(Jorge) Sabemos Cebaldo que cuando se quiere escribir sobre un ser humano inmenso, por pequeño sea nuestro intento, hay que ser cuidadosos, respetuosos. “Tiembla a veces la pluma…”, decía José Martí de momentos así. Arriesgándonos, te propongo abordar en esta Luna hermano, el legado de Nelson Mandela (Sudáfrica, 1918–2013), enfocándonos en un detalle esencial: su búsqueda de consensos entre la diversidad, esa genial capacidad suya de escuchar al otro mientras remaba hacia acuerdos decisivos para su patria…
Y es que él como pocos supo del arte de sobrepasar el instinto que nos empuja a la confrontación más que al dialogo; arte este esencial ahora que ya no nos sobra el tiempo.
(Cebaldo) El prisionero 466/64 de Robben Island, Nelson Mandela o Madiba, como cariñosamente le llamaban, forma parte de la historia de nuestra juventud, de nuestra vida. Su lucha junto a su pueblo y a otros pueblos de África me llegó por vía de la militancia en el movimiento estudiantil panameño; luego por vía de los sindicatos y del Partido del Pueblo de Panamá. Y desde entonces vive en nosotros como memoria, como parte de una cultura política, de una lección de vida.
(Jorge) Incluyamos sus propias palabras, negadas y proscritas buena parte de los 27 años que pasó encarcelado, condenado como estuvo con sus compañeros a cadena perpetua por oponerse al oprobioso régimen del apartheid. Hasta sus fotografías estuvieron prohibidas en los diarios sudafricanos por dos décadas. Y en los años iniciales solo tuvo derecho a una carta y a una visita cada seis meses. Sus hijos recién pudieron visitarlo en 1975, trece años después del encierro. ¿Cómo pudo en esas condiciones mantener la cordura y la fe en los seres humanos?
“Los seres humanos siempre serán capaces de encontrar argumentos para la confrontación y para no llegar a acuerdos. Pero los humanos somos también seres capaces para la razón, la compasión y el cambio.”[1]
(Cebaldo) En esos años, cuando supe del Madiba, no me imaginaba que un día conocería a hermanos de ese combativo país. Y que sabría de boca de ellos, de manera directa, el significado del apartheid, de la lucha dura de ellos, de la situación de Mandela… Cuando llegué a estudiar a la antigua URSS, donde viví 6 años entre 1978 y 1984, conocí estudiantes de tantos países, entre ellos a Joseph, que estudiaba Derecho y Ciencias Económicas pensando en el futuro del país a construir, sabiendo que no sería enseguida, que antes tendrían que pelear en todas las trincheras. Nunca supe más de Joseph, si cayó en algún combate, si consiguió ver a la patria libre y escuchar a Mandela como presidente. Pero su memoria y su risa y sus danzas me habitan. Nos enseñó aquella danza que era símbolo de resistencia, que se hizo famosa en el mundo y que en tantas manifestaciones la danzamos y vivimos.
(Jorge) A pesar de ser considerado en su momento el preso más famoso del mundo, al salir libre a los 71 años tras muchísima presión internacional, se encontró en la puerta del presidio con la sorpresa de una inmensa muchedumbre que lo esperaba y más de un centenar de periodistas. Y a poco de avanzar retrocedió asustado ante alguien que le puso delante lo que le parecio un nuevo invento para matar de la industria bélica, …hasta que Winnie, su mujer, calmándolo le dijo que solo se trataba de un micrófono (de esos afelpados, que él no conocía): así de inhumano había sido su confinamiento.
(Cebaldo) En mayo de 1994 cuando Mandela y su partido, el Congreso Nacional Africano, CNA, ganan las elecciones en Sudáfrica, la fiesta de la libertad fue sentida en todo el mundo. Y en casa, viendo la noticia en la TV, dancé con mi hija Nadili, entonces con casi 8 años, aquella danza que aprendí con mi compañero Joseph: entre lagrimas y risas vivíamos también la fiesta de la alegría y la libertad.
Hace unos años cuando se celebrara un aniversario más de la partida de Nelson Mandela, de su fecunda siembra, Nadili me envió un correo, corto, donde me decía
“Papá, para mi Mandela será siempre tú y yo danzando en la sala de la casa y llorando de alegría.”
(Jorge) Tantos humanos no superamos los agravios, incluso los pequeños: odios y violencias se instalan en nuestro cuerpo y nos encadenan de por vida. ¡Y hasta se transmiten de generación en generación!
A contracorriente de no pocos de sus copartidarios en el CNA, Mandela, viendo claramente que ahí estaba un nudo que de no desatarse impediría avanzar, abogó por “creer en la bondad de las personas”. Ese fue el Mandela que en 1955 había desesperado ante la brutalidad del apartheid que oprimía a las mayorías de su país, decidiendo tomar las armas para empezar sabotajes “porque no había otra alternativa”. Él, que ese mismo año se había adherido a la “Carta de la Libertad” que rotundamente afirmaba: “Sudáfrica pertenece a todos los que habitamos en ella, negros y blancos…” Ese fue el mismo ser humano que luego de alcanzar la libertad tras más de 350 lunas injustamente preso, sometido a castigos y ofensas continuas para quebrarlo, declaró:
“Cuando salí hacia el portón que me llevaría hacia la libertad, supe que, si no dejaba mi amargura y mi odio atrás, seguiría encarcelado…”
(Cebaldo) La capacidad de Madiba de unir a un país herido, lleno de cicatrices y dolores pero con muchas esperanzas y ganas de caminar, me recuerda a mis Poetas Mayores, a los dirigentes gunas de 1925, que supieron después de la dura batalla por la autonomía llamar al trabajo a los jóvenes que habían estado al otro lado de la trinchera, sabiendo que había que contar con todos, que a las rabias y a los odios, como a los miedos, habría que lanzarlos lejos, enterrarlos, para que una nueva semilla naciera de la mano de todos… Por eso renacieron las escuelas, se compraron barcos, se viajó a negociar con el gobierno en ciudad de Panamá, se crearon cooperativas y se fue construyendo una Casa Grande más solidaria y hermosa.
(Jorge) Nada tiene que ver la actitud asumida por Mandela con una claudicación. No aceptó la precondición de abandonar las armas a cambio de su liberación sino hasta que terminasen primero las amenazas y asesinatos de los supremacistas contra su gente. Ni en sus encuentros después, con Bill Clinton o Margaret Thatcher, negó su condición de marxista y amigo agradecido de Fidel Castro y Muamar el Gadafi. Supo hablar – dialogar – con el cerebro y con el corazón y supo reconocer la humana necesidad de trascender prejuicios de cualquier tipo.
Que sea el propio Madiba – del que dicen sus biógrafos que gozaba, además, de muy buen humor – quien cierre estas sencillas reflexiones nuestras, compartidas a la luz de la luna llena de septiembre. …¡Vuelen lejos siempre tus palabras querido Mandela! Y aniden sobre todo en el corazón de la gente joven, en estos tiempos cuando tanto necesitamos todos de tu ejemplo.
“Si tu decides resolver problemas mediante la negociación entonces debes estar preparado para comprometerte. Y comprometerte, tal como lo entiendo yo, con relación a asuntos que no son periféricos.”
(Sudáfrica, 1990. De una entrevista)
“Que todos nuestros esfuerzos demuestren que Martin Luther King Jr. tenia razón cuando dijo que la humanidad no puede continuar trágicamente atada a la noche sin estrellas del racismo y la guerra.”
(Noruega, 1993. Al recibir el Nobel de la Paz junto con Frederick de Klerk, entonces presidente de Sudáfrica)
“Dedico estos premios a esos millones y millones de hombres y mujeres corrientes de todo el mundo, que a lo largo de este siglo rehusaron valientemente inclinarse ante los bajos instintos de nuestra naturaleza y decidieron vivir sus vidas en pos de la paz, de la tolerancia y del respeto por la diferencia.”
(Sudafrica,1999. Discurso ante el Parlamento de las Religiones del Mundo)
[1] India, 2004. Mensaje a la Convención Global sobre la Paz y la no Violencia. En internet se obtiene, libre, este libro que mucho recomendamos: “Nelson Mandela por sí mismo: El libro de citas autorizado”, The Nelson Mandela Foundation, 2011.
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Septiembre de 2021
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Last modified: 21/09/2021