Por: Juan Alberto Cajar
La vuelta de China como gran potencia mundial marca los tiempos de un mundo que parece avanzar sin retorno hacia la multipolaridad. Aunque aún se desconoce quién liderará el nuevo orden internacional, desde Pekín se preparan para que sea desde Oriente
En el año 1901, la antigua China imperial entró maniatada al siglo XX. La otrora cuna de una de las más antiguas civilizaciones con continuidad hasta nuestros días probaba la amarga sumisión tras leoninas imposiciones por el colonialismo occidental y japonés arrastradas desde 1839 con las Guerras del Opio.
Ese año, vencida militarmente, Pekín fue forzada a firmar un tratado con el que terminarían de entregar sus riquezas, pagar millonarias indemnizaciones, ceder territorios, abrirse del todo al comercio sin restricciones y aceptar la ocupación de su país por parte de la Alianza de las Ocho Naciones (Italia, Estados Unidos, Francia, Austria-Hungría, Japón, Alemania, Rusia, España y Reino Unido).
Aquel periodo, que en la historiografía china llaman como ‘El Siglo de las humillaciones’, se rompería tras la revolución comunista de Mao Tse Tung en 1949, marcando el inicio del lento pero firme avance del país en su lucha por un espacio como ‘superpotencia’. Una batalla compleja y peligrosa, que tiene en la hegemonía global de los Estados Unidos su principal escollo.
LA ‘CONCIENCIA’ DEL VIEJO JUGADOR
Aunque actualmente se presenta a Pekín como un nuevo poder emergente, no es la primera vez que China sería un país central en términos geopolíticos.
El sociólogo estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Binghamton (Nueva York), James Petras, en su trabajo ‘China: Rise, Fall and Re-Emergence as a Global Power’, apunta que la historiografía occidental omite que el gigante asiático tuvo un papel dominante en la economía del mundo entre el siglo XII y el XIX, momento en que fue conquistado por Europa.
Es decir que, de los más de 900 años de China como jugador mundial hasta hoy, exceptuando los casi 85 años bajo control mongol (1279-1368), se han mantenido como una nación fuerte por casi 600 años, estando un poco más de 100 años (1839 -1949) como un país dominado. Por tanto, para Petras, la interpretación de una vuelta de Pekín como un ‘nuevo actor’, más bien es un ‘resurgimiento’ sobre su viejo lugar en el concierto de potencias.
Esta conciencia de aquel pasado en el ‘imaginario colectivo’, no solo en la cúpula gobernante sino también en la población, sintetiza parte del proyecto de esa nación. No por nada, dentro de China transcriben el nombre de su país como ‘Zhongguo’, que se traduce como ‘la Nación del centro’.
UNA ‘NUEVA ERA’
El más reciente episodio de ese camino marcado por el gigante asiático se manifestó durante el XIX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) celebrado en noviembre pasado. Siendo la máxima institución de dirección político-estratégica del país y con una membresía de más de 89 millones de militantes; ese cónclave y lo acordó allí, adquiere una gran relevancia para comprender el futuro próximo de un dragón que hace años dejó de estar dormido.
Durante el Congreso, en un largo discurso el presidente chino y secretario general del PCCh, Xi Jinping, expuso parte de los nuevos lineamientos del partido para la ‘nueva época’, destacando la apuesta por una modernización de la economía en paralelo con un mejoramiento de las condiciones de vida de la población y lo que llamó la ‘revitalización de la nación china’.
Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), para 1997 el 20% del PIB mundial pertenecía a los Estados Unidos mientras que a China le correspondía el 6%; 20 años después, los chinos controlan el 18% del PIB, mientras que Estados Unidos conserva solo el 15%, lo que deja ver un crecimiento sostenido diametralmente inverso al descenso económico estadounidense. Partiendo de esa ventaja económica es que Pekín busca dar el siguiente salto.
Y es que la estrategia de salarios extremadamente bajos y condiciones de cuasi explotación sobre la clase trabajadora para competir con el mundo dan paso a una política de mejoramiento de la calidad de vida de la población, lo que se traduce en el aumento del poder adquisitivo y el fortalecimiento del mercado interno, expresado en la rápida aparición de una robusta clase media. Tan solo entre los años 1981 y 2005, salieron de la pobreza más de 600 millones de personas en el país, de acuerdo con el Banco Mundial.
Incluso en términos de salarios, la situación ha mejorado. Para 2017, los sueldos en China ya se equiparan a los de Portugal y Grecia, según un estudio de Euromonitor International, publicado por el Financial Times , esto sin detrimento de la productividad.
Afianzados en su modelo de ‘socialismo con características chinas’, esquema iniciado en los 80 por Deng Xiaoping, en el que el Estado mantiene el estado de sectores estratégicos de la economía mientras permite la entrada controlada de mecanismo de mercado; esto acompañado de transferencias tecnológicas por parte de las empresas que establecían sus producciones en su territorio.
Controlando en principio empresas vitales como la industria petroquímica, la del acero o la construcción naval, el ahora Estado amplía su control de otros sectores como la biotecnología, las energías renovables, la aeronáutica y el sector agrícola. Con una especial atención en la robótica y la alta tecnología, estas últimas apuntado al desarrollo militar, una de las principales brechas donde Washington continúa arriba de Pekín.
Sin embargo este auge económico ha tenido enormes costos desde el punto medio ambiental y social, ambos potencialmente peligrosos para el proyecto chino.
Sobre el primero, China hace años destronó a Estados Unidos como el país más contaminante del mundo (en emisiones de carbono); además de tener problemas de acceso al agua y destrucción de zonas boscosas como consecuencia del crecimiento demográfico y la industrialización. Por el momento las autoridades chinas han apostado por permanecer en el Pacto de Kioto y orientar la inversión en energías renovables, pero esto no garantiza superar la crisis ambiental.
En cuanto a lo social, la brutal desigualdad es otra bomba de tiempo en potencia. Para 2013, según datos del propio Gobierno chino, el índice de Gini situaba al país en un 0.47 (siendo 0 máxima igualdad y partir de 1 desigualdad), una cifra considerada de ‘alarma’ según los estándares de Naciones Unidas. De las misma forma como disminuyó la pobreza, aumento el numero de ricos y superricos en el país; algo calificado por Xi como ‘contradicciones’ del desarrollo ‘desequilibrado e insuficiente’ que han llevado hasta ahora.
FLANCOS DÉBILES
Pese a que las proyecciones del FMI ya colocan a la economía China por encima de EE.UU. e institutos como el Centro de Investigación Económica y Empresarial de Londres apuntan al 2032 como el año en el que Pekín supere del todo a los estadounidenses en lo económico, el camino de los chinos hacia el ‘centro’ del mundo pasa por acortar la brecha militar.
En términos de presencia allende sus fronteras, los chinos mantienen apenas una sola base en Yibuti (Cuerno de África), inaugurada en 2017. En cambio, de acuerdo con datos del Departamento de Defensa de EE.UU., este último tendría unas 587 instalaciones militares en todo el planeta, sin contar con aquellas no registradas por asuntos de seguridad; además de la dirección de la mayor alianza militar vigente, la Organización del Atlántico Norte (OTAN).
Lo mismo en cuanto a la inteligencia, cuentan con enormes redes de espionaje y minado masivo de información como Echelon, a lo que se suma la amplia estructura global de la CIA y la NSA.
Igualmente, EE.UU. posee una amplísima superioridad sobre la penetración cultural y mediática, siendo los principales conglomerados de medios, publicidad y de entretenimiento de origen estadounidenses. Igualmente, de este país son las más importantes empresas de alta tecnología, como Silicon Valley, así como los proveedores de servicios por Internet (Google, Facebook, Whatsapp, etc.).
Desde el Pentágono, la Casa Blanca y Wall Street, tienen claro que desde Oriente se conjugan los principales ‘peligros’ a su poderío en el mundo.
El entonces director de la CIA y hoy secretario de Estado, Mike Pompeo, en una entrevista para The Washington Free Beacon , dijo: ‘creo que China es, probablemente, la mayor (amenaza)(…) para ser honesto, es difícil elegir entre China, Rusia e Irán. Supongo que si tuviera que elegir uno que supere a otros, elegiría a China debido a la economía real’.
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‘Lo que quedó en la memoria colectiva de la gran masa del pueblo chino totalmente ausente de los relatos académicos estadounidenses y británicos, fue la sensación de que China había sido en otro tiempo una potencia mundial próspera, dinámica e importante’,
JAMES PETRAS
SOCIÓLOGO Y PROFESOR ESTADOUNIDENSE
Ilustración: La Estrella de Panamá
Last modified: 10/06/2018