En música, como en casi todas las artes, Europa ha dictado cuáles son las estéticas permitidas y, como en los cuadernos para iluminar, todo aquello que se salga de la línea es calificado de exótico, señala Gabriela Ortiz Torres, profesora de la Facultad de Música (FM). “Y es que parecemos habernos acostumbrado a estudiar aquí a los compositores europeos mientras que, en Europa, poco o nada les importa lo que se hace en México o en Latinoamérica”.
Lo anterior fue planteado en la mesa Colonialismo y Descolonialización en la Música de Concierto Contemporánea, organizada por la Cátedra Extraordinaria Arturo Márquez de la UNAM, donde se reflexionó sobre cómo las potencias europeas le impusieron una visión a sus colonias y cómo ello ha derivado en que hoy, al hablar de universalidad, en realidad aludamos a un pensamiento que refleja la cosmovisión del Viejo Continente en vez de la nuestra.
A decir de Ortiz Torres esto explica por qué, cuando se interpretan partituras de una compositora mexicana como ella en Europa, suelen acomodar el recital dentro de un marco de actividades más amplio titulado fiesta latinoamericana, o variantes del estilo. “¿Por qué no sólo me programan al lado de Mahler o Beethoven en vez de buscar ese tipo de contextos?”, pregunta.
“A Debussy le chocaba que le dijeran compositor impresionista, a mí que me llamen latinoamericana o posmoderna. Me gustaría que se juzgaran las creaciones de otra manera y con más profundidad, pero a veces lo más sencillo es generalizar en vez de reflexionar.”
Sobre cómo opera esta mirada exotizante, Ortiz pone un ejemplo: “En 1997 compuse una pieza llamada Altar de muertos para el Kronos Quartet, que dura media hora. Los últimos tres minutos se basan en un tema huichol que escuché alguna vez en un disco. Por ese pedacito hubo quienes calificaron a la obra de folclórica, sin considerar que en 90 por ciento de la partitura restante sucedían otras cosas. Ser tan superficial al juzgar me parece hasta peligroso”.
Sin embargo, la compositora aclara que, cuando refiere que le desagrada que la llamen latinoamericana es porque se trata de un término para tildarla de no suficientemente universal, es decir, de no plegada al canon, y no por otra cosa. “¿Cómo podría yo no sentirme parte de esta región si mis padres fundaron el grupo Los Folkloristas, si en mi casa estuvieron Inti Illimani o Víctor Jara, y tengo una obra dedicada a Violeta Parra? Yo crecí con esos sonidos y a veces echo mano de ellos. Lo que me desagrada son las etiquetas”.
Sonidos de la diversidad
Como director del Ensamble Cepromusic del INBAL, y además europeo, José Luis Castillo Rodríguez confiesa sin tapujos: “La orquesta es uno de los mecanismos más coloniales que puede haber en la música de concierto”; sin embargo, como español, también sabe que al abrirse a lo plural, la música se empieza a descolonizar.
“En la península ibérica vivimos 800 años de ocupación árabe que hicieron de aquello un hervidero cultural, de pensamiento y, en el caso que nos interesa, un crisol sonoro donde el diálogo entre culturas reconfiguró a la música de la época. Por ejemplo, Túnez recuperó la tradición sevillana, Argelia la de Córdova y Fez, la valenciana. No se puede afirmar que esto haya sido un fenómeno global, pero sí uno plurilocal.”
En opinión de Castillo Rodríguez, el que se tiendan estos puentes sonoros es inevitable y ello, tarde o temprano, rompe cualquier canon impuesto. “Si algo nos caracteriza a los músicos –y no tanto a los filósofos, a los políticos y mucho menos a los economistas– es nuestra vocación al nomadismo”.
Y es que, para el también profesor, revisar la historia de la música equivale a recolectar relatos de cómo ésta atraviesa fronteras y juega con los espacios curvos, y como muestra de dicho espíritu transgresor están Guillaume de Machaut u Orlando di Lasso, por mencionar tan sólo a dos de una lista interminable de personajes.
“Al hablar de estos temas echamos mano de un cronocentrismo y creemos que la colonialidad es algo de los últimos 500 años, y además que es sólo una, cuando en realidad hay muchas y todas se basan en fórmulas de poder empecinadas en unificar en vez de permitir la pluralidad. Por ello yo defiendo el nomadismo en la música, pues es una manera de descolonizarnos, de romper con las imposiciones monolíticas y de escuchar los sonidos de la diversidad.”
Por: Omar Páramo.
Tomado de: www.desinformemonos.org
Last modified: 10/10/2021