado hace un año en Zaragoza debe ser capaz de poner en primer plano las reivindicaciones de los sectores de mujeres más precarios (migrantes, trabajadoras domésticas, racializadas, trabajadoras precarias), y empujar para que el feminismo se consolide como lo que en el último año ha demostrado poder ser: una impugnación global a un sistema inhumano y asesino.
Luchamos por la vida
Hace unos días, la plataforma Paro Internacional de Mujeres de Nueva York llamaba en un comunicado público a formar un “contingente feminista anticapitalista” en los actos de la tercera Women’s March, señalando que lo sucedido el año pasado había demostrado “que el feminismo conservador y elitista teme desafiar a las estructuras del capitalismo, que no tiene solución a la crisis que enfrentan las mujeres y las comunidades LGBTTTQI+ a nivel mundial”. Se trata, precisamente, de eso. La pugna existente dentro del movimiento feminista entre quienes pretenden reducir su potencia a algunas demandas superficiales (aunque evidentemente importantes) fácilmente asimilables por el actual sistema y quienes comprendemos que la emancipación de las mujeres exige una transformación profunda de la sociedad es lo que determinará hacia donde avanza el movimiento.
En ese sentido, los debates previstos para este fin de semana en Valencia pueden leerse como una declaración de intenciones. La presencia de comisiones de trabajo sobre “ley de extranjería y lucha contra los CIEs” o sobre “feminización de la pobreza” son ejemplos de por dónde ir avanzando para la construcción de un programa del movimiento, que nos arme para afrontar un periodo de luchas marcado por el ascenso de las derechas, de la reacción neomachista y de las políticas neoliberales liberticidas a nivel mundial pero también en el plano estatal.
Un programa de este tipo debe, necesariamente, surgir de los debates del movimiento e integrar las demandas que diferentes grupos de mujeres organizadas están planteando. Debe ser un programa por la vida y contra la barbarie, que potencie el empoderamiento colectivo de las mujeres y los sujetos oprimidos y que ponga en primer plano las luchas por la reproducción social. Un programa contra la reforma laboral y la lógica del beneficio en las condiciones de vida, que exija la ratificación del convenio 189 de la OIT, defienda los servicios públicos y luche por el derecho a la vivienda y contra la pobreza energética. Un programa contra la ley de extranjería y la Europa fortaleza, que reconozca a las personas migrantes como sujetos de derechos y rompa con el círculo vicioso de exclusión institucional y laboral que las condena a la miseria. Un programa, por último, contra las violencias machistas y su aparato judicial, que no caiga en posiciones punitivistas y que potencie la educación y la autodefensa feministas.
Tenemos que salir de Valencia más unidas, fuertes e ilusionadas de lo que ya estamos, porque 2019 promete ser un año cargado de feminismo. La convocatoria de una nueva huelga para este 8 de marzo es la punta del iceberg, pero los síntomas asoman por muchos más sitios, y la respuesta masiva al llamamiento #NiUnPasoAtrás de las compañeras andaluzas es solo un ejemplo. El pasado 25 de noviembre, las feministas italianas de Non Una Di Meno se declaraban en stato di agitazione permanente. Está en nuestras manos dejar que todo acabe en un cierre institucional de promesas vacías o impulsar justo eso: una dinámica de movilización permanente que convierta al feminismo en un frente para la conquista de vidas mejores. Porque no hay más opciones: es la barbarie, o la vida. Y el próximo 8 de marzo les vamos a demostrar que va a ganar la vida.
Por: Julia Cámara
Last modified: 29/01/2019