A las 10 de la noche del 28 de octubre de 2024, la aviación israelí atacó un edificio de cinco plantas en Beit Lahiya, en la zona norte de Gaza. El norte de Gaza ha sido sacudido por los israelíes desde el 8 de octubre de 2023. No ha habido tregua para los residentes de esta localidad, situada al norte del campo de refugiados de Jabaliya. Durante los primeros meses de los bombardeos, Sahar (de 42 años) huyó de la zona con su hijo de 11 años y el resto de su familia. Lo hizo, según dijo a Human Rights Watch, “por el bombardeo excesivo contra zonas civiles, que mataron a familias enteras”. Asma (32 años) abandonó Beit Lahiya para dirigirse a la zona supuestamente segura de al-Mawasi. “Vivimos en un desastre”, dice. “Estamos desesperados, hambrientos y asediados”.
La familia Abu Nasr no abandonó Beit Lahiya. De hecho, gran parte de la familia extendida buscó refugio en su edificio familiar, pensando que su presencia en una zona residencial podría darles cierta inmunidad frente a los ataques israelíes. La noche del 28 de octubre de 2024, había 300 personas viviendo en los 10 apartamentos del edificio. Estaba congestionado, pero se sentían seguros.
Cuando el misil impactó a las 10 de la noche, destruyó la escalera y, por tanto, bloqueó la posibilidad de cualquier escapatoria desde cualquier lugar que no fuera la planta baja del edificio. Muhammed Abu Nasr (29 años) vivía en la planta baja con su mujer y sus hijos. Saltaron el muro perimetral y fueron a alojarse con un vecino. Más tarde, Muhammed contó al escritor Asil Almanssi: “No dormí en toda la noche, pensando en mis padres, mis hermanos, mis sobrinas y mis sobrinos. ¿Cómo pude abandonarlos y huir? ¿Era realmente un cobarde, un traidor? Los pensamientos me atormentaban y no podía saber si había hecho lo correcto o no”. Pero era lo único que podía haber hecho. Haber permanecido en un edificio con la escalera bombardeada habría sido una insensatez. Las familias atrapadas en el edificio llamaron a la Defensa Civil de Gaza. No se podía hacer nada por ellos hasta por la mañana. Hicieron las maletas y esperaron al amanecer, cuando confiaban en poder ser rescatados de los pisos superiores del edificio siniestrado.
Entonces, como si lo hubieran previsto toda la noche, a las 4 de la madrugada los israelíes volvieron a golpear este edificio residencial. Esta vez, alcanzaron el núcleo de los apartamentos. Muhammed Abu Nasr, que se encontraba en la casa de un vecino, oyó “una explosión más fuerte que cualquier cosa que hubiera oído nunca. Sentí como si un terremoto hubiera sacudido toda la zona, con el suelo temblando violentamente y partes de las paredes de la casa en la que me había refugiado derrumbándose”. Fue una bomba enorme. Muhammed oyó a su familia pedir ayuda y gritar que tenían cadáveres entre ellos. No había nada que hacer. Los aviones israelíes llenaban los cielos. Otro ataque era posible.
Cuando los equipos de rescate empezaron a retirar los escombros, encontraron supervivientes, heridos con las piernas rotas y los pulmones perforados. Pero también encontraron que más de 100 personas de la familia Abu Nasr habían sido asesinadas. Se trataba de una horrenda masacre de una familia en una conocida zona residencial. Carros y hombros llevaron a los heridos al hospital Al-Helou, un hospital de maternidad que sufrió ataques israelíes en noviembre de 2023 pero que ahora funciona parcialmente. Fue en el hospital donde Asil Almanssi oyó a Bassam Abu Nasr (de cinco años), el único superviviente de su familia inmediata, decir una y otra vez: “Quiero a mi padre”. Pero su padre había sido asesinado por los israelíes.
¿Por qué a las 4 de la mañana?
Durante la Gran Guerra (1914-1919), ambos bandos utilizaron aviones para transportar bombas que podían ser lanzadas sobre objetivos enemigos, incluso sobre zonas residenciales. Estos aviones no disponían de muy buenos dispositivos de navegación, pero sus adversarios tampoco tenían nada más allá de los reflectores para encontrarlos en el cielo. Hacer volar bombarderos lentos a la luz del día les habría expuesto a los veloces cazas de combate, razón por la que volaban al amparo de la oscuridad por la noche. Esta es la razón por la que los bombardeos durante la Gran Guerra y en la Segunda Guerra Mundial tuvieron lugar de noche. Después de la Gran Guerra, el Primer Ministro británico Stanley Baldwin dijo a la Cámara de los Comunes la verdad sobre el uso del bombardeo aéreo en aquella época: “El bombardero siempre conseguirá pasar. La única defensa está en [la ofensiva], lo que significa que hay que matar a más mujeres y niños más rápidamente que el enemigo si te quieres salvar” (10 de noviembre de 1932).
Los comentarios de Baldwin en 1932 se produjeron siete años después de que otras dos potencias europeas (España y Francia) animaran a mercenarios de los Estados Unidos a bombardear la ciudad marroquí de Chefchaouen a plena luz del día. España y Francia querían sofocar la rebelión liderada por Abd el-Krim conocida como la Guerra del Rif (1921-1926). Los pilotos de los Estados Unidos, que formaban el escuadrón Lafayette, volaron en bombarderos biplanos Breguet 14 y realizaron 350 bombardeos. Dado que los cazas del Rif disponían de un armamento antiaéreo decente en el lugar donde se encontraban, el Escuadrón Lafayette recibió instrucciones de bombardear zonas indefensas como la ciudad de Chefchaouen y sus pueblos circundantes.
“Nuestro objetivo”, escribió el capitán Paul Rockwell, “era Chefchaouen, la ciudad santa de los miembros de la tribu djebala”. La ciudad, señaló, “había sido bombardeada anteriormente y, debido a su prestigio y a su carácter sagrado como santuario, se esperaba que un ataque aéreo contra ella intimidara a los djebalas y fuera eficaz para apartarlos de la causa de Abd el-Krim”. En otras palabras, el bombardeo no debía alcanzar objetivos militares, sino causar angustia psicológica entre los combatientes del Rif. El escuadrón bombardeó la ciudad y sus alrededores unas cinco veces al día, lanzando “más de cuatro toneladas de proyectiles”, lo que era mucho para aquellos días. Incluso bombardearon un pueblo que ya se había rendido. Desconocemos el recuento de víctimas civiles. No se ha registrado.
“La ciudad parecía encantadora desde el aire”, escribió Rockwell, “abrazada a su alta montaña y rodeada de muchos jardines y cultivos verdes”. La ciudad fue bombardeada para enviar un mensaje a los rebeldes del Rif. Era la guerra colonial en su forma más eficaz. Y como tuvo lugar en las colonias, la masacre de Chefchaouen ha caído en el olvido (a diferencia, por ejemplo, del bombardeo español y alemán de Guernica – una ciudad europea – en 1937, ahora conmemorado en el famoso cuadro de Pablo Picasso).
En la década de 1970, las autoridades municipales ordenaron pintar de azul las paredes de la ciudad para atraer a los turistas y – dicen algunos – para repeler a los mosquitos; cuando la visité hace una década, la ciudad era recordada por las paredes azules y no por la masacre de 1925. Nunca aprendemos las lecciones de la historia.
Los habitantes de Gaza no tienen capacidad antiaérea. No pueden derribar los aviones israelíes. Como mucho, han sido capaces de alcanzar drones que vuelan a baja altura. Los aviones que bombardean las zonas residenciales de Gaza no vuelan de noche porque teman ser derribados. Vuelan de noche porque así logran infundir un miedo total en la población matando a familias enteras en sus casas y amenazando así a otras familias con la aniquilación. “Intimiden a los djebalas”, escribió Rockwell, lo que puede actualizarse fácilmente a “intimiden a los palestinos”. Una bomba que cae sobre una casa a las 4 de la mañana tiene la garantía de matar a los civiles que duermen allí. Hace que los civiles quieran huir de sus casas. Crear las condiciones para esa huida es el crimen de guerra de la limpieza étnica. “Vivimos en un desastre”, dijo Asma, que huyó de su casa pero no ha abandonado Gaza.
Algo impensable
Para muchos palestinos, incluso después de este horrendo año de genocidio, abandonar Gaza es perder Palestina, formar parte de la Nakba (Catástrofe) permanente que pusieron en marcha los israelíes en 1948. No se moverán, ni siquiera por las oleadas de bombardeos nocturnos que exterminan familia tras familia. A estas alturas, casi 1.000 familias han sido totalmente asesinadas. Una investigación de Al Jazeera señala que 393 miembros de la familia al-Najjar han sido asesinados, 226 miembros de la familia al-Masry y 225 de la familia al-Astal.
El 10 de octubre de 2023, a las 20:30 horas, una bomba de 2.000 libras cayó sobre la casa de la familia al-Najjar en Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza. La bomba asesinó a 21 miembros de la familia, parte de los 393 miembros de la familia al-Najjar asesinados en el transcurso del año pasado. Suleiman Salman al-Najjar (48 años) se encontraba esa noche en el Hospital de los Mártires de al-Aqsa. Sobrevivió a la bomba. Pero murieron su esposa, Susanne Subhi Asalam Najjar (40 años), y cuatro de sus hijos: Farah (23 años), Nadim (20 años), Yazan (14 años) y Safa (17 meses). Más tarde contó a Amnistía Internacional que, si bien pudo recuperar el cuerpo de su hijo Nadim, de su hija Safa sólo pudo encontrar una mano. “Todo el mundo estaba bajo los escombros. La casa estaba completamente pulverizada. Los cuerpos quedaron reducidos a jirones. Nuestras vidas se han destruido en un segundo. Nuestra familia ha quedado destruida. Algo que era impensable ahora es nuestra realidad”.
Por: Vijay Prashad. Historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y corresponsal en jefe de Globetrotter. Es editor en jefe de LeftWord Books y director del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos Las Naciones Oscuras y Las Naciones Pobres. Sus libros más recientes son Luchar nos hace humanos: aprendiendo de los movimientos por el socialismo, La retirada: Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder estadounidense y Sobre Cuba: 70 años de Revolución y Lucha (los dos últimos en coautoría con Noam Chomsky).
Fuente: Globetrotter
Fotografía: Ali Jadallah, participante de la clase magistral Joop Swart 2024. Ali Hassan Jadallah (@alijadallah66) es un fotoperiodista palestino. A lo largo de su carrera, ha cubierto valientemente tres guerras israelíes en Gaza con un compromiso de contar la verdad, proporcionando conmovedora documentación de las luchas actuales de la región.
Last modified: 20/12/2024