Desde el siglo XVI cuando las Américas fuera conquistada y colonizada por Españoles y Portugueses, la explotación minera primero de oro y plata y posteriormente de otros metales y recursos como el cobre, el aluminio, el hierro, el estaño, el petróleo, etc.
En el caso de Panamá durante la Colonia los españoles denominaron al Istmo Castilla de Oro, en virtud de la gran abundancia de este metal precioso y que fue el motor de la conquista española.
Este sistema de economía extractiva dio paso a la estructuración de las denominadas economías mono productoras de materias primas y los casos más destacados fueron Venezuela (petróleo), Bolivia (estaño), Chile (cobre), Perú (varios metales), etc.
Aun hoy en pleno siglo XXI muchos países siguen siendo economías productoras de materias primas y en la división internacional del trabajo todavía se le sigue asignando ese papel.
Los efectos ambientales de esta estructura económica son devastadores en cuanto a la destrucción boscosa, el envenenamiento de tierras y ríos y sus efectos nocivos sobre la fauna y la flora, aparte de los efectos climáticos.
En Brasil la explotación extractiva ha tenido efectos muy nocivos sobre los bosques del Amazonas. En cuanto a Panamá, este país no se ha caracterizado por tener una política ambiental coherente y la reducción de la superficie boscosa ha sido una constante. Y lo que más agrava el problema es que en el área que nos ocupa la biodiversidad amenazada es abundante y específicamente el área de Donoso.
El poco resto por la naturaleza ha sido una constante en la historia panameña. En 1947 más del 70% del territorio de Panamá estaba cubierto por bosques. Se redujo a 43% en 1990 y en el 2017 es mucho menos.
El problema de fondo de este asunto es el estilo de desarrollo económico que ha prevalecido en Panamá y América Latina desde tiempos coloniales. En el caso del Canal de Panamá si bien no es una extracción minera la columna vertebral del mismo es la cuenca del Rio Chagres, cuya materia prima fundamental es el agua. A pesar de los anterior la Autoridad del Canal de Panamá ha permitido una serie de proyectos en la riberas del canal que han devastado superficie boscosa de la cuenca y en la actualidad se baraja la posibilidad de un cuarto juego de esclusas en un futuro lo que generaría el dilema de si el agua de la cuenca será para la marina mercante mundial o para la población de la Las áreas de Panamá y Colon.
En resumen esto no es solo un problema de concientización ecológica sino un problema político de primer nivel porque las clases dominantes que controlan el estado son las que lucran y se benefician de este sistema económico que mantiene a las sociedades latinoamericanas en el subdesarrollo.
Y la naturaleza política de este asunto es evidente porque para detener el deterioro de las condiciones medio ambientales tanto en Panamá como en el resto del mundo urge un cambio de todo el modelo de desarrollo que se basa en la destrucción de la naturaleza.
Por: Miguel Ramos Estrada
Last modified: 27/10/2017