Panamá y EEUU han tenido una difícil relación por más de siglo y medio. En forma creciente el istmo de Panamá se convirtió en una pieza fundamental en los planes de expansión de los capitalistas norteamericanos. La construcción del Ferrocarril Trans-ístmico (1850-1855) y el Canal de Panamá (1904-1914) fue estratégico en la consolidación del nuevo imperio que se extendía sobre un continente del océano Atlántico al Pacífico. Posteriormente, Panamá se convirtió en una enorme base militar para las guerras de EEUU contra Japón (1941-1945) y, después, contra Corea y Vietnam (1951-1975). Las bases en la antigua Zona del Canal también sirvieron para intervenir e invadir todos los países de América latina, convertido en el ‘patio trasero’ de EEUU.
En el transcurso de más de 175 años Panamá ha lidiado con decenas de gobiernos y sus ejecutivos. Los primos Teddy y Franklin Roosevelt, los Bush (padre e hijo), Jimmy Carter y Ronald Reagan son algunos de los mas recordados, para bien y para muy mal. Los presidente de EEUU han encabezado invasiones, golpes de Estado, han conspirado en magnicidios y se han burlado de los panameños.
El presidente electo, Donald Trump, aparece en el horizonte como un fenómeno político novedoso e impredecible. Para el mundo financiero, el empresario es una interrogante y su retórica contrario al mal llamado ‘libre comercio’ ha puesto a temblar las bolsas mercantiles en todos los continentes. El presidente Juan Carlos Varela, al contestar una pregunta sobre la elección de Trump, no logró hilvanar una respuesta coherente. El gobierno panameño todavía no tiene una política para enfrentar el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Washington tiene una política muy clara para Panamá desde la invasión militar de 1989. ¿Cómo compagina esta posición de EEUU sobre Panamá con las ideas de Trump? Es una pregunta cuya respuesta la conoceremos, en la medida en que comienzan a cuadrar (si cuadran) los objetivos de la política exterior de la nueva administración.
La política exterior de EEUU tiene tres objetivos en Panamá desde la invasión militar de 1989: En primer lugar, asegurar que el tránsito por el Canal no se interrumpa. Segundo, servir como eslabón en su política militarista a escala regional. Al mismo tiempo, ser útil en su política de “guerra contra las drogas”. Por último, desarrollar los lineamientos neoliberales del ‘consenso de Washington’, explícitos en el Tratado de Libre Comercio suscrito por ambos países. Políticamente, EEUU delegó en una pequeña elite panameña la responsabilidad de gobernar el país. La elite lo ha hecho bastante mal, especulando con los ingresos extraordinarios que genera la operación del Canal de Panamá, creando un déficit creciente y desestabilizando el régimen político con la creciente corrupción producto de la militarización. En 20 años arruinó el agro y la industria, destruyó los sistemas de salud y educación, y el sistema de representatividad política ha caído en manos de una mafia insaciable.
El presidente electo, Donald Trump, no tiene intereses personales en Panamá. (Sólo el nombre en uno de las torres hoteleras que adorna el sky-line de la capital). Hace 5 años Trump sí opinó sobre el Canal de Panamá y la manera en que culminaron las negociaciones (1977) que permitió su entrega al gobierno panameño.
En una visita de negocios a la ciudad de Panamá en 2011, Trump declaró que “a Panamá le va muy bien con el Canal, hay tantos trabajadores, hay tanto empleo. Pensar que estúpidamente EEUU le entregó el Canal a cambio de nada”. Trump no hacía más que repetir lo que decía con insistencia el presidente Reagan después de que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter (1977) hasta su muerte. Un ministro del gobierno panameño en 2011 predijo (con mucho tino) que lo que pretendía Trump con sus afirmaciones era lanzar su candidatura a la Presidencia de su país. De paso, el Consejo Municipal de la ciudad lo declaró persona non grata.
Siguiendo su lógica de campaña, Trump podría pedirle a Panamá que contribuya con parte de sus ingresos, por concepto de peajes del Canal, a la ‘guerra contra las drogas’ (aumentar la compra de armas a EEUU, construir más bases aéreo-navales con materiales norteamericanos y entrenar más efectivos represivos en las facilidades aún existentes de la Escuela de las Américas (Fuerte Bragg). También podría exigirle a Panamá que suprima los pocos aranceles que quedan para inundar el mercado con sus productos agrícolas (destruyendo definitivamente al agro panameño).
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA)
Gráfico: Abdelghani Dahdouh
Last modified: 22/11/2016