El Yasuní, es un parque nacional que significa “Tierra Sagrada”, ubicado en el Ecuador, cuya distancia es de 10.200 kilómetros cuadrados en las provincias de Pastaza, Orellana y cuenca amazónica. Siempre a sido objeto de estudios y conflictos socio ambientales, ya que posee una riqueza ecológica pero también de petrolera en la lógica del extractivismo para la exportación y economía del país. A pesar que la Unesco la declaró reserva de la biosfera en 1989, gobiernos han mantenido una política extractiva sin medir los impactos negativos a la biodiversidad. Además, en este territorio se ubica la nacionalidad indígena huaorani, la cual mantiene una fuerte cultura y vida ancestral. Es importante destacar que otros dos grupos indígenas se ubican también: los tagaeri y taromenane, considerados grupos en aislamiento voluntario. Y que en el año 1998 se declaró la zona sur del parque como Zona Intangible, para proteger a dichos pueblos en aislamiento voluntario y preservar la reserva de la biósfera ante el extractivismo de hidrocarburos.
Evidente fue en nuestro trayecto hacia el Yasuní, observar a las comunidades rurales, agricultores, pescadores y pequeños comerciantes, que mantienen una estrecha relación con las virtudes de la madre tierra. Pero también el contraste, de la permanente actividad de explotación y saqueo, por obtener el mal llamado oro negro. Cuyo proceso industrial, ha impactado gravemente la reserva ecológica, que a su vez violada la ley que le otorga protección.
Esta experiencia es poco ejercida por los ecuatorianos, ya que el costo para trasladarse es alto, la cual imposibilita aun ciudadano, conocer el patrimonio verde que su país posee. Manteniendo una brecha sobre el valor que representa para la subsistencia y forma de vida contra la crisis ambiental que el planeta vive.
Por ende, un serio debate sobre el futuro del Yasuní, puede garantizar que su destino, no quede a la deriva de una verdadera política de protección, en donde sus pueblos indígenas, sean más considerados como patrimonio de la humanidad. Y que represente para nuestros continentes del mundo, el primer eslabón regresivo para recuperar lo que le han quitado por décadas. Y así emulando este esfuerzo colectivo para que otros parques y megabiodiversidad sean nuestra casa común.
Por: Olmedo Carrasquilla Aguila
Last modified: 06/02/2018