La humanidad está pasando momentos de tremenda incertidumbre a causa de la pandemia del COVID-19, todo esto nos ha llevado a modificar y cambiar algunos aspectos que considerábamos la “normalidad”; que estaba marcada por patrones impuestos por el capitalismo, consumismo, extractivismo, explotación y violencia, donde se generan dicotomías opresivas como producción económica sobre la naturaleza, lo individual sobre lo colectivo, hombre – mujer, dinero- vida.
Antes del inicio de la pandemia profesionales de universidades encargados del estudio de modelos climáticos advertían el peligro de continuar con el ritmo de emisión de gases de efecto invernadero y las consecuencias que se producirían si no se modifica y materializa un compromiso internacional con la mitigación. No obstante, hay que tener claro que toda la acumulación de contaminación producida a lo largo de los años no va desaparecer así se dejen de emitir gases de efecto invernadero, con el agravante de que la contaminación no ha parado, ni siquiera en cuarentena.
Así mismo, es doloroso contar como mujeres, niñas y niños son víctimas de la violencia patriarcal, donde el cuerpo se vuelve un escenario de guerra en los conflictos y una mercancía a la venta en los medios de comunicación.
En el mundo las que sufren más las consecuencias del cambio climático son mujeres y niñas que tienen que sacrificarse para la búsqueda de recursos necesarios para sostener la vida, tales como el agua, el gas, la leña, los alimentos, además de ejercer casi exclusivamente el cuidado. Sin contar que la discriminación y la violencia están a la orden del día.
Este escenario nos hace preguntarnos si lo que sucede a causa de la pandemia está haciendo que reflexionemos sobre lo que consideramos la “normalidad”.
Lamentablemente, se siguen imponiendo las lógicas de sistemas de opresión, donde todo tiene precio y una vida útil, y luego se desecha. Un ejemplo propio del contexto, es el caso de los tapabocas y guantes que tienen la función de protección de la vida, pero a su vez, estos están terminando en los océanos, afectando la vida marina.
En la cuarentena observamos cómo las mujeres son las más afectadas, por ejemplo las víctimas de violencia han tenido que convivir mucho más tiempo con sus agresores poniendo su vida en constante peligro. Además ha aumentado notablemente su jornada laboral en casa, ya que al estar cerradas las escuelas y guarderías tienen que dedicar más tiempo al cuidado. A pesar de todo, los gobiernos siguen sin valorar y reconocer el trabajo que implica el cuidado de las personas, que es la base que sostiene y mantiene la vida.
Cuantas veces no hemos escuchado hablar sobre el regreso a la normalidad, a costa ¿De qué? ¿De quiénes? ¿De verdad continuar como estamos es justo para todas y todos?
Esta experiencia con la pandemia del COVID-19 era la oportunidad para reflexionar, analizar y generar cambios que permitieran acabar y romper con las lógicas destructivas, dañinas y violentas que imponen sistemas de opresión como el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el colonialismo, no obstante los Gobiernos insisten en el retorno a la “normalidad”.
Países como Brasil y Estados Unidos le dan más importancia a la economía que a la vida y el bienestar de las personas, mucho menos preocupados se ven por el bienestar del planeta.
Parece que nunca rompimos con la “normalidad”, sólo cambiamos algunos horarios y patrones de trabajo, porque al fin y al cabo el daño y la opresión continúan.
Más que generar críticas que tal vez no producen ningún cambio debemos implementar prácticas de militancia y vida, que nos lleven a la lucha contra la violencia hacia las mujeres y el planeta. El ecofeminismo es una corriente que genera múltiples miradas y es construida a partir de las voces de mujeres que apuestan a la vida. Debemos apostar por la vida y como defensoras y defensores de los derechos humanos y del planeta, es nuestra responsabilidad luchar para que las generaciones futuras puedan disfrutar una vida libre de violencia y contaminación.
“Desafiar al patriarcado actual es un acto de lealtad hacia las generaciones futuras y la vida, y hacia el propio planeta” (Agra, 1997).
Por: Sandra Triana
Fuente: www.generoconclase.org.ve
Last modified: 07/08/2020