El 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía. Históricamente, la poesía ha estado involucrada en la vida humana de distintas maneras. Desde tiempos inmemorables la poesía ha tenido una presencia tácita recreando el relato de la humanidad. En las acciones cotidianas, en los movimientos bélicos, en las tensiones y las crisis que transforman a la sociedad; la poesía es el relato que construye la historia desde una propuesta creativa.
Luis Alberto de Cuenca, en su artículo Historia y poesía, nos recuerda estas palabras que Aristóteles dejó en su Poética: “El poeta y el historiador se distinguen en que el historiador cuenta los sucesos que realmente han acaecido, y el poeta los que podrían acaecer. Por eso la poesía es más filosófica que la historia y tiene un carácter más elevado que ella, ya que la poesía cuenta sobre todo lo general, y la historia lo particular”.
Además, el señor De Cuenca nos da tres ejemplos de esa relación de diálogo de la poesía con la historia. Cito: “La Epopeya de Gilgamesh, suma y síntesis de la cultura mesopotámica, y dos poemas contemporáneos, Esperando a los bárbaros, del alejandrino Constantino Cavafis (1863-1933), y Lepanto, de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), el poema más alto que produjo ‘la más alta ocasión que vieron los siglos’, al decir de Cervantes”. La poesía está implícita en las sagas de la humanidad. La historia es la épica que se narra desde la poesía. Pensemos solamente en La Ilíada, de Homero; en La Araucana, de Alonso de Ercilla, o en Alteraciones del Dariel, de Juan Francisco de Páramo y Cepeda, o en Armas antárticas, de Juan de Miramontes Zuázola.
Todos estos relatos poéticos tienen una palabra en común: resistencia. Cuando José Martí escribe que “… a la poesía, que es arte, no vale disculparla porque es patriótica o filosófica, sino que ha de resistir como el bronce y vibrar como la porcelana […]”, alude a la virtud poderosa de la palabra poética para resistir. Una noción que también Goethe tuvo cuando dijo: “Tenemos la lucha diaria, inevitable y mortalmente seria de apoderarnos de la palabra y ponerla en el contacto más directo posible con todo lo que se siente, ve, piensa, imagina, experimenta”.
La lucha de la poesía en este mundo contradictorio tiene múltiples experiencias. Tal vez lo más importante es la experiencia del lenguaje. Cuidar las palabras porque hasta su silencio puede ser peligroso. Por eso la poesía se resiste a la mediocridad. La poesía se resiste al ruido y también al silencio. “La palabra contribuye a la marcha o el retardo de la historia, por eso tiene que ser lo más lúcida posible y aprender a hablar debe llegar a entenderse como aprender a liberarse”, dice Nicolás Bratosevich.
La poesía nos enseña a resistir. En una sociedad como la nuestra, llena de sombras y apariencias, de gente que utiliza las palabras para abusar de su poder efímero, de discursos de doble moral llenos de mentiras que solo alimentan su imagen narcisista, donde no se valora el conocimiento sino la descomposición del pensamiento, donde el pueblo ha olvidado los factores importantes para vivir con dignidad, la poesía viene a decirnos que, como un susurro lejano de palabras, debemos resistir y salir al encuentro de la verdad, porque a los pequeños tiranos se les olvida pronto y solo quedan las palabras de lucha y resistencia por la verdad.
La poesía nos ayuda a resistir. Los que conocemos los poderes de la lectura de un poema hemos aprendido a resistir en la calle, como dice Mario Benedetti, porque “somos mucho más que dos”; resistimos en las horas de la madrugada helada, en las jornadas cotidianas; resistimos la ingobernabilidad y la mediocridad, y vamos contra corriente, aunque nos cueste caro, porque hemos decidido defender la verdad y las palabras.
“Cuando el poder conduce al hombre hacia la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder empequeñece los intereses del hombre, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de su existencia. Cuando el poder corrompe, la poesía limpia. El artista que es fiel a su visión personal de la realidad se convierte en el campeón último de lo individual y de la sensibilidad contra una sociedad opresiva y un estado interventor”, estas palabras de John F. Kennedy refiriéndose al poeta Robert Frost, han sido citadas muchas veces para aludir a la relación del poder y la poesía.
¿Por qué son tan valiosas? Porque cuando afirma que la poesía limpia, cuando el poder corrompe, se refiere a una caravana de formas de opresión con los que la poesía está constantemente en fricción. Un verdadero desfile de pasiones negativas que intenta sembrar el miedo. Es el artista de la palabra, el poeta, quien desde la cultura de la poesía sabe resistir con valor y frena todas las mentiras de una realidad que puede cambiar desde la imaginación.
Por: Carlos Fong. Poeta panameño
Last modified: 18/03/2023