Según los resultados arrojados por las pruebas de ADN que me practiqué, más por curiosidad que por ciencia, el 33 por ciento de mi sangre tiene su origen en una tribu de Mali, un país africano golpeado por la guerra y dividido por las clases sociales invasoras. Pero en el ayer ese país fue una nación libre, habitada por varias tribus que jamás, óiganlo bien, jamás se dejaron esclavizar. Se dice de ellos que incluso los que venían en los barcos de cazadores de esclavos, como mis ancestros, buscaban la manera de escapar y hundían los barcos de los traficantes de esclavos y si no eran libres morían intentando serlo. Ese soy yo, de ahí vengo yo y por eso, en una fecha como esta, tengo derecho, y me lo he ganado ancestralmente, a decir lo que pienso.
Hoy los asquerosos medios oficiales titularon en sus primeras planas sobre la afrodescendencia en una clara muestra de ignorancia o de borrón histórico intencional para que creamos que los garífunas no son un pueblo originario, protegido por la condición ancestral y las regulaciones internacionales como el Convenio 169 de la OIT. Lo harán para continuar con el discurso déspota del funcionario aquel (ministro de MiAmbiente) que en una reciente programación noticiosa se atreviera a señalar públicamente que – y lo cito – “el convenio 169 de la OIT regula las relaciones de trabajo entre los indígenas y las empresas y no el cuido, manejo y aprovechamiento de los bienes comunes y ancestrales. Idiota, mientras encuentro de que otra forma llamarlo.
Se llenarán la boca, las páginas, y las imágenes con los rostros negros, curtidos de dolor y muerte, de nuestros hermanos Garífunas. Dirán de ellos todo lo relacionado a su pesca, de ellas sobre sus vestidos y la forma de mover las caderas, del pueblo hablarán de sus playas, de su belleza natural pero jamás, si pongo mi vida en esta afirmación, jamás hablarán del despojo territorial, de la destrucción natural, de la privatización de sus playas, de las negras violadas y vendidas al mercado de trafico sexual humano y el SIDA que con su mediocridad turística les llevan, dirán de sus caderas en la cama pero no como danza de guerra, hablaran del sabor de los pescados pero no de la miseria que habitan los pescadores. En fin estoy seguro hoy, estos miserables medios de comunicación, hablaran del despreciable joh presente (ensuciando con su presencia) en alguna playa de dignidad ancestral pero no dirán nada de Satuyé el gran libertador de los garífunas y su dignidad.
En una poco usual condición hoy la ancestralidad negra se comparte en el calendario con las festividades religiosas y con la paganidad del verano político que sirve de oxigenación para una clase política perversa que esta siendo asechada por el pueblo ante sus exuberantes actos de corrupción y encuentran en este momento un respiro para reconfigurarse. Nada más doloroso. Hoy con seguridad nos vamos a encontrar personas que representan instituciones bebiendo cerveza en las playas donde se ignora el despojo y asesinato que sufre el pueblo Garífuna al que dicen – en el discurso falso que proclaman – defender y acompañar hacia la dignidad. Hoy vamos a encontrar a personas que representan a instituciones golpeándose el pecho, cargando un ramito, y escuchando homilías cargadas de mensajes amor pero alejadas del amor al prójimo, es decir golpeándose de amor el pecho para mañana golpear con indiferencia al pueblo que prometieron devolver su dignidad.
Hoy el pueblo Garífuna celebra la vida entre tanta muerte, lo hace con dignidad ante una sociedad política indigna que solo los usa como despojo del capitalismo que los sostiene. Celebra su libertad al ritmo de los tambores, en sus playas, entre un mar de gentes que fueron hasta ahí a gastar lo que no tienen y a vivir como nunca viven, con tal de seguirle el juego de la apariencia a esta sociedad que se deshace lentamente en la indiferencia y deshumanización. Ese pueblo, parte de mi sangre, otroras libertarios, cuna de guerreros y guerreras hoy suenan de nuevo sus tambores, lo hacen con más fuerza, buscan que los escuchemos, no quieren morir en el silencio, en la ignominia, en la soledad avasallante de un sistema que no tiene el mínimo sentido de humanidad y que no respeta la ancestralidad. Gritan con la esperanza que usted y yo, si al menos usted y yo, los escuchemos y caminemos junto a ellos y ellas.
Desde este mi ser negro y digno como ustedes les abrazo y les prometo ir hasta el final por la libertad de Honduras.
Abogado, defensor de Derechos Humanos, poeta y Gestor Cultural
Fotos y texto de Héctor “Chaco de la Pitoreta” Flores (Honduras)
Equipo editorial de Días y Flores (Radio 10/Panamá)
Last modified: 15/04/2019