“Mientras bailo no puedo juzgar, no puedo odiar, no puedo separarme
de la vida. Sólo puedo estar alegre y entero. Es por ello que bailo”
Hans Bos
“Las expresiones más autenticas de la gente están
en su baile y en su música. ¡El cuerpo nunca miente!”
Agnes de Mille
“Mientras bailo no puedo juzgar, no puedo odiar, no puedo separarme de la vida… “
Ilustración de Ani Ventocilla.
(Cebaldo) Pienso en estas palabras, en estas citas sobre el acto de bailar, de danzar, de volar… y una música bailable me inunda. Este acto, esta emoción, son tantas cosas a la vez… me gusta ver gente bailando, danzando; me hace muy bien.
¿Cuál será la diferencia entre danzar y bailar? ¿Es posible que sea un acto único – uno más “coreografiado”, el otro más espontáneo? ¡Los une el cuerpo! Una forma de comunicarnos, de entendernos.
¿Por qué nos provoca acompañar la música con movimiento? ¿Cómo y de dónde surge el amor por el ritmo? En esta crónica lejos de responder preguntas tales solo queremos dialogar sobre nuestra relación con la danza, con el baile, mientras compartimos memorias.
(Jorge) “Todo es ronda”, decía Gabriela Mistral. Baile lleva el viento, y danza semeja el movimiento sideral de nuestro sistema solar, el de la Vía Láctea, el del universo todo. Tenía razón la poeta.
“En los febreros de mi infancia, en mi aldea kuna, los coreógrafos, los tocadores de flauta, las lindas bailarinas…” Ani Ventocilla
(Cebaldo) El baile es tan antiguo como la propia humanidad. Movemos el cuerpo por el solo placer de moverlo o para pedir a dioses y duendes buenas cosechas, éxito en la caza o en la guerra. Y bailando nos olvidamos del mundo, disfrutando la intimidad de cuerpos o viajando a otras “galaxias”. Una sesión de baile tantas veces renueva sentimientos que parecían extinguidos. Y el baile también contribuye a la identificación con el grupo o la comunidad.
(Jorge) Es cierto que un baile realizado por una sola persona, puede mostrar mucha belleza. Pero es la armonía desplegada cuando varias o muchas personas bailan a la vez, la que transmite mayor mensaje y gozo.
(Cebaldo) Leí una vez que bailar funciona como una especie de pegamento social. Cuando uno se mueve en grupo rítmicamente, se estimula aquello que hace a los seres humanos especiales: el actuar juntos, en grupo. Para llevar a cabo una alianza, prepararse para enfrentar una guerra o salir de caza, los hombres se daban valor mutuamente a través de su participación en una danza.
(Jorge) Aunque estamos de acuerdo Cebaldo en aquello del valor más alto del baile compartido, debo decir que entre los bailes vistos que más me han impresionado y recuerdo aun, están dos bailes solitarios. Bailes de una niña. Primero cuando tenía apenas unos meses, quizás cerca a un añito. Estaba ella con sus padres dormida en una playa de la isla Taboga. La vi despertarse, sentarse, llevarse el dedo gordo a la boca, darse cuenta que tenía el mar al frente… y poner a bambolear su cuerpecito sentado, siguiendo el movimiento que traían las olas.
No mucho después, cuando ya caminaba, la observé una noche de lluvias detenerse y empezar a bambolearse otra vez, bailando sola, siguiendo ahora el ritmo de la música del croar de muchísimas ranas, que cantaban en el prado por donde ambos caminábamos de la mano con su mamá.
Creo poco probable que existan recuerdos con baile incluido, muy tristes o muy malos. ¡Qué va! Además, como bien dice Joaquín Sabina, “bailar es soñar con los pies”.
“..y en mi tiempos de niño, observar a mi abuelita Micaela ¡danzando! Celebraba con sus amigas los días de la alegría que casi les fue cercenada.. al amor, a los frutos por venir. ” ani ventocilla.
Bailar, danzar, puede ser también un ejercicio de resistencia. Para seguir siendo. Es por ello – como tú muy bien sabes hermano – que los pueblos indígenas no dejan de danzar. Escribo estas líneas desde Cuzco, donde cada solsticio de invierno nos reunimos con delegaciones indígenas, sean quechuas, aymaras, shipibos, queros, piaroas, taos, mapuches, de México varios… Y la noche del 20 de junio, el día más corto del año y cuando el sol – el Inti – necesita una ayudita de los seres humanos, se hace música y se danza alrededor de un fuego hasta el amanecer, recibiendo de la manera más amorosa posible al Inti. Inti raymi, se denomina en quechua a esta hermosa celebración.
(Cebaldo) En los febreros de mi infancia, en mi aldea kuna, los coreógrafos, los tocadores de flauta, las lindas bailarinas y sus parejas, ensayaban todos los días las danzas dules. Y el sonido de tantos instrumentos invadía la isla. Nosotros los niños puntualmente estábamos allí: en la primera fila, en la plaza, para deleitarnos con las danzas. Andaba yo completamente seducido por una de las bailarinas, la más bella. Con mis 8 o 9 años, soñaba despierto. Ella y sus veintitantos coloreaba el paisaje inventando ritmos.
Ensayaban diariamente porque se acercaba la Gran Fiesta, la Fiesta Mayor, Bila Inna. La Memoria de la Revolución Dule de 1925. La fiesta de la alegría, el Inna, la ceremonia más completa de los ritos dules, en homenaje a la paz construida, a la tierra protegida. Paz y tierra que costaron mucha sangre, mucho dolor. ¡Y lo celebrábamos danzando y así lo seguimos haciendo, cada febrero!
Uno de los momentos mas maravillosos de la gran fiesta era la danza de las mujeres, y en mi tiempos de niño era observar a mi abuelita Micaela ¡danzando! Celebraba con sus amigas los días de la alegría que casi les fue cercenada; celebraban juntas el recuerdo de la llegada de los guerreros de un gran combate: mi abuelito Federico, compañero de Micaela, fue uno de los soldados en esos días dramáticos. Celebraban la paz y la posibilidad de una vida más tranquila y alegre. Danzaban al amor, a los frutos por venir. Y febrero era para mi un mes de danzas, de bailes, de músicas y cuerpos.
Por eso dicen que el baile, como la danza, es una canción del cuerpo, ¡sea de dolor o de alegría!
Por: Cebaldo de León www.inawinapi.com/
Bajar “¿Por qué bailamos?” PDF
Last modified: 11/07/2019