A partir de la conquista española, hace medio milenio, Panamá ha tenido una clase dirigente especializada en la venta de servicios, asociados a la posición geográfica privilegiada del Istmo. Durante la colonia (1500 – 1820), primaban los intereses de la Corona española. A los márgenes, una elite comercial se beneficiaba con los negocios legales e ilegales. En el siglo XIX, los comerciantes locales rompieron con la península y se adhirieron a los intereses de la ‘city’ de Londres. El período colombiano fue caótico por la debilidad de Bogotá frente a los avances de las potencias rivales de la época: Gran Bretaña, Francia y EEUU. En el siglo XX emergió Washington como potencia dominante y también nació la República de Panamá.
El binomio EEUU – Panamá fue productivo y, a la vez, trágico. La potencia del norte construyó el Canal interoceánico pero subordinó el país al dominio de una pequeña elite incapaz de gobernar y altamente corrupta. La lucha por la soberanía ocupó a la mayoría de los panameños durante casi todo el siglo XX. Cuando finalmente se logró avanzar significativamente, en 1989 EEUU reaccionó atacando militarmente el país causando miles de muertes e imponiendo un régimen político de la misma elite corrupta. Ya tiene más de un cuarto de siglo saqueando las riquezas que genera la posición geográfica del país sin proyecto nacional a la vista.
En 1999 EEUU le entregó la administración del Canal de Panamá a la pequeña elite panameña. Por primera vez en su historia de cinco siglos, la clase dominante istmeña tuvo la oportunidad de combinar la administración de los negocios locales (posición geográfica) con el arte de gobernar. Más encima, entre 2007 y 2016 incursionó en la ampliación del Canal de Panamá a un costo multimillonario.
La experiencia ha resultado un fiasco. A pesar de que el producto interno bruto anual del país se ha multiplicado diez veces en menos de 20 años, la desigualdad aumenta, la pobreza no disminuye y los servicios públicos se deterioran. La pequeña elite concentradora de riqueza, enquistada en los nichos de poder, no tiene los cuadros con capacidad para gobernar. A pesar de la asesoría de EEUU – entretenida en guerras del otro lado del planeta – la corrupción se ha entronado en el país, aceptada por amplios sectores de la sociedad.
Todo indica que la corrupción y clientelismo continuarán por lo menos otros 25 años, a menos que se comiencen a dar los cambios no previstos en la actualidad. Desde el punto de vista económico, la pequeña elite gobernante sólo concibe realizar negocios a corto plazo que generen ganancias inmediatas. No hay inversiones en áreas productivas que promuevan la producción de nuevas riquezas derivadas del trabajo de los panameños. Los gobernantes, incluso, plantean que no es necesario trabajar – para producir alimentos, vestimentas, máquinas – si podemos comprar todo lo que queremos con los ingresos del Canal. La política económica irresponsable genera, a su vez, un sistema político de dependencia total o de ‘clientelismo’. Los grandes empresarios locales reciben generosos subsidios del gobierno, las capas medias se benefician con las ‘rentas’ de la posición geográfica y los sectores más pobres (el 80 por ciento de la población) reciben las migajas sobrantes: ‘100 para los 70’, ‘becas universales’ y otros programas poco eficaces.
Los ingresos que percibe Panamá por los tributos que genera la posición geográfica son sistemáticamente despilfarrados. No hay un programa para aprovechar las riquezas nacionales, comenzando con los recursos humanos. La antigua ‘Zona del Canal’, contigua a la vía interoceánica, se ha convertido en área de concesiones. La idea mas reciente se desprendió de una reunión de la “Junta Directiva Internacional” de la ACP en Shanghai, China. Según la agencia de noticias Reuter, “la ACP abrirá oficialmente a fines de año una oferta para desarrollar unas 1,200 hectáreas de terreno alrededor de la vía acuática para convertirlas en un parque logístico, tras completar un periodo de cinco años de descontaminación de la zona”, afirmó el administrador, Jorge Quijano.
El mismo despacho destaca que la iniciativa “coincide con un momento en que China está instando a sus firmas a invertir en infraestructura en el exterior para mejorar los enlaces comerciales globales”. Obviamente, China tiene un ‘plan global’. Panamá tiene una elite saqueadora, pero le falta un ‘plan de desarrollo nacional’. ¿Qué país se beneficiará de esta iniciativa? Seguimos despilfarrando nuestro potencial y consolidando la corrupción y el clientelismo.
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Last modified: 23/04/2017