Enfrentamos una realidad social cambiante. Hace unos pocas décadas teníamos un economía basada en la agricultura y servicios que se prestaban a la ruta de tránsito. Las fortunas se hacían conquistando el poder político y recogiendo las migajas que repartía la posición geográfica del país. Una masa de trabajadores lograban sobrevivir de un trabajo informal en los arrabales de las ciudades de Panamá y Colón así como en las áreas rurales. Teníamos altos índices de analfabetismo y de enfermedades transmisibles. Carecíamos de un Estado capaz de definir políticas nacionales. Un sistema político inestable y subordinado a la potencia hegemónica mundial de turno.
El siglo XXI presenta un país bastante diferente al descrito más arriba. El poder político está en manos de la clase capitalista financiera y quienes dominan la ruta de tránsito (el entorno del Canal de Panamá). Todavía persiste una masa de trabajadores informales en las áreas marginales de la ciudad de Panamá. Coexiste con una clase obrera y capas medias insertas en el mercado de consumo. Los índices de analfabetismo han disminuido a casi cero y se han erradicado las enfermedades transmisibles. Los niveles educativos se estancaron y los servicios de salud colapsaron para los trabajadores informales que representan a más del 50 por ciento de la población.
Aún cuando se logró que EEUU evacuara las bases militares que rodeaban el Canal de Panamá, que levantaran las ‘estacas’ coloniales de la Zona del Canal y entregaran la vía acuática en 1999, no se cuenta con un Estado capaz de definir políticas nacionales. El sistema político sigue siendo inestable y dependiente de la potencia hegemónica.
En el siglo XX Panamá pasó por tres fases de desarrollo capitalista. El primero fue la continuación de la versión del capitalismo mercantil dependiente. Una inversión capitalista industrial muy fuerte (Ferrocarril y Canal) que reproducía formas sociales de explotación capitalista de ‘enclave’. La misma fue sustituida – a partir de la segunda guerra mundial – por el capitalismo industrial dependiente con fuertes inversiones en tecnología norteamericana que generó una clase obrera y una juventud combativas. A partir de la invasión norteamericana de 1989, el consenso de Washington y las políticas neoliberales desmontaron la industria y gran parte de la agro-industria. El cambio produjo una sucesión de gobiernos conservadores (1990-2017) que desarticuló a las organizaciones populares y logró desactivar la combatividad de la juventud.
La burguesía industrial panameña que surgió y prosperó entre 1935 y 1980 abandonó el sector manufacturero e invirtió sus capitales en el sector del capital financiero. La banca panameña sustituyó la industria como la ‘locomotora’ de la economía capitalista. Las reformas a los tratados del Canal con EEUU en 1936 y 1955 le dieron un fuerte impulso a la industria.
Se suponía que el Tratado del Canal Torrijos Carter (1977) – sin incluir el de Neutralidad – le daría el impulso que necesitaba al sector industrial para ser competitivo. La consigna de Torrijos de darle el “uso más colectivo” a los ingresos del Canal fue reemplazado dos veces después de su muerte violenta en 1981. La primera vez por el general Noriega, quien entre 1983 y 1987, intentó transformar la ex Zona del Canal en un centro para la formación de un Ejército. La segunda fue después de la invasión militar norteamericana, cuando Washington convirtió “el mercado como la herramienta fundamental para determinar la asignación de recursos” del Canal.
En la actualidad, la Autoridad del Canal de Panamá recauda anualmente US$3 mil millones que no pueden invertirse en proyectos de desarrollo nacional. En los próximos 5 años serán más de US$15 mil millones. Cerca de US$10 mil millones irán directamente a las arcas fiscales del gobierno. Están al servicio de las grandes empresas corporativas extranjeras que invierten en proyectos que van desde facilidades portuarias, ferroviarias, mineras, logísticas e inmobiliarias.
A falta de un proyecto de desarrollo nacional, el país no tiene visión de futuro. Ni siquiera puede aspirar a estudiar las ofertas que llegan al país. Empresas de China Popular lanzaron la idea de construir un ferrocarril ‘bala’ entre la ciudad de Panamá y la frontera con Costa Rica. Los gobernantes, a falta de visión, sólo atinaron a darles la bienvenida.
Es posible que estamos en la tercera y última fase de desarrollo capitalista. Urge que sectores amplios de la sociedad en forma organizada asuman la responsabilidad de tomar la dirección del país en el marco de un plan de desarrollo nacional.
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Gráfico: Miguel Villalba Sánchez (Elchicotriste)
Last modified: 26/10/2017