En medio de los discursos de los presidentes latinoamericanos que asistieron a la VIII Cumbre de las Américas en Lima, se levantó el vicepresidente de EEUU, Michael Pence, y salió del gran salón de reuniones. En otro recinto le tenían preparados algunos televisores para que pudiera seguir de cerca los bombardeos que había ordenado el presidente Donald Trump contra Siria. En la Cumbre algunos presidentes conspiraban para atacar a Venezuela y en Washington se daba la orden para lanzar 108 misiles hacia Damasco. Según el gobierno sirio y los militares rusos en Siria, 83 fueron interceptados e inutilizados.
Trump había anunciado que no asistiría a la Cumbre de Lima por estar ocupado con sus planes para atacar a Siria. Trump también ha dicho que un ataque militar contra Venezuela se encuentra en su agenda. Si el presidente Nicolás Maduro insiste en desarrollar políticas a favor de los venezolanos y realizar elecciones casi todos los años, puede ser blanco de una invasión. Al igual que EEUU, que buscó al Reino Unido y Francia para atacar a Siria, Trump pretende movilizar a Colombia, Argentina y quizás otro país para servir de pantalla de las tropas del Comando Sur contra la patria de Bolívar.
Los presidentes latinoamericanos reunidos en Lima no pudieron sacar un pronunciamiento sobre la situación actual de la región. El presidente boliviano, Evo Morales, se pronunció en contra de los planes agresivos de EEUU y sus socios. El discurso del presidente argentino, Mauricio Macri, que debió abrir las compuertas para iniciar el ataque contra Venezuela, no logró su cometido. La oposición a las maniobras contra el gobierno de Caracas no encontró eco en la mayoría de los presidentes e, incluso, generó dudas entre los partidarios del Grupo de Lima.
El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, prometió convertir en ley los acuerdos de la Cumbre. Siguiendo el ejemplo de EEUU, Varela ‘sancionó’ a los dirigentes del gobierno venezolano y a algunas empresas de ese país con anterioridad a la Cumbre.
La representación panameña perdió la oportunidad de utilizar la tribuna de la Cumbre para rechazar el bombardeo de Siria y las amenazas contra Venezuela. Hace casi 30 años, en 1989, Panamá fue objeto de un bombardeo cruel e innecesario por parte de EEUU. Sólo sobre la ciudad de Panamá (el barrio de El Chorrillo) fueron lanzadas casi mil bombas, causando miles de muertes (se desconoce el número exacto).
La causa detrás de la invasión de EEUU a Panamá era interna y externa. Por un lado, el presidente Bush (padre) quería demostrar al electorado norteamericano que era un ‘macho-man’. Por el otro, secuestró al general Noriega quien durante la década de 1980 había sido su socio en materia de espionaje internacional.
En la actualidad, Trump utiliza la fuerza militar para agitar a sus partidarios internos y amedrentar a sus aliados y no aliados en el exterior. En noviembre del presente año, EEUU celebra elecciones parciales y Trump está decidido a no perderlas. Tiene que repetir sus triunfos en los estados más difíciles donde hay mucho desempleo. Puede crear empleo precisamente generando guerras en el exterior que demandan cada vez más armamento. Arabia Saudita ya prometió comprar US$200 mil millones en armas en los próximos 4 años.
En el exterior Trump presiona a sus aliados a comprar más armas norteamericanas para atacar a sus enemigos creados por las campañas mediáticas (Siria, Ucrania, Corea del Norte y Venezuela). Al mismo tiempo, le impone sanciones a Rusia (castigando con sanciones a empresas de ese país) y a China (elevando las tarifas a las importaciones del gigante asiático).
Con razón Trump no encontró el tiempo necesario para participar con sus homólogos en la Cumbre de Lima. Estaba bastante ocupado atendiendo asuntos que considera más importantes. Entre ellos la reconsideración por parte del ocupante de la Casa Blanca de reincorporar a EEUU al tratado de libre comercio del Pacífico. En un futuro próximo puede resucitar el proyecto de libre comercio para el Hemisferio Occidental llamado ALCA. Entre los países más opuestos a ese pacto comercial se encontraban Argentina y Brasil, hoy partidarios de las iniciativas de Washington.
A pesar de los errores, Panamá todavía puede enmendar sus malos pasos. Por un lado, servir de intermediario para encontrar soluciones a los conflictos. Por el otro, contribuir a unir la región en torno a los proyectos de desarrollo que beneficien a todos los pueblos.
Por: Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del CELA
Gráfico: Yannis Antonopoulos
Last modified: 19/04/2018