Así como en las ciencias exactas los matemáticos se han esforzado por explicar el universo, así sucede con la fábula mítica y la empresa del héroe mítico, cuya riqueza simbólica no tiene ni tiempo ni espacio y sólo es atrapada por la literatura que intenta explicar su sello mítico, su aura mítica. Comparado con la ciencia, es como cuando Tycho Brahe desafió la teoría aristotélica para explicar el origen del universo; luego Johanes Kepler tomó las observaciones de Brahe para plantear la órbita de los planetas en torno al sol, para que después Galileo Galilei propusiera la relatividad del movimiento de los cuerpos celestes que más tarde ayudará a Isaac Newton a formular las leyes de la dinámica a través de su famosa ley de la gravitación universal. Solo que el mito es un valor unívoco y absoluto, ocurrido de una vez por todas, cuya unicidad es revalorada, sobre todo hoy día, cuando las nuevas tensiones emergentes posibilitan la cohesión de nuevas significaciones imaginarias.
En Panamá, muchos de los acontecimientos, circunstancias, valores, costumbres y normas las conocemos a través del cuento, la leyenda y la fábula mítica. Existe un cuento del pueblo Ngöbe-Buglé que habla de la creación de este pueblo. Es la historia de la lucha de dos pueblos: los Degó y los Moing. Ambos tenían la facultad de convertirse en animales. Los Degó eran seres buenos y pacíficos; los Moing, en cambio, eran muy agresivos. Por lo tanto, los Degó tomaban siempre formas de animales inofensivos y los Moing, de animales feroces. Así las cosas, los Moing perseguían siempre a los Degó para matarlos y devorarlos hasta que intervino Mirónomo Krono, Jutú Krono o Nogobó, es decir, Dios. Mirónomo Krono mandó varios cataclismos a los Moing (parecidos un poco a los diluvios bíblicos) por ser tan malos. Cada vez que caía un rayo del cielo, los Moing hacían muecas a Mirónomo Krono y éste los castigaba convirtiéndolos en árboles o piedra. De allí la creencia de que en la selva hay distintos tipos de árboles, y los petroglifos, encontrados en algunas zonas de Chiriquí, fueron estas criaturas en algún tiempo mítico.
La tradición de la cultura guna es totalmente oral. Los sailagan son los ancianos autorizados para transmitir este saber oral a las nuevas generaciones. Es muy probable que la actual crisis civilizatoria cultural, como la ha llamado Patricio Rivas Herrera, haya tenido efectos en la nación dule: los jóvenes son atraídos por los espejismos de la globalización y cada vez se ve más la migración por causas laborales de éstos hacia el mundo de los waga, lo que causa un proceso de aculturación y desconexión con la territorialidad y la identidad. Esto puede ser un problema, pero peor sería que se pierda una historia oral que ha sido patrimonio de la memoria de los gunas.
Aiban Wagua recopiló, sintetizó e interpretó los elementos de la religión guna, un sistema muy complejo de símbolos y metáforas que se encuentra en el Bab Igala o Anmar danikid y que solo es transmitido de manera oral por los sailagan. En principio, la empresa de crear este libro no fue del todo acogida por todos los sailagan, pero finalmente el Congreso General de la Cultura Guna lo aprobó y hoy se cuenta con un hermoso libro que representa el patrimonio del pueblo guna, su cosmovisión del universo, su pensamiento, su manera de valorar el mundo y su proyecto de vida. El libro se titula En defensa de la vida y su armonía: elementos de la religión guna (2000). Para algunos será una mera compilación de mitos o fábulas mentirosas, pero para nosotros es un tratado que enriquece la diversidad cultural identitaria y la cohesión social en el marco de las tensiones de la globalización y la homogenización cultural.
“Al inicio todo era oscuro. Una oscuridad tan densa como si le apretaran a uno los ojos con dos manos. No había sol, no había luna, no habían nacido las estrellas. Entonces, Bad Dummad se dispuso a crear la tierra, Nan Dummad se dispuso a crea la tierra”, narra el inicio de uno de los textos.
Más adelante se puede leer: “Baba y Nana trabajaron juntos” o “Baba y Nana crearon todo”. Para entender estas categorías, escribe Aiban Wagua, hace falta situarse desde la lógica guna, no basta los términos teológicos accidentales, hay que sumergirse en la realidad de la experiencia guna. Comparado al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de la fe cristiana, que son una y la misma entidad, para la sensibilidad religiosa guna Baba y Nana no pueden existir sin el otro; si no es así, no hay perfección: en la perfección de Nana estriba la perfección de Baba y viceversa.
Nuestra realidad cultural está llena de representaciones simbólicas que enriquecen nuestro patrimonio inmaterial y nuestra identidad. Protegerla, rescatarla y respetarla es nuestra responsabilidad.
Por: Carlos Fong. Escritor Panameño
Last modified: 28/11/2020