El mundo clama que termine la ocupación ilegal de Palestina por Israel

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El 18 de septiembre de 2024, la Asamblea General de las Naciones Unidas
(AGNU) aprobó una resolución que exigía que Israel se retirara inmediatamente
del Territorio Palestino Ocupado (TPO) de Jerusalén Oriental, Gaza y Cisjordania.
La resolución utilizaba un lenguaje contundente, afirmando que “la presencia
continua de Israel en el Territorio Palestino Ocupado es ilegal” y que tiene “la
obligación” de poner fin a su “presencia ilegal” en el TPO “lo antes posible”. La
resolución fue presentada por el Estado de Palestina, que no fue reconocido como
parte de buena fe de las Naciones Unidas hasta junio de 2024 como parte del
disgusto mundial por el genocidio de Israel en Gaza. El resultado era previsible:
mientras 43 países se abstuvieron, 124 votaron a favor de la resolución y sólo 14
votaron en contra (encabezados por los Estados Unidos e Israel). Ahora es
perfectamente legal decir que la ocupación israelí de los TPO es ilegal y que esta
ocupación debe terminar inmediatamente.
La resolución de la AGNU sigue a la sentencia dictada por la Corte Internacional
de Justicia (CIJ) en julio de 2024. Esta sentencia de la CIJ sostenía que la

ocupación continuada de los TPO por parte de Israel es ilegal y que debe terminar
inmediatamente. El lenguaje de la CIJ es muy contundente: “El abuso sostenido
por parte de Israel de su posición como Potencia ocupante, mediante la anexión y
la afirmación de un control permanente sobre el Territorio Palestino Ocupado y la
continua frustración del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, viola
principios fundamentales del derecho internacional y hace que la presencia de
Israel en el Territorio Palestino Ocupado sea ilegal”. No hay ambigüedades en esta
declaración, como tampoco las hay en la resolución de la AGNU que le siguió.
Lluvias del cielo
Al ir de un pueblo a otro de Cisjordania palestina, me mostraron cisternas de agua
rotas, una tras otra. La historia era siempre la misma. Los palestinos y palestinas,
privados de agua por los asentamientos ilegales israelíes en el Territorio Palestino
Ocupado (TPO) y por el ejército israelí, hacen todo lo posible por recoger el agua
de lluvia en cisternas. Pero cada vez que los israelíes descubren esta antigua
práctica humana, el ejército israelí aparece y destruye las cisternas. Se ha
convertido en parte del ritual de la ocupación israelí. Tras la guerra de 1967, el
Gobierno israelí dictó la Orden Militar 158 (noviembre de 1967) y la Orden Militar
498 (noviembre de 1974) que obligaban a los palestinos a solicitar permisos al
ejército israelí antes de poder construir cualquier instalación de agua.
Durante una de estas visitas, un anciano palestino me preguntó si había leído la
Torá o la Biblia. Le dije que había leído fragmentos de la Biblia, pero no
sistemáticamente. Entonces procedió a contarme una historia del Deuteronomio
sobre el éxodo de los judíos de Egipto, donde habían sido esclavizados. Egipto, se
les dice, era una tierra de leche y miel, mientras que la tierra que tenían ante ellos –
Palestina – era una tierra que sufría de falta de agua. Los judíos tendrían que
depender de las “lluvias del cielo” y no de los ríos que regaban Egipto. Estas
lluvias del cielo, dijo el anciano palestino, “nos son negadas”.
Los israelíes que viven en los asentamientos ilegales de Cisjordania consumen una
media de 247 litros de agua por persona y día, mientras que los palestinos pueden
acceder como máximo a 89 litros por persona y día (la cantidad mínima de la
Organización Mundial de la Salud o OMS es de 100 litros por persona y día). No
está de más repetir que los israelíes viven en asentamientos ilegales. Esta ilegalidad

no se plantea en términos morales sino de derecho internacional. Varias
resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han dicho que
Israel viola la Cuarta Convención de Ginebra al extender sus asentamientos en
Cisjordania: Resolución 446 (marzo de 1979), Resolución 478 (agosto de 1980) y
Resolución 2334 (diciembre de 2016). La sentencia de la CIJ de 2024 y la nueva
resolución de la AGNU fundamentan la ilegalidad. No necesitábamos más leyes
para aclarar la situación, pero ayuda que las nuevas declaraciones sean
inequívocas.
Agua en Gaza
Hace una década, la única vez que estuve en Gaza, me horrorizó la falta de
suministros básicos de agua. El Wadi Gaza, que atraviesa la Franja de Gaza, es la
culminación de ríos que se extienden hasta Cisjordania (Wadi al-Jalil) y ríos que
desembocan en el desierto de al-Naqab (Wadi Besor). Sería un acto de insensatez
beber de Wadi Gaza o del acuífero costero, en su mayor parte contaminado por los
insuficientes servicios de alcantarillado de Gaza mucho antes de esta guerra
genocida. La mayoría de los habitantes de Gaza, incluso en 2014, compraban agua
a caros camiones cisterna privados. No había otra opción.
Si la situación en Gaza era censurable hace una década, ahora es inconcebible. El
palestino promedio de Gaza, que ha sido expulsado por la fuerza de sus hogares (la
mayoría bombardeados), sobrevive ahora con una media de 4,74 litros de agua por
persona y día (es decir, 95,53 litros menos que el mínimo exigido por la OMS para
que una persona sobreviva). Desde octubre de 2023, el consumo diario de agua
entre los palestinos de Gaza se ha reducido en un 94%. La magnitud de la
destrucción de las infraestructuras de Gaza es abrumadora (como muestra el Centro
de Satélites de la ONU). En abril de 2024, sólo el 6% de la infraestructura de agua
y saneamiento de Rafah mostraba signos de daños, pero en junio, los israelíes
habían destruido el 67,6% de toda la infraestructura. Se ha demostrado claramente
que los israelíes tienen como objetivo los elementos básicos de la vida, como el
agua, para garantizar la aniquilación de los palestinos en los TPO.
Por eso, precisamente, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó
abrumadoramente a favor de la salida de Israel de los Territorios Palestinos
Ocupados y del cese de sus políticas anexionistas. El Gobierno israelí respondió

desafiante, diciendo que la resolución “cuenta una historia ficticia y unilateral” en
la que no hay violencia contra Israel. Sin embargo, lo que el Gobierno israelí
ignora es la ocupación, que enmarca todo el conflicto. Un pueblo ocupado tiene
derecho a resistirse a su ocupación, lo que hace que la violencia contra Israel sea
importante de registrar pero no central en el argumento. La CIJ y la AGNU dicen
que la ocupación israelí debe terminar. Este punto no es abordado por el Gobierno
israelí, que pretende que no hay ocupación y que tienen derecho a anexionarse
tanta tierra como sea posible aunque esto signifique una limpieza étnica. Cortar el
acceso al agua, por ejemplo, es uno de los instrumentos de esa incesante violencia
genocida.

Por: Vijay Prashad. Historiador, editor y periodista indio. Es miembro de la redacción y
corresponsal en jefe de Globetrotter.

Fuente: Globetrotter

Fotografía: Ali Hassan Jadallah . Fotoperiodista palestino. A lo largo de su carrera, ha cubierto sin miedo tres guerras israelíes en Gaza.

Last modified: 26/09/2024

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