Desde el pasado 28 de abril Colombia registra una gigantesca movilización social desatada a raíz del trámite de una absurda e inoportuna reforma tributaria, que desató la rabia de diversos sectores de la sociedad afectados por la carga de impuestos contenida en la propuesta, que incluía además recortes al gasto social del Estado.
Tan pronto como se dio a conocer el contenido de la iniciativa fiscal las reacciones no se hicieron esperar y el Comando Nacional del Paro convocó a un cese indefinido con una primera jornada el 28 de abril, seguida de las manifestaciones del 1 de mayo, la del 5 de mayo y una planificada para el 19 del mes en curso.
La acción de la multitud ha mostrado una inusual potencia en Cali, Bogotá, Pasto, Pereira, Ibagué. La incursión popular ha registrado características insurreccionales, con expresiones de poder social democrático en los territorios.
La respuesta del gobierno y de la ultraderecha uribista, al control de los principales entes del poder político, ha sido el uso de la violencia policial y militar provocando la muerte de varias decenas de ciudadanos, particularmente en Cali.
El ex Presidente Alvaro Uribe, el eje del campo de la oligarquía mafiosa, con el control absoluto que ejerce sobre las cúpulas militares y policiales ha, ordenado plomo y fusil para aplastar la contundente arremetida de los trabajadores, los jóvenes, los indígenas y campesinos.
A pesar de la sangre corrida, la movilización social ha crecido y la indignación de la sociedad se ha disparado provocando una nueva acción de masas este 5 de mayo, la cual se espera cobre las dimensiones de un verdadero salto político, provocando replanteamientos radicales del cuadro critico en que está sumida Colombia. Algo así como lo ocurrido en 1957, cuando la ciudadanía se volcó al espacio público para dar fin a la sangrienta y corrupta dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla.
Con todo y esto es necesario plantearse las siguientes cuestiones. ¿Qué alcances tendrá la actual movilización popular en la perspectiva de la superación del actual régimen de dominación oligárquica? ¿es dable pensar en un salto hacia un nuevo gobierno que implique la salida del Presidente Iván Duque y la constitución de un gobierno provisional que prepare unas elecciones anticipadas para escoger un nuevo Jefe de Gobierno?
Todo es posible dado el curso que están tomando los acontecimientos y vista la incidencia del Comando Nacional del Paro y el liderazgo del Senador Gustavo Petro, ciertamente la figura con el mayor protagonismo en los objetivos de la movilización y en el uso de nuevos repertorios de acción huelguística.
Por la experiencia histórica, el alcance de los movimientos sociales es bastante limitado en el ámbito político, pues los mismos tienden al declive por el agotamiento de las energías encausadas. Así sucedió con las huelgas agrarias del 2013 que fueron desactivadas con las prebendas del gobierno del señor Santos y la corrupción de muchos líderes de las asociaciones agrarias.
Pero hoy las cosas ofrecen otras peculiaridades. Superado el inmediatismo, es posible conjeturar que la gigantesca acción popular en curso tendrá unos impactos políticos definitivos en el desalojo del uribismo y su caudillo de los puntos estratégicos del Estado, particularmente en los sectores armados que necesariamente van a presentar grietas, pues hay sectores de la oficialidad militar que rechazan la grotesca manipulación de Uribe Vélez y su partido.
Es probable que como en 1957 caiga aquí el sistema violento y mafioso de gobierno que encabeza Duque y su Jefe, el expresidente de marras.
Petro, el líder con mayor opción de asumir la Presidencia de la Republica, ha dicho que quiere una salida pacífica de la actual crisis y le ha dicho a Duque que se aparte de la subordinación a Uribe Vélez, algo que parece improbable.
Duque convoco ayer a unos diálogos en los que nadie cree dada la experiencia reciente con esos escenarios, que fueron utilizados por el actual Ministro de la Defensa para sabotear el pliego de peticiones de las centrales obreras durante el 2019 y el 2020.
Con el fracaso de tal estrategia no es difícil prever un mayor empantanamiento del campo político en el que Duque y su gobierno ciertamente presenten un grado extremo de debilitamiento.
Seguramente Uribe intentará una jugada política para no perder el control del gobierno y en ese sentido su acción para manipular los militares ha ganado intensidad. El Ejercito está en manos de un lumpen energúmeno (Zapateiro) permeado por unas extravagantes ideas de “contrarrevolución molecular”, las mismas que le dan sustento a sus operaciones de rastrillo bélico en los centros urbanos tal como lo hemos visto en Cali y en Bogotá.
Por: Horacio Duque
Fuente: ALAI
Ilustración: Laura Flesher
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Last modified: 07/05/2021