En su nombre y en honor a su legado como artista desde el 2004 se celebra en nuestro país el día de la música chilena.
El cuatro de octubre de 1917, el mismo año de la revolución rusa, nace Violeta del Carmen Parra Sandoval. En este año, cuando se cumplen 100 años desde que llegó a la tierra, es importante rescatar la vida de la cantautora, no solo como artista sino que también como una mujer de ideales claros, que derrumbó los exigentes estereotipos de la sociedad, luchando por sus sueños y convicciones.
A los nueve años comenzó a tocar la guitarra, donde las necesidades de una familia numerosa la hicieron entrar en el mundo artístico muy joven, tocando en bares e incluso cantinas junto a sus hermanos. La vida le dio varios golpes a Violeta, el primero fue la enfermedad de su padre, que terminaría con su vida en 1931, lo que significó que la futura cantautora dejara sus estudios para trabajar.
En 1937 comenzó a cantar en el restauran de santiago El POPULAR, donde conoció al trabajador ferroviario y militante del partido comunista Luis Cereceda. La búsqueda de una carrera artística y sustento la llevó a recorrer varios lugares de chile, trasladándose a Valparaíso, donde trabajó con una compañía de teatro, y más tarde decidió migrar al norte para buscar la raíz del folclore chileno que estaban escondidas por la cueca, canciones españolas y mexicanas.
El llevar esta vida, con sus convicciones y términos por delante, en una sociedad machista le trajo varios dolores. En 1949 Violeta Parra se separa de Luis Cereceda, debido a varios altercados, a causa no del carácter errático de Violeta como dirían algunos, sino de las expectativas que la artista no podia ni queria cumplir como mujer de la época.
Años más tarde su esmero la llevó a participar por primera vez en el festival de la juventud y los estudiantes en su quinta versión. Su estancia en Europa le permitió conocer la Unión Soviética y grabar una serie de canciones inspiradas en el folclore chileno.
La violencia contra las mujeres en su historia
Mucho se dice de la Violeta, que era muy apasionada, que es contradictoria su muerte, que fue una buena artista, que está sobrevalorada, lo cierto es que la vida de esta hija de trabajadores y campesinos acarreó las penas de cualquier mujer. La precariedad, la miseria y la enfermedad le hicieron entender desde qué lado debía estar, y lo difícil que es ser mujer y artista en un país, que no valora a las mujeres ni a los artistas.
Mientras viajaba cantando y divulgando el folclore de los campesinos chilenos, sufrió la muerte de su hija Rosita Clara, desamores, rechazo de lugares que no querían difundir su trabajo, engaños y tropezones. Pero lo personal es político, y entendía que la violencia que acompañaba sus pasos era un problema de desigualdad, donde los pobres no tenían acceso a una buena vida, y donde las mujeres debían esperar a ser casadas para llevar vidas decentes. Sus letras, sus penas, telares y pinturas le cantaban al pueblo pobre, a los estudiantes que cuestionan la educación, a los trabajadores que debían tener en cuenta cuánto valía el trabajo que hacían.
Sus acciones no podían estar lejos de su arte, desde París, enviaba canciones al comité central (del PC) para la campaña presidencial de Allende, cada una de ellas fue rechazada, al igual que Pedro Lemebel, sufrió el rechazo y la censura del PC, debido a que eran letras muy excesivas, demasiado directas.
El año 1967 con pistola en mano y después de mucho intentarlo, Violeta Parra se suicidó, algunos dicen que fue por amor, otros dicen que fue la muerte de Rosita Clara. La misma intensidad con la que vivió sus días, la llevo a ponerle fin a su vida. Pero no podemos olvidar que cada una de las penas de esta mujer no puede ser vista desde una visión romántica, al contrario debe ser visto como parte de un contexto enmarcado por la violencia de género, por la pobreza de miles de trabajadores, por políticos que le cierran las puertas a quienes dicen defender.
Desde el 2004 se celebra en el día del cumpleaños de Violeta Parra, el día de la música chilena, por lo que desde entonces a lo largo del país se realizan distintos eventos. Sin embargo como mujer, estudiante de música, trabajadora del arte callejero y ocasionalmente compositora creo que queda corto. Con toda su travesía, la Violeta no buscaba difundir la música de Chile a secas, buscaba desenterrar la música que cantaban las familias de las pampas, los campesinos, los salitreros, los trabajadores y sus familias, el legado que ella deja no es el de hacer música para lucir la voz o las guitarras en un escenario con focos, el legado que nos deja es la lucha y el compromiso que implican cantar sobre cosas claras, duras y reales siendo mujer, cantarle a la miseria, a la soledad y a la represión.
La energía de quienes pretendemos dedicar nuestras vidas a la música, no puede ser impulsada solo por la satisfacción personal, debemos tener claro quienes queremos que nos escuchen, a quienes le cantamos y a quienes nos entregamos, los gobiernos, municipios y empresarios que tienen partidos a sus disposiciones se han esmerado por dejar olvidada esta parte de la Violeta, convirtiendo su nacimiento en día donde se realizan muchos conciertos, lo que no es malo, sin embargo la situación de los artistas en Chile no cambia nada. Cada cierto tiempo muere algún actor o actriz en la pobreza, todos los meses hay trabajadores del arte sin un sueldo estable y todos los meses la música independiente tiene que hacer esfuerzos inhumanos por salir. Recordarla tiene que significar rescatar sus convicciones y ponerlas en práctica, con la fuerza de una generación que quiere derribar todas las barreras que nos pone el capitalismo y el patriarcado.
Por: Lorena Gjik. Estudiante de licenciatura en música UA
Fuente: www.laizquierdadiario.com
Last modified: 05/10/2017