“¿Qué mundo sería parido por una mujer que pudiera nacer y crecer sin miedo a la violencia, al acoso, a la persecución, al desprecio, a la explotación?
“… si alguna vez me pidieran a mí, sombra fantasmal de nariz impertinente, que definiera el objetivo del zapatismo, diría: ‘hacer un mundo donde la mujer nazca y crezca sin miedo’”.
Quien pregunta y se responde es el SupGaleano (antes SupMarcos), en una carta a Juan Villoro, en febrero de 2016, que sirve a manera de prólogo al texto Habrá una vez…, una recopilación de cuentos e historias del Subcomandante Insurgente Galeano.
Desde el propio título, se juega con el elemento tiempo. Si los cuentos infantiles empiezan con la tradicional frase: “Había una vez”, el Sup apela al futuro: “Habrá una vez”, que no es una ilusión o una utopía, sino un llamado a la construcción de otro mundo posible.
El volumen aparece días después de que el Concejo Nacional Indígena nombró como su vocera a una mujer, que se convertiría en su candidata a la presidencia en 2018, y en medio de una violencia que se ensaña con la mujer. Violencia de género, feminicida, que va del uso sexista del lenguaje hasta la desaparición y el asesinato. Los cuerpos como botín de guerra y las almas, que se las disputan los fundamentalismos para el más allá, cuando lo que importa es el aquí y ahora. De inmediato surge el reclamo de género, étnico y/o clasista: ¿poseen un proyecto de nación? Y la respuesta es: otro mundo es posible.
Por eso, llama la atención que, por su hechura y contenido, parece un libro infantil, incluyendo los dibujos (sin crédito). Un libro de reflexión política, que divierte, muy en el estilo del Sup. No sorprende, entonces, que la protagonista sea una niña llamada Defensa Zapatista. Un alegato contra la dominación patriarcal y capitalista, al decir de Sylvia Marcos en la presentación.
Personaje, Defensa Zapatista, que quiere romper con una cuádruple discriminación de, que en el lenguaje de hoy, la hace cuatro veces vulnerable: por mujer, por indígena, por niña y por rebelde, es decir, consciente de su situación. ¿Cómo hará para transmitir esa consciencia a su comunidad? A través del juego, del futbol. No como espectáculo y negocio (sorry “Jaguares”), sino como objeto lúdico, pero con un fin práctico: derribar un muro, hacerle una grieta, simplemente para mirar. ¿Quién, en su vida, no ha pateado una piedra o una lata, o se ha asomado a mirar qué hay del otro lado, y ver que no estamos frente al espejo?
Como si fuera una profecía, muy del mundo de los antiguos, el primer capítulo del volumen se titula: El Muro y la Grieta, de abril de 2015 y firmado por el ya SupGaleano, cuando aún no aparecía Trump y su obsesión por construir un muro en la frontera sur de Estados Unidos, y a un año de la muerte física de Eduardo Galeano, que aparece en este mismo primer capítulo.
Y vemos a Galeano (dibujado) en diálogo con Defensa Zapatista, que a la hora de decir su nombre, afirma: “yo me llamo recoge balones”; “recoge balones no cualquiera, repite la niña al hombre mientras lo abraza, no para consolarlo, sino para que entienda que todo lo que vale la pena se hace en equipo, en colectivo, cada quien su tarea”. La niña le explica su valor e importancia: “Sin recoger balones nomás no hay partido. Y si no hay partido, pues no hay fiesta, y si no hay baile, y si no hay baile pues de balde me peino y de balde me pongo los presapelos de colores, mira ”.
Pero el cuento no acaba aquí (apenas empieza). “Oí Galeano, que hoy conocí a un ciudadano que se puso tu nombre”, le dice un miliciano al entonces sargento y maestro de escuela Galeano. Y éste medita: “Recoge balones, como si fuera tan fácil. Si no cualquiera es zapatista. Si no cualquiera es recoge balones. Para ser recoge balones se necesita mucho corazón, como ser de zapatista, y para ser zapatista no cualquiera, aunque eso sí, luego hay alguien que no sabe que es zapatista…hasta que sabe”.
Un Galeano (desdoblado) que es reclutado para un equipo de futbol, que nunca termina por completarse, por la niña Defensa Zapatista. “Sí, porque acá, cuando el equipo gana, se va a darle al muro. Y el equipo que pierde, sigue jugando ‘hasta que aprenda’, dicen”.
“Ya vamos a ser más”, anima la niña, “de repente dilata, pero sí vamos a ser más”.
Por: José Luis Avendaño
Fotografía: Heriberto Rodriguez
Last modified: 14/06/2017