En conmemoración al fallecimiento de esta insigne mujer, el 9 de octubre de 1991.
A lo largo del siglo XX en nuestro país, surge una pléyade de mujeres valientes, algunas de ellas, como Julia Palau de Gámez, Paula Jiménez, Clara González, Marta Matamoros, Felicia Santizo, Angélica Ch. de Patterson, entre muchas otras que desafiaron el sistema patriarcal, una sociedad dominada en todos los espacios por hombres.
Gumersinda Páez no se quedará atrás en la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer panameña. Mujer representativa del sector más popular de la ciudad de Panamá, afro descendiente, luchadora y autodidacta; educadora y política, llegó a ocupar en 1945, en duros momentos para las mujeres y sus derechos, la posición de diputada de la Asamblea Nacional y en diversas ocasiones a ser su presidenta, lo que la constituye en la primera mujer afro descendiente en ocupar dichos cargos en Panamá y tal vez en el mundo. Precisamente un mundo de guerra, donde el machismo campeaba eufórico y hegemónico. Sin embargo, es esta mujer, parte de toda una legión de aguerridas integrantes del feminismo, quienes desde distintas trincheras de lucha cambiarían al mundo de una forma inexorable y paulatina, en un proceso bastante corto, si valoramos la conectividad y profundidad de los cambios.
Nacida en 1904 y procedente de una familia de escasos recursos económicos, Gumersinda Páez desde muy joven empezó a trabajar como docente en la provincia de Darién, ya que su padre había fallecido cuando ella tenía 15 años. De allí ejerce en distintas escuelas en la provincia de Panamá. En el Instituto Nacional toma un curso nocturno de comercio, en el Colegio Artes y Oficios estudia técnicas en reparación de máquinas de escribir, estando allí entabla una entrañable amistad con Don Melchor Lasso De La Vega. Estudia Leyes por tres años en la Universidad de Panamá, pero se gradúa, en 1945, de Humanidades con la especialidad en Filosofía e Historia con la tesis titulada: Los Indios de San Blas y la Rebelión Indígena del año 1925.
Sus vivencias en esta provincia como educadora, hacen surgir en ella una llama de solidaridad y a su vez denunciar las condiciones de vida que acarrea el sufrimiento del indígena. He aquí unos fragmentos de su tesis:
“…Casi los dos tercios de esta preciosa provincia están acaparados por conocidos terratenientes quienes disfrutan de las riquezas de la más abrupta y lejana serranía, como también del trabajo del indio.
Jamás me hubiera imaginado que en este siglo de las luces y en un país tan pequeño como el nuestro, hubiese existido un problema agrario de tales magnitudes…
Posee el Darién ricas minas de tagua y de raicilla, las que no podían ser explotadas sin el previo permiso del terrateniente. Existía pues, un monopolio alarmante. Pobre indio!!! Su vida miserable se reflejaba en la melancolía que llevaba en la mirada. Preocupado, pensativo y meditabundo, contaba los pocos centavos como retribución de su trabajo…
Más adelante cuatro comerciantes despiadados acaparaban esa mísera paga en unas pocas chucherías que por curiosidad o necesidad trataban de llevar al hogar querido.
Esa vida monótona, esa mascarada de una aparente libertad, el dolor que el indio llevaba en su semblante y ese desprecio que los demás hombres sentían por él, como si no se tratase de seres humanos, hicieron arder en mí la llama de la simpatía y desde entonces me preocupé por su suerte, contemplando con interés sus problemas y por lo tanto, he compartido sus desgracias y alegrías…”
A lo largo de su vida formó parte de innumerables organizaciones y asociaciones, citaremos aquí sólo algunas: Asociación de maestros de la República, Asociación Católica Nacional, Asociación de Maestros de la República, de la Unión de Trabajadores de la Radio, de la Liga Patriótica Femenina, de la Asociación de Mujeres Universitarias, de la Sociedad Obrera Salvadoreña, etc.
En un mundo polarizado entre el socialismo y el capitalismo, donde el poder, la hegemonía masculina era la ley, lo cual lo vemos reflejado a una escala mayor en el dominio de las armas y del aparato bélico de las naciones, el papel del hombre era lo más importante. En medio de esas condiciones de ideología antagónicas y mutuamente excluyentes que polarizaban las tensiones del mundo, hubo mujeres que lucharon contra los convencionalismos considerados insignificantes y normales. Pero que a la larga eran tan fundamentales como la vida misma como lo fueron los derechos humanos, los derechos de las mujeres, los derechos políticos y la verdadera igualdad.
Es en ese momento en que surge una generación de mujeres extraordinarias que no eran escuchadas ni por las propias mujeres, pero que ayudaron tanto a mujeres como a hombres a abrir los ojos hacia una realidad no muy futura, pero sí bastante lejana. Cosas que hoy nos parecen comunes en esos momentos eran impensables: la educación universitaria, el divorcio, el fumar, el modo de vestir, el liderazgo político, el ejercicio de ciertas profesiones, la independencia económica, el derecho al voto, entre otras.
En el caso particular de Gumersinda, quien el ser pobre, negra, no tener apellido de abolengo o rimbombante, y lo peor, aunado esto a ser mujer en un mundo naturalmente machista, era todo un escenario para una catástrofe de desarrollo personal y social. Pero el destino, la voluntad, la fuerza de carácter, los principios y la sensibilidad ante las injusticias elevaron a esta humilde mujer hasta convertirse en una ciudadana ilustre y venerada. Tanto así que llegó a ser una de las dos primeras diputadas de Panamá, junto a Esther Neira de Calvo; y aún más allá, dirigir la Asamblea Nacional en la Constituyente de 1946 en varias ocasiones, suceso este que ni en los tiempos actuales hemos visto con frecuencia.
Durante su permanencia allí le tocó firmar el decreto por el cual se creaba lo que conocemos hoy como el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Salud. Además de la Ley Especial de Jubilación de Educadores, Enfermeras y Telegrafistas. Desde esa tribuna también luchó por la soberanía de Panamá en la llamada Zona del Canal y por la admisión de la niñez afroantillana e indígena en las escuelas.
A parte de esto, escribió 34 obras de teatro, que tenían como trasfondo la vida cotidiana y familiar de los hogares pobres, llenos de penurias y limitaciones pero ricos en principios morales y éticos, ejemplos de ellos: Mira los Clavos; Falsa Posición, Secretos de una fábrica, Tu tienes la culpa madre, entre otras. Las mismas se radiaban en varias emisoras locales, y eran tan gustadas por el alto valor educativo que el Ministerio de Educación recomendó escucharlas. A ella se le debe la creación del radio teatro en nuestro país.
En otro orden de ideas, participó en 1947 en el Congreso Interamericano de Mujeres en Guatemala, y fue elegida Presidenta del Congreso, con lo que también llega a dirigirlo. Cito algunas palabras que el Presidente del Congreso le dirigiera: “Se me antoja, honorable diputada, que al ver la masa de nuestros gobernados, nosotros tenemos un ángulo visual solo masculino; falta el ojo femenino para que el ángulo visual sea correcto y pueda enfocar perfectamente la masa gobernada. La mujer tiene derecho de llegar al Parlamento por derecho propio, por ser madre, por ser esposa, por ser hermana, por ser hija, por ser consejera y aún por ser amante…” Según palabras del propio Presidente del Congreso guatemalteco, era la primera vez que se recibía a una diputada en dicha entidad.
Participa en México en 1951, en la Conferencia General de la UNESCO, siendo nombrada Huésped de Honor.
Otros reconocimientos y condecoraciones tenemos la Orden Manuel Amador Guerrero, Orden Vasco Núñez de Balboa (Grado de Gran Oficial), Orden Manuel José Hurtado, entrega de las llaves de la ciudad por parte del Municipio, la inscripción de su nombre en el “Libro de Oro” de 1980 por la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA.
Gumersinda Páez era consciente de las limitaciones de las mujeres pero a pesar de esto, participa en partidos políticos y va abriendo, junto a otras, caminos para de esta manera, superar obstáculos y prejuicios retrógrados.
Su participación en la historia panameña ha sido minimizada y sus logros políticos y personales son poco conocidos, sin embargo, la nación hoy goza de muchos de los resultados de sus leyes y política, sobre todo, las mujeres de nuestro país, por el alcance y la visión de personas como ella, que en su momento supieron ver más hacia el futuro que hacia su realidad instantánea. Gumersinda no es sólo un ejemplo para nuestras mujeres sino también para nuestros políticos, ya que su vida es un ejemplo de comportamiento ético, sacrificio, valor, humildad y trabajo.
Para terminar, un acróstico que le dedicó Rosalía Arosemena:
Gratitud y admiración
Unidas hoy te mostramos
Mientras al cielo imploramos
El acierto en tu misión.
Rica sois de corazón
Sencilla, leal, consagrada,
Inteligente, abnegada,
Nacida para luchar
Deben hoy por ti brotar
Albas flores perfumadas.
Por: DaniaBetzy Batista Guevara. Profesora de filosofía e Historia, periodista alternativa, integrante del Colectivo Voces Ecológicas (COVEC).
Last modified: 16/10/2022