Quedarán como un pin en el alma los días de diciembre en que pudimos ser felices. Pero no esa felicidad meritoria, individual, descosida del resto que suele coronar a estos tiempos sombríos. Fuimos felices en bandada, colectivamente, en pueblo de ojos cerrados, sin que la otredad fastidie, volando un poco por sobre la medianía atroz de los días.
Fuimos felices relajando la pena y el dolor por un par de horas, destrabando tanto desencanto en el hechizo de un par de piernas que deberían poder menos pero lo pueden todo, en una cintura que dice que irá a la derecha pero va a la izquierda, en una línea exacta, precisa, que es la única por donde puede transitar la pelota y fue allí. Y una sonrisa barbuda de pibe. Y los brazos levantados. Y la vida volviendo al alma, al alma de todos.
Todos los magos del mundo conspiraron enredados entre esas piernas. Todos los poetas de los barrios populares cantaron sonetos en ese bailecito de esquina. Y hubo la felicidad. Esa que se había excusado de revisitar estas tierras. Esa que no podía con un país hachado en dos. Esa felicidad multitudinaria, exiliada, ésa de todos, desconocida en la conciencia de pibas y pibes. Pibes y pibas formados para la obediencia y el deseo personal. Arrancados de los sueños colectivos. Amañados para ser partícipes de las más desamoradas ambiciones. Para que el mundo sea solos, de a uno. Pero la felicidad, una vez en la vida, serpenteó y se metió en las casitas más pobres, en los pisos más altos de los edificios, en las calles de tierra, en las azoteas y en los sótanos, aluvional. Y sacó a todos a la calle, a gritar una quimera sin límite.
El lunes será 19 de diciembre y todas las piezas volverán a encajarse en su origen. Será 19 de diciembre y el aniversario veintidós del estallido. Será 19 de diciembre y 17 millones de pobres no habrán cambiado. Y los seis de cada diez niños con el futuro saqueado. Y el calor atroz y la luz que no está y la inflación que se devora los alimentos y el deseo. Y los diez mil trabajadores migrantes muertos en Qatar. Y el gatillo displicente de la bonaerense. Y la soga estatal en el cuello del futbolista iraní.
Habremos sido felices de felicidad colectiva. Habremos cantado y saltado en calles de hostilidad cotidiana manifiesta. Habremos sido felices de corazón múltiple. Pero en un instante sombrío nos habremos miramos a los ojos para que nos quedara claro que no nos estábamos olvidando de nada. Como Dolina pateando tachos de basura en Flores.
Pero nadie nos quitará la alucinación de haber sido felices multitudinarios. Por espasmos. En las tribunas infinitas de esta brujería. Por un pibe adulto y planetario. Que parece jugar el juego de todos en el ajedrez donde fuimos y seremos peones.
Por: Silvana Melo.
Foto: Claudia Rafael
Tomado de: pelotadetrapo.org.ar
Last modified: 17/12/2022