Los medios masivos de comunicación son un fenómeno relativamente reciente. Con el invento del telegrama, se dio un primer paso en la dirección de informar a masas (grupos sin distinguir su posición o clase social) sobre acontecimientos que ocurrían en el mundo. El término mundo hay que calificarlo: se trata del mundo en que nos desenvolvemos. Es el espacio que conocemos y que culturalmente nos es afín.
Todavía más de la mitad de la población de la Tierra vive en un mundo pequeño, formado por su familia y comunidad. Pero una masa creciente –desde mediados del siglo XIX– vive en un mundo en permanente expansión: la provincia, la nación, el mercado internacional y, finalmente, el mercado mundial. Esta masa es la consumidora de los medios de comunicación masivos. Son miles de millones de personas en todos los continentes, atravesando fronteras, que reciben diariamente información de la más diversa naturaleza.
La distinción entre lo que es noticia y lo que no es, ha tomado cierto auge en los grandes medios de comunicación masivos desde la elección del presidente Trump en EE.UU. Se está hablando de ‘Fake News’ (noticias falsas) como un fenómeno supuestamente novedoso. En realidad siempre ha existido. En la Antigüedad, en la colonia y en años más recientes. Un caso emblemático –que cambió el curso de la historia en el caso de Centroamérica– fue la estampilla de correo que circuló en el Congreso norteamericano en 1902 que mostraba la erupción del volcán Momotombo en Nicaragua, donde EE.UU. pretendía construir un canal interoceánico. Los senadores lo pensaron dos veces y optaron por financiar la ruta que atravesaba el istmo de Panamá. Los ejemplos abundan en el siglo XX. El intelectual orgánico de Wall Street, Walter Lippmann, escribió un libro en la década de 1920 titulado ‘Opinión Pública’, donde presentaba el arte del ‘fake news’ como una herramienta política para dominar las emergentes clases media y obrera. Dicen que el libro ‘Opinión Pública’ ocupaba un lugar destacado en la mesita de noche del ideólogo alemán Joseph Goebbels.
Con el advenimiento de las redes virtuales, las noticias falsas se han generalizado. El ‘chisme’ de barrio se ha masificado a través de los medios electrónicos de los celulares que manejan niños de cinco años de edad hasta ancianos de 90. Pero siguen siendo los grandes medios de comunicación —principalmente las cadenas de televisión y de periódicos— que controlan las noticias falsas. Por ejemplo, los enfrentamientos de EE.UU. con Venezuela, Siria, Pekín en el Mar del Sur de China —entre otros— son noticias en la medida en que los medios controlados por los monopolios concentrados en Nueva York lo quieren. Moldean la información según los intereses de las grandes corporaciones y las hacen circular en forma masiva a través de los medios nacionales, locales e, incluso, virtuales.
Con motivo de la llegada de Trump a la Casa Blanca, se produjo una división en el seno de los grandes monopolios. Los medios que defienden posiciones ‘nacionalistas’ apoyan al presidente poco convencional y los que apoyan la globalización lo atacan. Los primeros cuentan con la cadena Fox News y los partidarios de la globalización tienen a CNN (además, el New York Times y las agencias informativas que alimentan los medios europeos, latinoamericanos y de otras regiones).
La división es muy clara en lo que se refiere a la política interna. Diariamente se inventan ‘fake news’ de lado y lado sobre la muralla en la frontera entre EE.UU. y México, sobre el cambio climático, sobre el colapso del empleo industrial y agroindustrial y muchos otros.
En política exterior las noticias falsas tienden a dividir a los monopolios norteamericanos en dos frentes: por un lado, la guerra en el Medio Oriente y, por el otro, Rusia y China. En lo que los monopolios consideran su ‘patio trasero’, en otras palabras, América Latina, no existen mayores diferencias. Las ‘fake news’ cotidianas ensalzan a los regímenes de extrema derecha y demonizan a los Gobiernos progresistas. Todos promueven mediante las ‘fake news’ golpes de Estado, persecuciones políticas e, incluso, invasiones militares.
Siempre existirán ‘fake news’. En nuestros tiempos son el producto de los intereses de los grandes monopolios que quieren dominar los mercados mundiales y a los consumidores a escala global. Hay que aprender a leer y discriminar las noticias. Todo indica que tendremos noticias falsas para rato.
Autor: Marco Gandásegui, hijo
El autor es profesor de sociología de la UP e investigador asociado del CELA.
Ilustración: Peña Morán
Last modified: 23/02/2019