Aún en la oscuridad se podía percibir la empatía ante la causa. Me lo decía el silencio que gobernaba la sala y que interrumpí al llegar con el sonido hueco de mis plataformas. Un par de ojos encandilados me advirtieron que la concentración era total, por lo que me puse de puntillas y rápido ubiqué una silla libre. No había sacado mi libreta de apuntes cuando ya empezaba a erizarme, entre testimonios y aquella música que me invitaba a viajar en la nostalgia de la Guatemala sufrida que conozco de cerca; el documental de Kimberly Bautista “Justicia para mi hermana”, la presentaba al pellejo, en la crudeza del dolor que la embargaba.
Luego del mutismo explotó la burbuja de agua, al contacto. No es para menos, cuando te enteras que está presente la autora del documental, cuyo testimonio estremece debido a que padeció en carne propia las secuelas de la valentía al denunciar ese flagelo. Esta pieza de cine fue parte de su proceso de sanación y donde empieza nuestra reflexión, porque después de verlo, aún a sabiendas de la realidad, algo en tu pensamiento cambia.
La impotencia reinó en la sala, me lo dijo el silencio que permaneció por un puñado de minutos al finalizar el documental y aún después de encendidas las luces. La violencia contra la mujer es una úlcera que supura a ratos, y otras veces más que eso. El machismo es un demonio capaz de cobrar la vida de 5 mil personas en el mundo cada año, genera más muertes que el terrorismo, y pareciera algo normalizado, mejor dicho, permanece como algo normalizado socialmente.
Una mirada regional, indica que América Latina se ha convertido en la región más violenta contra las mujeres. De los 25 países con la mayor tasa de feminicidios, diez se encuentran en esta zona.
Aquella noche de agosto, entre cifras y cada señalamiento acertado como puntada certera en el orificio de la tela, así inició Haydeé Méndez el conversatorio sobre “La violencia contra las mujeres”, en la amplia sala que hospeda el Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU), el evento fue organizado por el Cine-foro “Mira y Piensa Panamá”.
Entre todas las situaciones que iba exponiendo en torno a los incumplimientos de la Ley 82 de 24 de octubre de 2013, que adopta medidas de prevención contra la violencia en las mujeres y reforma el Código Penal para tipificar el femicidio y sancionar los hechos de violencia contra la mujer, Méndez desenganchó una pregunta que no logro sacarme de la mente ¿Por qué matan los hombres? Los estudios señalan mil y unas razones, pero aquel renglón donde se expresaba PORQUE PUEDEN, estoy segura que desconsoló a muchos/as.
Aquella pregunta la anoté unas tres veces, rondaba entre mis dedos con un juego entre el bolígrafo y la libreta. Entonces me dije, si ellos pueden es porque se les permite, porque no hemos sido capaces por ninguno de los medios de resolver el problema, también afirmé (mentalmente), las instituciones con el poder de toma de decisiones no han podido o no han tenido la intención de aplicar medidas que conduzcan a mejorar la situación. Mil y una ideas brotaron y con las mías se encontraron otras que hacían ruido en forma de preguntas, las manos alzadas comenzaron a llover en la sala y el tiempo no ajustaba para tanto sentir que expresar. Faltaban 15 minutos para las diez de la noche y nadie parecía tener ganas de irse.
Desde siempre me han gustado las cifras, pero cuando se asocian a personas en situaciones vulnerables, me producen un profundo dolor. Tiemblan mis manos sólo de señalar que hasta agosto de 2015 se han registrado 23 casos de femicidio en Panamá, tres menos que lo suscitado el año anterior, con la diferencia de que el año no termina, faltan 4 meses, preocupación para la sala, se oyen murmullos…
Jennifer Delgado, por parte de la Defensoría del Pueblo, no es portadora de buenas noticias. En una plantilla de Power Point presentó una radiografía del femicidio en nuestro país, producto del Observatorio Panameño contra la Violencia de Género, donde resalta que del año 2009 al 2013 mataron a 317 mujeres violentamente. A medida que avanzaba en su presentación, cada gráfica reflejaba cómo este problema trasciende, puesto que existen 14 casos, denominados tentativas, se refiere a mujeres que han sido marcadas por la violencia, ya sea por alguna lesión permanente, de diversa índole. Del año 2010 a la fecha, 350 menores de edad han quedado huérfanos/as a causa de esta situación.
Es impresionante cómo un documental de una realidad guatemalteca puede mover los ladrillos de una sociedad distinta como la panameña. Y es que el femicidio, entendido como una relación de poder, forma extrema de violencia hacia la mujer por discriminación, inicia como un proceso de tortura y no por casualidad como lo reportan los medios de comunicación constantemente. Es allí donde a pesar de las fronteras compartimos el mismo malestar, pues se trata de vidas, detrás de las cifras.
Es materia obligada al hablar de femicidio remitirnos a la Ley 82. Muchas personas en algún momento se habrán preguntado ¿Es necesario que esté reglamentada? Es decir ¿Desde su entrada en vigencia no debería hacerse cumplir? Méndez considera que las autoridades, quienes desconocen los convenios internacionales, difícilmente hacen cumplir las leyes nacionales, y para muestra cita que la ordenanza contempla que en cada provincia y comarca debe haber un centro de atención, y apenas existen 4, dos recién abiertos, y ninguno en el interior del país.
Otras sanciones contempla la Ley 82, incluidos los medios de comunicación social que en el manejo de la información cometan violencia hacia la mujer. No obstante, a diario toca observar noticias sin el menor cuidado de imagen y texto. Actualmente hay anuncio de una novela que pareciera iniciará con una violación múltiple, el machismo se desborda por las novelas, en las cómicas, no parece haber cuidado al escoger la programación.
Algo está claro, necesitamos promover y propiciar relaciones más sanas de cara a mejorar este escenario, y para que ello se de, deberán poner de su parte todos los sectores de Panamá, país que ocupa la posición 19 de las mayores tasas de femicidios, según el estudio “Carga Global de la Violencia Armada 2015”, publicado por Cambridge University Press, con el apoyo de las Naciones Unidas.
Algunas preocupaciones comparten las organizaciones involucradas en atender este tema, y entre muchas otras, sobresale el hecho de que algunas víctimas no acuden al sistema a poner la denuncia, también, se están dando nuevos contextos de femicidios, por ejemplo, en edades donde no se reportaban casos, y los días y horas en que ocurren han variado.
Es hora de cambiar la mirada en torno al problema, y empezar por pequeñas acciones desde nuestros entornos, tales como no soltar expresiones estereotipadas respecto a la situación de violencia hacia la mujer, desaprender modismos e ideas erradas que justifiquen estos actos. Nos urge pensar en cada mujer violentada, saberla como posible parte de nuestra familia, indignarnos, atrevernos sin prejuicios a alzar la voz, ahora con la consciencia de que como mujer estoy vulnerable ante esta realidad, y por ende soy parte del problema. Dicho esto, la pregunta me integraría y tal vez debería ser ¿Por qué nos matan los hombres?
Sharon Pringle Félix
Fotos: Cine-foro “Mira y Piensa Panamá”
Last modified: 04/09/2015