La agitación latinoamericana no se detendrá, ni siquiera con la probable victoria de Lula. El continente seguirá siendo el epicentro de las grandes luchas del mundo contemporáneo, así como seguirá proyectando y consolidando a sus líderes como los principales líderes de la izquierda del siglo XXI. Pero América Latina tiene que valerse de los gobiernos conquistados -México, Argentina, Colombia, Bolivia, Chile, Honduras, a los que se sumará el de Lula- para enfrentar colectivamente el conjunto de problemas que enfrenta el continente.
En unos días o semanas, América Latina está definiendo su futuro. El atentado a Cristina, el referéndum chileno, las elecciones brasileñas, en sus consecuencias, hacen que el continente termine el año con otra fisonomía, para bien o para mal.
Lo cierto es que América Latina se reafirma como el epicentro de las grandes luchas políticas contemporáneas. Fue aquí donde el neoliberalismo tuvo gobiernos cada vez más radicales. Fue aquí donde surgieron los gobiernos antineoliberales y los principales líderes políticos de izquierda del siglo XXI.
Aquí es donde continúan teniendo lugar los enfrentamientos más importantes de nuestro tiempo. Aquí, donde se define la muerte o la supervivencia del neoliberalismo.
En todos los países, el choque entre la izquierda y la derecha tomó nuevas formas. Con una izquierda antineoliberal y una derecha radicalizada, asumiendo el discurso del odio.
El ataque a Cristina fue el episodio que más expresa este discurso y sus consecuencias criminales. Fue allí donde la extrema derecha pasó de las palabras a los hechos, con la escalada de amenazas contra Cristina, Alberto Fernández y la democracia argentina, se disparó el gatillo.
El país, envuelto en una guerra económica por el sabotaje al gran capital, por el llamado a subir precios indiscriminadamente como forma de multiplicar sus ganancias y sabotear al gobierno, apeló a formas políticas para tratar de golpear duramente a la izquierda, por el ataque contra Cristina. Los tiros asesinarían al principal líder argentino, pero también a la democracia argentina.
Las movilizaciones populares en defensa de la democracia y de Cristina y los intentos de Alberto Fernández de armar un pacto nacional en defensa de la democracia, pueden cambiar el panorama político del país. Pero la derecha, tras declaraciones formales de condena al atentado, no muestra disposición a un gran acuerdo formal de paz. Se repiten las acusaciones de que el gobierno usaría el ataque para atacarlos, instrumentalizando la situación.
Las próximas semanas serán decisivas para el futuro económico y político del país, incluso proyectándose el escenario para las elecciones presidenciales del próximo año.
Las elecciones brasileñas, con la probable elección de Lula, son su gran novedad. Habrá que ver si logra triunfar en la primera vuelta, a principios o finales de octubre. La derecha reúne todas sus fuerzas para, consciente de la incapacidad de Bolsonaro para ser reelegido, retomar e intensificar el antipetismo, para tratar de hacer la definición dada en la segunda vuelta, para tratar de evitar que la victoria de Lula llegue en la primera vuelta, con una nuevo presidente muy fuerte.
En todo caso, la probable elección de Lula será el avance más significativo con el que podrá contar América Latina, junto a los gobiernos de México, Argentina, Colombia, Bolivia, Honduras, para coordinar sus fuerzas en la lucha contra el neoliberalismo.
El referéndum chileno añade un nuevo elemento. La reversión de los resultados anteriores, producto de una campaña brutal de la derecha, como Chile aún no había conocido, plantea nuevos y complejos dilemas al gobierno de Boric.
¿Por qué y cómo se produjo esta inversión? Es un tema para un análisis más detallado, pero se puede decir, al menos, que hay tres niveles de derrota.
La primera fue una derrota política. La derecha supo flexibilizar sus posiciones, ocultando el retorno de la constitución de Pinochet, para afirmar su voluntad de aceptar una nueva constitución, pero hecha de otra manera -sin paridad de género, sin bancada indígena- y con plazos más largos. Conquistó a sectores del centro e incluso de la izquierda moderada -como la Democracia Cristiana- que expresaron su apoyo al rechazo.
Mientras que la posición oficialista no pudo retener ni siquiera más de la mitad de los votos de quienes habían votado a favor de una nueva Constitución. Creía que la buena propuesta de una nueva Constitución, por sí sola, serviría para reunir los votos de los que estaban a favor de la Convención Constituyente.
A la derrota política contribuyó la rápida disminución del apoyo al gobierno de Boric -38%- en los primeros meses de gobierno, que tardó en reaccionar y retomar la iniciativa, con proyectos que atiendan las necesidades de la población.
La segunda fue una derrota mediática. Chile vivió la campaña de fake news más brutal que haya conocido el país, centrada en la descalificación mentirosa de lo que estaba pasando en la Convención y el comportamiento de sus miembros, en lo que estaría preparando el gobierno (desde cambiar el color de la bandera chilena hasta que los mapuches tendrían derecho de veto sobre todo lo que hiciera el gobierno).
No hubo un mando político y mediático de la campaña Apruebo, que buscaba responder a estas mentiras, que proliferaron durante toda la campaña. La opinión pública se pronunció fuertemente contra la Convención y el gobierno, extendiéndose esto al rechazo del nuevo proyecto de Constitución.
El tercer nivel de derrota fue a nivel de masas. El Frente Amplio y los movimientos sociales no revelaron que tenían la capacidad de llevar la campaña del Apruebo a un nivel masivo en todo el país. La magnitud y extensión de la derrota, en todas las regiones de Chile, incluso en la región metropolitana, bastión de la izquierda, así lo expresa.
El aislamiento en relación al sentir del pueblo tomó por sorpresa un resultado tan consistente de rechazo a la nueva Constitución, no captado por los líderes de la campaña por el Apruebo.
¿Cómo reaccionará el país ante esta derrota? Los medios de comunicación son los responsables de concentrar el peso de la derrota en el gobierno. Los sectores moderados de izquierda y centro propondrán ingresar al gobierno como una forma de romper el aislamiento del gobierno.
Muy bueno el discurso de Boric en televisión nacional, un discurso de estadista, que asimila el resultado, pero reafirma los objetivos del movimiento 2019, dotar a Chile de una nueva constitución democrática, que de una vez por todas pase la página del pinochetismo y del el modelo neoliberal.
Las disputas más importantes se desarrollarán en torno a la reforma del gobierno y la convocatoria a una nueva constituyente, que revelará cómo sale Chile de la derrota y qué fuerzas tiene la izquierda para recuperar la iniciativa. Fundamental, sobre todo, es la unidad en torno a la defensa del gobierno. Y en segundo lugar, que el gobierno tome medidas que defiendan las necesidades inmediatas de la población, así como atender las preocupaciones de seguridad ciudadana, entre otras.
El ataque a Cristina y la derrota del referéndum en Chile refuerzan la centralidad de la disputa mediática, de la opinión pública, la importancia decisiva de la disputa ideológica, cultural y de valores, que termina siendo la gran palanca de los grandes acontecimientos políticos.
La agitación latinoamericana no se detendrá, ni siquiera con la probable victoria de Lula. El continente seguirá siendo el epicentro de las grandes luchas del mundo contemporáneo, así como seguirá proyectando y consolidando a sus líderes como los principales líderes de la izquierda del siglo XXI.
Pero América Latina tiene que valerse de los gobiernos conquistados -México, Argentina, Colombia, Bolivia, Chile, Honduras, a los que se sumará el de Lula- para enfrentar colectivamente el conjunto de problemas que enfrenta el continente.
Hay una gran mayoría política nueva en América Latina, que debe servir de palanca para llevar a cabo transformaciones fundamentales en el continente -a nivel económico, político, social, mediático-, para que la convulsión sirva para construir un mundo menos desigual. América Latina, más justa, más solidaria, más democrática.
Por: Samir Amin. Economista, geopolítico, científico y escritor egipcio
Last modified: 12/09/2022