La sostenida presión internacional por minerales sigue afectando a América Latina. No sólo a ecosistemas vulnerables y comunidades locales, sino, al mismo tiempo, a estructuras sociales, normati- vas y sistemas de convivencia nacionales. Sectores de la sociedad que al costo que sea, sueñan con un esquivo y muchas veces mal entendido desarrollo, sostienen discursos y prácticas muchas veces alejadas de la ética y del bien común.
La profundización del modelo productivo mundial de bienes, ahora ampliado infinita- mente con la participación de China, pone en jaque el suministro de materias primas que deben sostener una producción y un consumismo altamente insustentable.
Los cambios tecnológicos del norte global clavan sus ojos en los recursos minerales del sur global y América Latina es un polo de concentración en esta tendencia. La reconversión a la electromovili- dad es un claro ejemplo de ello.
El litio y el cobalto son entre otros, minerales necesarios para este proceso. Pero no ol- videmos que el efecto sobre el cobre implicará aumentos importantes de producción del metal rojo y sus ya conocidos impactos.
Es preciso señalar también, que la minería de litio en los salares altoandinos de Argentina, Bolivia y Chile no está exento de riesgos socioambientales por la inminente destrucción de ecosistemas com- plejos, frágiles e insuficientemente estudiados. Esto hace suponer que el efecto de la pérdida de esos ecosiste- mas y su valor para la humanidad quedará para siempre fuera del saber humano.
Por donde miremos, veremos que la conflictividad socioambiental por la profundización del modelo extractivista minero, solo tiende a incrementarse.
Vemos además que los procesos de conflicto se manifiestan de forma cada vez más tem- prana y que aquellos de larga data y aparentemente desperfilados, pueden reactivarse poniendo en jaque la también aparente estabilidad institucional, empresarial y comunitaria. Aunque por otro lado, la dinamización de los conflictos por extracción de minerales es respondida con incremento de criminalización, represión y violencia por parte de gobiernos y empresas mineras.
Otros factores que acompañan la conflictividad socioambiental por minería son la crisis hídrica, la afectación de páramos y cabeceras de cuenca, la destrucción de glaciares, el cambio climático y la pérdida de condiciones de vida y sustento para las comunidades locales.
Por más evidencias que se generan para criticar el extractivismo minero y más se demues- tra que la actividad minera empobrece nuestros pueblos, mayor es la insistencia de gobiernos de todas las co- rrientes para sostenerlo y profundizarlo. Como ejemplo mencionamos que la ONU alertó hace unos años sobre una “multimillonaria evasión tributaria minera” a partir de casos de África y Chile.(*, **)
La grave situación de los diques de colas es uno de los corolarios de una actividad que se sostiene en ventajas ambientales, tributarias, financieras y legales y goza de la impunidad nacional e interna- cional allí donde se desarrolla. Todo eso ante los atónitos ojos de las comunidades afectadas.
Los vuelcos en las estrategias de las empresas mineras para legitimar su actividad y las alianzas con los gobiernos extractivistas se enfrentan a la cada vez fortalecida creatividad de las comunidades en resistencia.
Este, posiblemente, seguirá siendo el panorama que nos acompañe en los próximos años y que dará cuenta de los conflictos mineros en la región. El presente trabajo es una muestra de ello.
Observatorio de Conflictos de América Latina OCMAL
Last modified: 30/05/2019
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Conflictos Mineros en América Latina: Extracción, Saqueo y Agresión. Estado de situación 2018